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Capitulo 14. 


Ryder.

Escucho las quejas de Merlín desde el baño, lleva una hora ahí metida desde que entramos en nuestras habitaciones luego de dejar a Haniel. Maldito gusano. No hemos intercambiado más de cuatro frases y ya quiero patearlo fuera de mi palacio, fuera de mi reino y lejos de mí rubia.

Los leones somos bastantes posesivos y territoriales. Y justo ahora quiero a ese idiota lejos de mis cosas.

Abro la puerta del armario y busco, gruñendo corro los montones de vestidos de Merlín, me detengo en uno rojo y levanto las cejas sonriendo. Es un vestido bastante interesante, casi puedo imaginarla con él puesto, la fina seda roja abrazando sus curvas y luego a mí mismo quitándolo... Mierda.

Saco una sudadera negra y unos joggers del mismo color, me saco la toalla húmeda que cuelga de mi cintura. Me pongo el jogger y luego la sudadera. Estoy calzando en mis pies un par de tenis cuando unas manos se envuelven alrededor de mi cadera. Giro la cabeza para mirar a la rubia sonriendo soñolienta mientras me abraza.

— ¿Pudiste limpiarte?

—Por supuesto.

Le sonrío un poco acariciando su mejilla con mi pulgar, ella suelta algo que parece un suave ronroneo que me hace reír y besar su mejilla.

—Saldré a dar una vuelta, descansa.

—Si tardas demasiado, iré a buscarte.

—Estoy seguro de que cuando vuelva vas a estar profundamente dormida. Hoy hemos estado bastante activos. —me burlo.

—Tienes razón, pero eso no me detendría. —asegura dejando un suave beso en mi mejilla y se tira en la cama.

—Duerme Merlín. Vuelvo rápido, ni siquiera notarás que no estoy.

—Cuídate cielo. —suspira cubriéndose con la sábana.

Lamo su mejilla haciendo que se queje. Riendo la vuelvo a lamer solo para molestar, ronroneo de forma inocente.

—Me voy.

—Sí, sí. —gruñe ella adormilada.

Le doy una última mirada antes de abrir la ventana y caminar sobre la baranda, por dicha no me está viendo o comenzaría a gritar. Cierro la ventana con delicadeza para que no descubra que he salido por aquí y no por la puerta. Usando mi cola para equilibrarme, camino por las barandas y ventanas hasta que trepó agarrándome de las grietas en las paredes y me dejo caer de pie en el balcón varios pisos más abajo.

Riendo con una oscura diversión me paseo por el oscuro balcón, dentro todo está silencioso. A paso sigiloso me acerco hasta las puertas de vidrio y veo como el ángel duerme profundamente en la cama.

Usando mis garras abro la cerradura en la puerta y entró mirando todo el lugar. Es una habitación bastante grande y las paredes están teñidas de un hermoso rojo carmesí, cualquiera podría confundirlo con pintura. Pero yo no, yo sé lo que es.

Escucho pisadas detrás de mí y miro a Scar entrar, en su hocico lleva un saco que desprende gotas de un espeso color rojo en todo el piso.

— ¿Qué traes ahí? —el león bufa y parece reírse, deja la bolsa de tela en mis pies y la empuja con su pata haciendo que todo el contenido se riegue sobre el piso, miro todo el desastre con diversión y luego al animal con ganas de reír. — Eres cruel.

Tomo la bolsa y saco todas partes de cuerpos mutilados, hay manos, cabezas, pies... bastantes cosas que seguro formaban parte de alguna cena de Scar, y algunas parecen estar en pleno proceso de descomposición.

Un Reino de Llamas y PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora