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Los cuatro niños respiraban agitados mientras entraban en el ascensor con luz tenue de color azul para tomar asiento en las cuatro sillas blancas en el reducido espacio.
Ahora, Chris movía su pies derecho intranquila al reconocer el semblante de su mejor amiga sentada frente a ella, no estaba loca entonces, no se lo imaginó.
—Les habló—Aseguró Percy colocando sin vergüenza alguna y con preocupación su mano en la rodilla de la castaña para que esta dejara de moverla, y así fue, cuando la chica regresó en si el rubio apartó la mano avergonzado.
Si su piel no estuviese tan lechosa y moribunda, seguramente sus mejillas estarían rojas por el atrevimiento, aseguró para apartar su vista de Chris a Annabeth.
—Alecto hizo lo mismo conmigo en el museo de Nueva York... ¿Qué les dijo?—Cuestionó impaciente, verlas de esa forma no le agradaba, algo malo estaba pasando por sus cabezas
—¿Esa era la Quimera?—Preguntó sorprendido Grover mirando a Equidna del otro lado con la sombra del mitológico animal antes que las puertas del elevador se cerraran—Creo... creo que era la Quimera ¿como logró entrar aquí?
Chris llevó sus manos a su cara para no perder la paciencia.
—¿Como pudo entrar un monstruo aquí? ¿Acaso no dijiste que no podría pasar? Es imposible, no puede entrar a un santuario, menos al de Atenea, ¿Entonces eso quiere decir que Atenea la dejó entrar? ¿Por qué haría eso?
—¡Cállate!—Exclamó con voz temblorosa la de ojos avellanas apartando sus manos de su cara para voltear hacia los chicos que la miraron sorprendidos, en ese instante Grover supo que algo andaba más que mal con ellas—Lo siento
—Chris... Annabeth—Llamó Percy molesto y preocupado, al parecer esa era la emoción que más había experimentado hoy por ellas—¿Qué les dijo Equidna?
—Dijo que mi impertinencia lastimó el orgullo de mi madre y que esa será mi condena—Relató la de trenzas mirando fijamente a mojado rubio de rizado cabello.
—¿Chris?—Inquirió hacia la hija de Artemisa que miraba sus manos, ¿Por qué le diría algo de Annabeth a ella también? No tendría sentido
Estaba preocupado por el silencio que guardó que le gritó a Grover, por alguna razón sabía que había algo más que no estaba diciéndole, algo que no quería que supiese pero no la obligaría a decírselo.
Incluso se le enojaba saber que si se lo decía podrían resolverlo juntos.
No la obligaría.
Millegan suspiró pesadamente y negó, si Atenea no la ayudaría a salvar a Percy, debían encontrar la manera de salir de allí.
—No lo entiendo ¿Impertinencia? ¿Qué tipo de...—Percy se calló de golpe al recordarlo—La cabeza de Medusa
