7- Reglas

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Berli Adams

- ¡Cuidado con mis libros !- repito por quinta vez al gorila que saca mis cajas de mudanza para la mansión Hamilnton.

Seguido de él entran más hombres vestidos de negros que parecen salidos de una peli. Y Tara se balancea de un lado a otro a mi lado a punto de un ataque, con su mala cara.

- ¿Estás segura Berlí?-

- Sí cariño, no te preocupes. Estaré bien, cualquier cosa tengo a misu para defenderme - señaló a mi gato el cual me ignora como si con él no fuera la cosa.

- No estoy bromeando.¡ Por Dios se trata de un matrimonio!. Estamos en el siglo prehistórico. - mi amiga gruñe y se pone ambas manos en la cabeza.

Lo mismo pensé yo al enterarme de esta locura que mis padres me habían escondido. Según ellos mi abuelo era un hombre muy a la antigua y tenía una amistad muy cercana con los Hamilton, cuando el les informo yo era a penas una bebé por lo que nunca lo tomaron en serio pero mira.

- Míralo por el lado bueno y alégrate por mi. Solo serán unos meses - le guiño un ojo a Tara y ella suspira rendida.

- Ok, pero quiero un reporte cada día y al mínimo fallo me llamas. Nos vemos mañana en la Universidad- se despide mi amiga con un beso en mi mejilla y la veo partir aguantando la risa por las caras de amenaza que le hace a los guardias.

Pasada una hora ya estoy lista, pero antes de ir a la mansión decido hacer una parada dejando a mi gato con los guardias.

- Pero señorita...- intenta detenerme el que se presentó como la mano derecha de Alex, - el señor ordenó .

- Estaré ahí antes de que el señor lo noté- bajo del auto aprovechando el semáforo antes de que diga otra palabra.

Y camino rápido perdiendo las camionetas. El señor CEO puede esperar.

Aún cuando sea una boda de mentiras me niego a casarme con un oberol de mezqulilla con baba de gato.

Por lo que me dirijo al centro comercial perdiendome en una de mis tiendas favoritas dónde trabaja una de las primas de Tara.

- Hola Lucia- saludo a la agradable morena que me sonríe detrás del mostrador.

- Hola, ya te tengo apartado lo que Tara me pidió, aunque aún no entiendo porque se refirió a que fuera lo más parecido a un vestido de novia.

- Cosas de Tara- río sin querer darle detalles, no es que quiera que el mundo sepa que me voy a casar con Alex Hamilton el rey de la lencería. A parte el mismo específico a qué todo debe ser lo más confidencial posible.

- Como sea, sígueme - me guía hacia los vestidores mientras su compañera la cubre en caso de qué venga la jefa de la tienda.

- Bueno aquí estamos - me señala el sofá frente al espejo - Te deje ahi algunos de tú talla, cualquier cosa me dices.

Asiento agradecida prosigo a probarme los vestidos.

Al final termino con uno de volandas corto que me llega por encima de la rodilla y se acentúa a nivel de mi cintura. Con mangas de vuelo delicadas en los hombros . El precio sin dudas es lo que me hace jadear, ni en mis malditos sueños podría permitirme algo así. Pero gracias a Lucia yo y Tara podíamos vestir ropa cara a veces y decente para luego devolverla sin un daño al día siguiente sin que nadie saliera perdiendo.

Salgo de ahí complacida, y me apresuro a coger un taxi hacia la mansión Hamilton mientras muevo mis pies inquieta, enfundado en mis tenis blancos.

Al vestido sin duda le hubiera quedado mejor unos tacones, pero ya eso sería pedir mucho.

Curvas PerfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora