Conexiones... Madre e hijo...

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Una vez terminada su estancia en la cueva, tanto padre como hijo (ahora sí) decidieron retornar el camino a casa. No sin que antes Rubius decidiera prestarle sus tenis a Spreen para que este pudiera caminar por el bosque.

—¿Estás seguro pa?

—Si... No te preocupes. Caminar descalzo por el bosque me recuerda a mi juventud– esto lo dijo a la vez que se quitaba los mismos y se los entregaba al menor.

—¿Eso fue hace cuánto? ¿En la edad de piedra?

—Eh! No insultes así a tu padre. Que no estoy tan viejo –esto lo dijo el mayor fingiendo una voz molesta, aunque claro que tanto él como Spreen se rieron.

—Como vos queras, abuelo. –dijo Spreen una vez se terminó de poner los zapatos de su padre para tomar la mano qué el mismo le ofrecía para levantarse. Aunque justo después de decir aquello, Rubius soltó su mano antes de que justamente pudiera hacerlo, haciendo que Spreen volviera a caer al suelo. – HEY!

—Ups! Parece que mis manos de viejo son algo... resbalosas– dijo obviamente burlándose de la caída intencional del menor.

—Ja, regracioso tu chiste– dijo de mala gana parándose del piso por su cuenta.

Come on Harry, we wanna said good nigth to you!

Ahora sí, sin más rodeos, ambos osos comenzaron su camino para poder regresar a casa. Su primer dilema vendría justo al salir de aquella cueva. ¿Qué camino deberían tomar para regresar a Tortillaland? Es decir, la mitad de su estancia el día anterior en aquel bosque no había sido nada más que correr sin sentido alguno, pudiendo fácilmente olvidar cuantas veces pudieron cambiar de dirección en su trayecto a la cueva. Al cabo de unos segundos llegaron a una conclusión, el fuego de Spreen había dejado algo de ceniza que la lluvia no había podido limpiar, marcando aun el sendero de donde provenían. Algo era seguro, si las seguían lo más probable es que dieran con más de esas trampas de las que hablaban las personas que habían visitado la cueva desde afuera la noche anterior. Por lo que la mejor opción era evitar ese sendero para no dar con ellas o... aún peor, dar con esas personas otra vez. Las cuales por sus palabras pues... no creo que los busquen para invitarles un café.

¿Y luego? Bueno, seguirían su instinto. En especial Rubius, quien siempre confiaba a ciegas en su navegador interno que le decía por dónde ir. El cual, por cierto, lo había sacado de muchas dugeons con anterioridad. Así que bueno, ¿por qué preocuparse? Con suerte saldrían del bosque antes de que volviera a caer la noche.

Empezada su ruta, no paso mucho para que entraran en alguna conversación sin importancia. Cosas como Rubius señalando el hecho de que tendrían que hablar con Vegetta por los aparentes "poderes" que poseía el menor o el hecho de que él mismo estuviera fascinado por presumir su nueva cualidad heredada de uno de sus padres a sus amigos y demás.

—¿Se imagina? podría llegar a cualquier pueblo o fortaleza abandonada con un montón de mods nada más disparando bolitas de fuego. PIU, PIU, –al decir lo último, simulaba con su mano una pistola con la que disparaba– Piu- –aunque este último no fue el más afortunado, ya que sin querer había formado una pequeña bola de fuego lila que salió disparada a dar con un árbol del bosque, acabando con el mismo. –...piu... ups... –vio la expresión del mayor, no se veía del todo contento.

—...Si, mejor deja eso hasta que lleguemos con tu padre...o cuando este a 5 kilómetros de ti.

—Jeje... perdón...– dijo algo avergonzado de su actuar. Quedando en completo silencio después de ello, pasando a caminar detrás de su progenitor con su mirada al suelo. Rubius noto esto extraño, pero no quiso interrogar al menor.

...Mamá?...Papá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora