Capítulo 20 - Nuestra Familia

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Maxo y Roier se habían quedado atrás; se hallaban envueltos entre el caos y la oscuridad que reinaba en el interior del búnker. Ambos se encontraron atrapados bajo los escombros tras la explosión causada por Cucurucho. El polvo flotaba en el aire como una neblina fantasmal, y los débiles chirridos metálicos de la estructura maltratada resonaban a su alrededor.

Con destreza y determinación, unieron las pocas fuerzas que les quedaban, aprovechando sus instintos de supervivencia. Lentamente, desplazaron los escombros uno a uno, liberándose de la trampa mortal que amenazaba con convertirse en su tumba. Cada esfuerzo resonaba como un eco de resistencia en la penumbra del maltrecho lugar, mientras el peligro latente los instaba a moverse con rapidez. El polvo fino podría convertirse en una volátil trampa si se descuidaban.

Finalmente, emergieron de las ruinas, respirando profundamente el aire impregnado de humo y polvo. Roier estaba decidido a no dejar que Cucurucho alcanzara a sus padres; se hallaba aún aturdido por la explosión inicial, pero tenía el valor y las pociones necesarias para distraer al ente mientras Maxo, que sacaba fuerzas de flaqueza, enviaba un mensaje de auxilio y de aviso a quien sea que pudiese ayudarles a ganar tiempo para los que habían escapado.

Roier desenvainó su espada, corrió para alcanzar a Cucurucho que se hallaba comenzando la marcha de una de las embarcaciones preparadas para escapar, riendo por haber localizado a su objetivo. En un frenesí de desesperación, Roier comenzó a enfrentarse valientemente al oso blanco, su espada se movía cuál relámpago en el cielo, tratando de asestar un golpe certero a la entidad.

Máximus, escondido en un rincón, enviaba el mensaje de S.O.S. junto a una breve explicación de la situación.

—¡S.O.S.!... Cc pelea con R, blancos huyen, Pc, Ft, E, Mx heridos, ¡Auxilio!

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El grupo que buscaba el manantial avanzaba lo más rápido que podían, con determinación por una selva espesa y oscurecida por la frondosidad de la misma. El lugar estaba envuelto en un halo de misterio, las hojas de los altos árboles susurraban secretos antiguos y las montañas que se veían a lo lejos, guardaban historias olvidadas. Foolish, con su brújula en mano, lideraba el grupo mientras charlaban sobre la leyenda del manantial para calmar los nervios latentes de los pequeños niños.

—Estamos cerca, chicos. Solo tenemos que seguir este camino. La leyenda dice que este manantial no solo cura las heridas físicas, sino que te renueva de completo mentalmente.

Vegetta caminaba con pasos largos tratando de seguirle el ritmo a Foolish que parecía haber recibido una explosión de energía al llegar a esa isla, no sabía si se estaba sobre esforzando o si en verdad había mejorado tan rápido por alguna influencia de sus alrededores en aquel misterioso lugar. Estaba preocupado y observaba absorto a su pequeña que lloraba en silencio por la ausencia de su hermano. Con delicadeza acarició su cabecita sin siquiera detenerse y trató de darle consuelo con sus palabras.

—Leo... cariño, tranquila, sé que tu hermano estará bien, es un guerrero extraordinario aunque no lo parezca.

—... P... Pero el tío Maxo se quedó también...—la niña restregó sus ojitos enrojecidos por el llanto.

Missa que iba caminando con Chayanne y Tallulah de la mano, aceleró el paso y se acercó para aportar a los esfuerzos de Vegetta por calmar a la pequeña.

—Óyeme, ¿Leo?

La pequeña le observó con curiosidad. —¿Sí tío Missa?

—¿Sabes?, tu hermano y yo vivimos muchas aventuras peligrosas antes de venir a esta isla. Siempre me protegió y demostró ser una persona muy fuerte, tanto física como mentalmente.

La pequeña le observaba con ojitos emocionados, soltó un gran suspiro de alivio y siguió avanzando junto a sus padres con evidente mejor humor. Volvían a tomar el ritmo apresurado de su caminata cuando Foolish paró por completo, sus ojos muy abiertos y su respiración entrecortada hizo que el elfo cargase a su hija y corriese a revisarle.

—¿¡Foolish, cariño, que pasa!?

Foolish seguía parado ahí, inmóvil... De pronto sus manos comenzaron a temblar y cayó de rodillas ahí donde estaba; Vegetta y Leo no se apartaban de su lado, el llanto de la pequeña se había reanudado.

—¡Pa!... ¿¡Qué te pasa Pa!?

Los demás miembros del grupo observaban con una mezcla de asombro y miedo lo que estaba ocurriendo. Los niños se refugiaron detrás de Missa y Charlie al observar que la piel del semidiós comenzó a verse envuelta en una aura resplandeciente. Su piel dorada, que se veía maltratada por las torturas del hechizo que había sufrido, comienzó a brillar pálidamente como si la fuerza divina estuviera regresando a él. Sus ojos se ven de un verde esmeralda más intenso de lo habitual, y permanecen fijos en los ojos violetas de su amado Vegetta, quien observa con ya sin miedo y con mucha curiosidad la escena que se desenvolvía frente a él. Foolish estrechó las manos de Vegetta quien juntó su frente a la de su amado, la luz divina comenzó también a envolver al elfo.  Cubiertos en aquel intenso brillo se ponen de pie y como si una entidad sobrenatural les guiara, toman a su hija con ellos y comienzan a andar en silencio mientras los demás corren tras ellos para alcanzarles.

Estaba Escrito en las Estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora