''Vuelve a casa... mi pequeño''

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Por otro lado, mientras todo esto pasaba, nuestro querido oso castaño se adentraba más en aquel bosque buscando encontrar alguna pista del paradero del causante de la preocupación de muchos de los que son más cercanos al menor. Hacia un buen tiempo que había perdido su rastro con su nariz y se sentía angustiado de no poder encontrarlo.

—"Por favor, hijo, vuelve conmigo" –fue lo que pensó el oso, y seguido a eso siguió su camino por el frondoso bosque.

(...)

Pasaron un par de horas en las cuales el oso castaño siguió divagando por el bosque. Avanzando cada vez más hacia lo más profundo del mismo. Trataba de conservar la calma ya que el no encontrar a su hijo sí que lo tenía algo intranquilo. Tanto a él como a su mitad animal.

—"Ya sé amigo, yo también estoy preocupado"– pensó Doblas tratando de hablar con su mitad animal para que este no se enloquezca.

Aunque este intento de tranquilizar a su amigo no serviría de mucho luego de unos segundos después, cuando el oso podría ver en el cielo como este cambiaba de estar en un azul claro y brillante a uno más opaco y levemente oscuro. Estaba empezando a atardecer. Esto preocupó aún más a Rubius.

—"¡Ay no, ay no, ay no! esto es malo. Es MUY malo. Si se hace de noche, me será más difícil encontrar a Iván. Además de que no sé qué también pueda manejar su instinto en el bosque de noche"–esto lo pensaba el oso más que todo por no querer encontrar un montón de animales muertos a la mitad del bosque (cosa que en parte pues le aliviaría ya que mínimo sabría que su niño comió bien). Pero tratemos de ser positivos. –*"Dioses por favor, si pueden oírme, necesito de su ayuda"*–dijo o más bien rogó el oso mientras soltaba una especie de rugido hacia el cielo con la intención de que los que estuvieran en el cielo lo escucharan. –"Por favor...solo denme una señal de donde debo buscar...".

Y como si los dioses lo hubiesen escuchado inmediatamente, a tan solo unos segundos de soltar aquel rugido, sus orejas se movieron ligeramente al escuchar a la distancia lo que probablemente haya sido el sonido de una parvada de pájaros siendo ahuyentada por un rugido muy parecido al suyo. Tal vez en otro contexto Rubius hubiera pensado de que se trataba de otro oso que habitara en el bosque. Pero dadas las circunstancias, la angustia del oso y las pocas pistas que se daban sobre si hubiera otro oso por ahí, no tardo en empezar a correr hacia de donde creía había provenido aquel rugido.

—"...Gracias, dioses"–al pensar esto imaginando que los dioses escucharían sus pensamientos, siguió avanzando rápidamente entre ramas de árboles y arbustos sin importarle si alguno de estos llegaba a rasguñar un poco sus patas al no fijarse bien en donde pisaba. No le importaría su estado hasta que no supiera que su hijo estuviera bien. –"Tranquilo hijo, ya voy por ti".

Por suerte, las purezas de la naturaleza eran el único obstáculo del oso. Ya que el ser un animal salvaje tan grande (hablando de las especies del bosque), todo animal pequeño que se topara (como conejos o zorros) no tardaba en quitarse de su camino asustado por su gran porte.

Más, aunque Rubius pensara que su misión sería fácil, el sonido de otro rugido parecido (aún lejos de donde estaba, pero ligeramente más hacia su izquierda) lo sacaría de este pensamiento. Y para preocupar más a nuestro oso, lo que parecía ser un hilo dorado mágico rodeo una de sus patas delanteras.

—"...Ay no... ¿Es...el hechizo de Vegetta?"– pensó el oso sorprendido al ver aquella hebra luminosa rodear su extremidad– "Pero eso solo puede significar que..."–no necesitó completar aquella frase al darse cuenta lo que infligía que el hechizo se hiciera presente. En eso se dio cuenta que el hilo se extendía hacia la misma dirección de la que creyó que había escuchado el ultimo rugido. – "Esto me guiará hasta él...".

...Mamá?...Papá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora