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Yin Yang - Matt Sturniolo

24 de diciembre

Cuando despierto esta mañana me siento como Alícia cuando se cae por la madriguera de conejo y aterriza en el País de las Maravillas. Igual que ella, yo tampoco entiendo lo que está pasando en estos instantes.

Intento hacer memoria de la noche anterior, y cuando lo hago, me doy cuenta de como perdí mi orgullo completamente con El Indeseable, porque lo BESÉ.

Y lo peor de todo, es que no estaba borracha. Estaba completamente consciente de lo que estaba haciendo, y... me gustó. ¿Pero qué estoy diciendo?¿ Como me puede haber gustado intercambiar salivas con el chico más idiota y arrogante que he conocido en mi vida?

Crisis. Apocalipsis. Muerte. Catástrofe. TRAGEDIA.

Porque te tiene coladita, admite que te encantó.

NO. Al menos nunca lo admitiré en público. Pensar que las cosas no pueden ir a peor es lo último que debes hacer. Siempre pueden empeorar, y os aseguro que lo hacen. Lentamente me fijo en la posición en la que nos encontramos, él tiene sus brazos apoyados alrededor de mi cintura, mientras que yo, tengo la cabeza en su pecho.

Intentando coger aire, para poder ser lo más silenciosa posible, quito delicadamente sus manos de mi cintura y rezando para que no se despierte, de hurtadillas trato de ir hacia su baño para poder aclarar mi mente.

Con estorbo, al mover mi pie por un milisegundo, oigo su voz ronca detrás de mi.

—Huyendo de la escena del crimen, ¿Tely?

Me quedo quieta, de espaldas, incrédula. El rostro me ardía con intensidad que casi me quemaba. Al oír sus pisadas aproximarse, me quedé petrificada. No tenía el cuerpo para confrontaciones, y por muy educados que pretendiéramos ser, siempre terminábamos discutiendo.

Estremezco cuando sus dedos bailan por alrededor de mi espalda para apartar con cuidado mis trenzas. Con el roce fugaz de sus labios sobre mi cuello se me olvidan los motivos por los que disfrutar de aquello era incorrecto. La vergüenza y el instinto de huida me hacen dar la vuelta hacia él, quedando así cara a cara.

—No me toques— Gruñí con voz pastosa.

Aunque quieres que te haga todo lo contrario, ¿cierto?

Doy un paso hacia atrás, y casi pierdo el equilibrio al pisar la sábana. Habría aterrizado en el suelo de no haber sido por las manos que me sujetaron. Mis brazos casi entran en combustión por su contacto. Ahora mismo, necesitaba la mayor distancia posible entre nosotros dos para poder pensar en claridad.

—Me puedo... ¿Dar un baño?— Le cuestiono secamente, con la voz más aguda de lo normal, señalándole su cuarto de baño.

Matt asiente y yo, como una pantera acudo a su baño. Lo primero que hago es mirar mi aspecto, que luce horrible, mejor dicho, horripilante. Soplo y me voy sin pensármelo dos veces en la ducha. Ya que necesito sentir agua muy fría para espabilarme de una vez.

Luego de haber terminado de enjuagarme, me enredo alrededor de mi cuerpo una toalla para poder secarme. Sin embargo, ene ese momento me doy cuenta de que no tengo ropa limpia para poder ponerme encima, así que, de malas maneras mientras maldigo entre dientes, llamo a Matt.

—¿SÍ?— Me dice él, asomando su cabeza por la puerta. En cuando me ve solo con una toalla (que es suya) y mojada, veo en como me hace un repaso desde mis pies a mi cabeza.

Empipada y sintiendo como vuelvo a ponerme roja, le pregunto en si tiene ropa que me pueda prestar. Él asiente y, al cabo de unos segundos, vuelve con ropa muy bien doblada, y la deja encima de la encimera del lavabo.

—Gracias.— Susurro, dándole la espalda para esperar a que se vaya mientras cojo la ropa. Pero eso no sucede, en cambio, se queda mirándome silenciosamente.

—¿Matt?— Le pregunto, sugerentemente.

—¿Mhm?— Dice él, despistado.

—Vete, que me tengo que cambiar.— Le digo rodando los ojos, ya enfadada.

Veo como una sonrisa socarrona aparece en su rostro.

—¿No necesitas un poco de ayuda?

—¡NO!— Le digo ya completamente roja como un tomate, mientras lo empujo hacia la salida y le doy un portón a la puerta encima de sus narices.

—Imbécil— Gruño entre dientes, oyendo en como a lo lejos, se ríe a carcajadas.

જ⁀➴

Al ponerme su ropa aunque lo quiera negar, me encanta el olor de su sudadera, porque es un olor agradable y familiar. Me queda un poco grande de mangas porque de seguro que él, al ser tan alto (como jirafa), debe usar ropa más grande que la mía, pero no me resulta problemático.

Río por lo bajo, al ver que la sudadera es de Star Wars, una de las sagas que más me gustan. Al parecer, desgraciadamente compartimos demasiadas cosas en común, cosa que me molesta...

Adoras compartir cosas con él.

Meneo la cabeza en modo de negación y voy rumbo a la sala. Donde inmediatamente huelo un dulce aroma a comida que hace a mi barriga rugir.

—Parece que alguien tiene hambre— Dice Camila divertida, junto a Nick. Los cuáles parecen estar preparando huevos revueltos para desayunar, junto a tostadas y bacon. A su izquierda, Chris los está contemplando también de manera hambrienta.

—Buenos días— Le digo a Chris, desordenando su pelo con mi mano de manera graciosa.

—Buenos días Estela— Dice él haciéndome lo mismo.

—¿Y a mí no me das los buenos días, Tely?— Dice Matt, apareciendo al lado de Chris. Poniendo una mueca triste.

Ruedo los ojos, aunque no puedo evitar que una leve sonrisa salga de mis labios.

—Buenos días, bella durmiente.

—Buenos días, empollona.

Me acerco a él, y estoy por sacarle otra vez el dedo medio pero, él es más rápido y ágilmente, me coge de la cadera y me da un rápido beso.

Repito, ME DA UN BESO. Que sin vergüenza.

Veo en cómo, mi mejor amiga y los otros dos trillizos, nos miran con la boca abierta. Camila, al parecer, su cara pasa a ser de estupefacción a alegría pura, que incluso parece que le brillan tanto los ojos que su cavidad orbitaria parece querer explotar.

—¡LO SABÍA! LOS QUE SE PELEAN SE DESEAN.— Dice ella, dando saltos y dándome un abrazo cariñoso. Es tan fuerte su abrazo, que casi me deja sin respiración, hasta que le doy unas palmaditas en la espalda como señal de que sepa que me estoy quedando sin aire. Por suerte, me suelta, y yo, aún incrédula miro con ojos asesinos a Matt.

—No es lo que parece, este chico de aquí me da
asco.— Le digo a todos, señalando a Matt enfadada y echando humos imaginarios por la nariz totalmente roja.

—Pero ayer me dijiste todo lo contrario, ¿eh?— Dice él, que parece disfrutar de mi reacción, burlándose de mí.

—Te odio.— Le gruño cruzándome de brazos.

Nick y Chris, parecen mirarnos también de manera divertida, con las cejas levantadas y poco después, anuncian que el desayuno está listo.

𝗬𝗜𝗡 𝗬𝗔𝗡𝗚 | 𝗠𝗮𝘁𝘁 𝗦𝘁𝘂𝗿𝗻𝗶𝗼𝗹𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora