9- No soy tú juguete

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Berli Adams

- Achhhhh- ahogo mi cabeza una y otra vez en la almohada pataleando cuando Alex sale cerrando la puerta dejándome con mi vergüenza.

Ahora no sé cómo podré mirarlo a la cara. Me habrá escuchado cantando. Oh por Dios me vio desnuda tal y como vine al mundo.

Estoy a punto de enloquecer. No sé cómo trabajaré así. Y mis grietas y mi peso. Si se burla de mí como Ashley y los de la Universidad. Ni si quiera tenía mi ropa como escudo.

- Ahhhhhh- suelto la almohada y me levanto de un salto pasándole seguro a la puerta y suspiro.

Mientras intento calmar mis nervios. Y voy a mi armario a vestirme con unas bragas y mi pijama pasando de la vergüenza al enojo en un segundo.

Y sé que esto no se puede quedar así, tomo mis pantuflas sin mirar y recojo mi cabello en una cebolla antes de salir con contrato en mano y marcador dando un portazo.

No voy a esconderme de este idiota, él debió tocar la puerta.

No es mi culpa.

Es mi habitación y que sea su casa no le da derecho a entrar como Juan por la avenida.

Con esas palabras en mente callo mi vergüenza y mis inseguridades con cada escalón hacia la tercera planta.

- Señorita - una señora vestida de sirvienta intenta detenerme pero no la dejo hablar negando y pasando por su lado.

- El señor no quiere que nadie lo moleste- eleva la voz pero la ignoro.

Y a pesar de que llegó agitada a la tercera planta por esas malditas escaleras inclinadas no me detengo. Culpo de ello a la adrenalina que me recorre.

Así que tomo un respiro analizando que hay tres puertas en todo el lugar pero algo me dice que la de él es la última del pasillo.

Ni si quiera detallo la alfombra, cuando llegó y tocó con todas mis fuerzas.

Al menos yo si soy educada- me felicitó.

- ¡Dije que no quiero molestias!- la voz de Alex se escucha detrás de la madera gruñendo y enojada pero eso no me hace retroceder ni si quiera arrepentirme de lo que quiero hacer.

Ya que continuo tocando y cuando abre después de unos segundos con sus ojos llenos de sorpresas y su cuerpo a penas en una toalla amarrada a su cintura con gotas callendo anunciando que está recién duchado. Lo atacó golpeando sus bolas y me abro paso.

Importandome poco que se doble de dolor.

- ¡Estás loca mujer!- grita- Joder me vas a dejar sin descendencia.

Me fulmina con la mirada agarrándose sus partes íntimas mientras salta.

- Loca me vas a volver, cómo se te ocurre entrar a mi habitación sin tocar.- lo señalo- Y qué hay con estas absurdas reglas "no mirarte", "no cruzar contigo" "salir diez minutos o una hora después que yo a trabajar"- enumero señalando el papel y se lo tiró en la cara.

- Como si no fuéramos al mismo lugar- me río sarcástica. -¡Di algo no sólo me mires!- exijo en mi ataque de valentía cuadrando mis manos en la cintura.

Y mi conciencia se siente satisfecha dando volteretas en mi cabeza.

Pero lejos de responder Alex se acerca a mí a paso lento como una pasarela y se me encienden las alarmas.

- No otra vez- susurro asustada cuando continúa y yo retrocedo incluso ríe de medio lado viéndose irresistible como un actor famoso.

Por Dios de pronto hace demasiado calor. Y más cuando mis ojos van desde su cara a su pecho, su abdomen y ese paquete de six que calculo.

Ojos al frente Berli

Sé fuerte

Pero esta vez el escritorio no está atrás para sostenerme y mucho menos a mis pies hecho papilla, ni mis latidos. Nada me prepara lo suficiente bien para cuando una de sus musculosas manos me atrapa por la cintura, en un agarre fuerte, masculino que me recuerda todos esos libros de romance de machos alfas.

Pobrecita mía bragas.

- Qué haces- tartamudeo- cuando quedó atrapada en su cuerpo y su barbilla queda muy cerca de mis labios.

Parece una eternidad cuando su mano libre va hacia mi cabello apartandolo de mi cuello haciendo que me estremezca y se me corte la respiración.

Su boca baja a mi oído del mismo lado  y cierro los ojos demasiado ida.

Hay virgencita dame fuerzas por favor.

- ¿Debería castigarte por gritarme o besarte.?- susurra y lo entiendo tan claro que no sé si es un sueño o es real.

- Qué - suelto confundida y mi voz muere cuando arrastra su nariz por mi mejilla en una caricia hasta llegar a una pulgada de mis labios y se me escapa un suspiro.

Mi cerebro no funciona en este momento y sacó mi lengua humedeciendo mis labios con el deseo ardiendo, quemando con la anticipación. Estoy tan cerca, tan cerca.

Puedo yo misma besarlo, pero su agarre es fuerte y mi orgullo más.

Y así como antes se aleja riendo como si hubiera ganado una victoria.

- Eso nunca va a pasar abejita- retrocede satisfecho consigo mismo.

Con ambas manos cruzadas en su pecho luciendo como todo un Dios.

No sé si me duele más la decepción, la humillación o el orgullo. Cuando veo en él un ser sádico capaz de tratarme como si fuera un juguete.

- Yo soy tú jefe - declara ante mi silencio volviéndose completamente neutral.

Asiento y aguanto las lágrimas que quieren salir negandome a llorar frente a este imbécil.

Y camino está vez hacia él, quien permanece como una estatua. Me pongo de puntillas y susurro en su oído.

- Pero yo no soy tú juguete. Nos vemos mañana jefe- le guiño un ojo y salgo de su habitación con la frente en alto jurando no volver a pisar está tercera planta tal y como lo pidió.

Mañana sería el comienzo de esta batalla.

Y no dejaré que está estúpida atracción me haga menos.

Alex Hamilton caerá a mis pies y lo haré papilla en lo que reste todo este contrato.

Curvas PerfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora