Epílogo

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Si había algo que Clarissa podía recomendar era no actuar por impulso.

Aquello lo había aprendido a fuerza hacia años.

Todavía era capaz de recordar los ojos dorados de la vampiresa bajo ella, el repugnante olor que hacía que sentidos se nublaran y en especial, aquellos filosos dientes que se encajaron con fuerza en su pata izquierda.

Pero lo que más nitidamente recordaba era el momento exacto en el que, con una pizca de remordimiento, arrancó la cabeza de la mujer y los crujidos de los restos del cuerpo seguían oyendose con claridad.

Era algo que aún la atormentaba por las noches.

Habían pasado quince años ya desde aquel suceso que había marcado un antes y un después en el mundo sobrenatural en el que se encontraban atrapados.

Clarissa suspiró mirándose al espejo del baño con el rostro lleno de sudor y su vientre aún hinchado.

Hacia unas horas había dado a luz a su quinto hijo pero cuando se disponía a descansar la imagen de la vampiresa volvía a ella.

No entendía como Isabella Swan seguía presente empañando cada dia feliz aún después de quince años.

-¿Ma?- La voz de su hija mayor la sobresaltó y la hizo volver a la realidad.

Clarissa suspiró sonriendo ligeramente.

La presencia de su hija le recordaba que su actuar había ido con una sola intención, proteger a sus hijos.

Y, gracias a Dios, lo había logrado.

-En el baño.

Los pasos ligeros de su hija se apresuraron por alcanzar a su madre.

-Ody.-Dijo Clarissa abrazando a su hija quien parecía alarmada abriendo sus enormes ojos color chocolate.

-Debes volver a la cama, mamá.-Dijo arrastrando a su madre de vuelta a la cama.

-Estoy bien, linda.

Odette Black, la que fue la primera loba en convertirse con solo tres meses de edad, ahora tenía quince años.

Su cabello pelirrojo había oscurecido con los años y ahora portaba un color castaño oscuro, más cercano al negro que al rojo.

Aunque su piel pálida seguía marcandola como hija de Clarissa.

Sus facciones finas y delicadas demostraban su juventud, aun cuando en la actualidad medía un metro con noventa centímetros, siendo cinco centímetros más alta que su madre.

-¿Dónde está tu padre?

Un gesto nervioso apareció en su rostro y Clarissa la miró divertida.

-Eh... Llevó a los mocosos donde tía Meg.

De repente la puerta de la habitación fue abierta por Mikael quien hacía movimientos ligeros de una lado a otro cantando una canción de cuna que hablaba de una garrapata y de una vaca.

-Shh-Dijo colocando al bebé en la pequeña cuna, Odette fue a su lado de inmediato colocando el atrapasueños en la parte superior de la cuna.

-Mis bebés -Dijo Clarissa mientras sentía sus ojos llenarse de lágrimas.

-Ma, no llores-Dijo Mikael acercándose a abrazarla, pronto Odette se encontraba del otro lado abrazandola igual de fuerte.

Mikael, por otro lado, había conservado el cabello pelirrojo, aunque era unos tonos más oscuros que el de su madre.

IMPRONTA || Jacob BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora