23- Sorpresa

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Berli

Dos semanas evitando las llamadas de Alex, siempre a la misma hora. A pesar que prometió darme espacio nunca ha dejado de llamar a casa de mis padres.

Deja mensajes de voz cada día que no he tenido valor de escuchar. La graduación es mañana y no me veo iendo ahí en un sillón de ruedas.

Sí antes mi cuerpo ya era suficiente para llenarme de inseguridades por momentos; ahora mismo veía todos mis sueños en picada.

Las palabras del doctor de daño en la médula espinal y rehabilitación se repetían en mi cabeza como una mantra castigadora. Así como los dolores que implican las curas de las quemaduras, la escallola en una de mis piernas.

Mi rutina en casa de mis padres se basa en dormir, despertar, conectarme en las redes sociales como una acosadora en el perfil de Alex, ignorarlo, no pensar en él. No mirarme en el espejo. Ignorar los constantes intentos de Tara por animarme y las conversaciones que quiere entablar mi madre sobre el matrimonio con Alex.

Miles de preguntas silenciosas mueren en mi cabeza,  todas basadas en sí no puedo volver a caminar. Si no siento jamás mis piernas como antes.

Entonces es como un puño que me aprieta el corazón y me impide respirar así como las pesadillas. Cierro la puerta para que nadie me escuche gritar. Y ni si quiera dejo entrar a mi madre cuando la despierto en las madrugadas con mis pesadillas.

Reconozco que estoy en un bucle pero no sé cómo salir y no sé si quiero salir, sí tan solo no hubiera salido esa noche. Quizas hasta el chófer de Alex estaría vivo.

- Cariño, Tara vino a verte- la voz de mi madre resuena desde la planta baja y siento los pasos en la escalera. Pero aún así no me muevo. Y me quedo mirando el sillón de ruedas a mi lado.

Lo odio tanto y las odio más a ellas. Miro a mis piernas y las golpeo en un ataque de ire mientras las lágrimas se precipitan.

- Berli, cariño abre- ambas golpean la madera.

- No quiero ver a nadie- grito en respuesta y se escucha silencio, casi me siento bien y a la vez vacía porque está ves no insistieran. Pero luego escucho la voz de Tara.

- Berlí, escuchame bien porque está vez no pienso moverme de tú puerta y ya tú decidirás si quieres hacerle eso a una mujer embarazada- hace una pausa y continúa- Llevas días encerrada en tú propio caparazón de miseria y Dios sabe que me ha costado mucho no sacarte de las orejas de esa burbuja de culpa contra ti y el mundo.- espeta enojada y por un momento me saca una sonrisa con lágrimas porque extrañaba ese lado gruñón de mi amiga.

- Solo te digo una cosa, la vida sigue y mientras tu estás aquí lamentándote y haciendo sufrir a los que de verdad le importas el Universo continúa girando. Mañana es el día que las dos hemos soñado desde que empezamos esa Universidad y me quito el nombre si no te llevo a rastras. Así que tienes cinco minutos para abrirme la puerta antes que le pida al vecino de al lado y a su brigada que derrumbe ese pedazo de madera y me devuelva a mi amiga.-

Ante mi silencio comienza a contar y se que es muy capaz de traer a quien sea y cumplir su promesa por lo que antes que llegue al cinco estoy girando la llave para tenerla frente a mí. Mi madre está justo detrás con los ojos aguados y mi amiga se agacha envolviendome en sus brazos.

- Te extrañe- susurra y está llorando como yo.

- Yo también loca- río y ella lo hace también- ¿En serio pensabas traer al vecino?

- Por supuesto, ya me conoces- me guiña un ojo y ambas nos adentramos en mi habitación mientras mi madre promete darnos espacio y traernos una merienda.

Curvas PerfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora