🤍 Capítulo 16 ❤️

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Un año más

Supe que era un sueño desde que se proyectó ante mis ojos; aquella sensación de conciencia pero a la vez de cautiverio me alarmó. Mas un sueño lúcido tampoco era. En esos se supone que tú tienes el control, que en tus manos está el poder de modificarlo y adaptarlo; hacer que pase lo que quieras. Me sentía controlada, obligada a permanecer en mi lugar viendo constante al frente donde hallé a quien sería mí yo del Dark World.

La Kris de diferentes matices de azul se veía devastada, como si acabara de salir de una batalla perdida: con la ropa sucia, cortada en algunas zonas y ensangrentada. Su flequillo más corto que el mío revelaba un mirar perdido.
Entre las primeras cosas que noté está aquella bufanda, ese inconfundible estambre rosado ya no mostraba su color tan brillante o limpio, sino las mismas condiciones que su portadora pero no dueña.

Algo extraño pasó cuando volví mi vista para ver a sus ojos, en busca de algo, lo que fuera incluso el sentimiento más mínimo y en su lugar, recibí asfixia. Como si la bufanda estuviera en mi cuello como una soga. Me apretaba, me dolía.

Fue un desespero patético el que antecedió a mis intentos de arrancarme algo invisible de la garganta, arañé mi cuello repetidas veces en busca del asesino provocante. Nada había, nada más que un mirar escarlata helado.
Ella me veía sin compadecerse, inmutable y así siguió hasta que desperté sola en mi cama.

El pequeño bulto en el otro lado de la habitación me indicaba que Ralsei seguía durmiendo tranquilamente y la capa gruesa de la noche que era lo más lógico que hacer en ese momento y que yo debería imitar.  Mas no tenía sueño y el frío parecía querer calarme los huesos. Pronto la nieve estaría cubriendo nuestro pequeño pueblo.

Pasaron semanas desde que los sueños raros se hicieron participe de mi vida; semanas en las que desperté sintiéndome fría y solitaria y Ralsei seguía durmiendo tan cómodo y tranquilo que la envidia me inunda y la tentación de ir despertarlo recorría cada vena de mi persona.

Hubo un par de ocasiones en las que lo hice levantarse para devolver la almohada previamente arrojada, veces en que terminábamos durmiendo juntos hasta que en algún momento él se acostaba en de regreso en su cama. Nunca me desperté en esas.
Fueron pocas las veces en las que yo salté de mi cama a la suya, y al no alcanzar a despertar tiempo nunca recibí algunos regaños de mis madre por ello.

El primer día nevado Ralsei pareció ser un niño con juguetes nuevos; recuerdo haberlo visto dando saltitos al ver la ventana, para después explicar, con la cara tan roja, que nunca había visto nieve. Dije en respuesta que cuando estuviese completamente curada saldríamos juntos, que haríamos un muñeco de nieve.
Y otra vez en sus ojos se reflejó una luz, dulce, una que reflejó una sensación de calidez rara en mí. Fue un raro bueno, no estoy segura, solo sé que terminé por evitar su mirada y concentrarme en la ventana empañada.

Y antes de darnos cuenta, era navidad. De dicha festividad logré salir sin muchos problemas. Solo una cena “familiar” aburrida, tediosa, molesta, innecesaria, todos los malos adjetivos que se les pueda ocurrir.
Pero, para mi mala suerte, en año nuevo, no corrí la misma suerte.

Yo ya podía moverme libremente por toda la casa, sin dolor y sin las preocupaciones de mi madre. Mas deseé seguir lesionada cuando me vi obligada a colaborar con la preparación de la fiesta.
Ralsei se movía de un lado a otro junto a mi madre, sacando y metiendo pasteles y postres al horno. Era un trabajo en equipo tan poco preparado pero tan cerca de la perfección que no pude evitar sentir que yo era la invitada en vez del albino.

Cuando una bandeja estaba ya lista, era mi turno de participar con lo que consideré la peor parte: llevarlas a la casa de los Holidays, solo porque la falta de esta hacía que fuera una obligación llevar los dulces y luego traer el recipiente para preparar más.

 🤍𝚃𝚠𝚘 𝙷𝚎𝚊𝚛𝚝𝚜❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora