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M E G A N

Nos les voy a negar que ahora Esteban y yo tememos de Nicolás, estos últimos días ah cambiado mucho, nos trata diferente.

En este momento vamos de camino al evento empresarial del tal Edgar, esta última semana un espía, uno de los más importantes y famosos, nos estuvo entrenando a Esteban y a mi, hemos aprendido muchos trucos nuevos, ahora somos como maestros del disfraz.

Al llegar al lugar estacionamos un poco lejos del sitio, una ban negra se  posicionó enseguida, allí se encuentran todos los elementos y radios para poder comunicarnos con Nicolás desde la distancia.

—Bueno, ya todo está listo.—Exclamó Nicolás acercándose a Esteban y a mi, quienes nos estamos poniendo el traje de espía, la verdad esto me emociona excepto por la parte de matar al man ese.—Que empieza el plan.—Esteban y yo asentimos.

Nos pusimos la botas y los árense, ambos estábamos listos para empezar con la misión.

—Suerte chicos.—Nicolás se acercó, y nos abrazo ambos.

—Gracias.—Dijimos ambos al mismo tiempo.

Salimos sigilosamente de aquella ban, nos acercamos a la parte trasera del lugar, Esteban tiro el arnés y afortunadamente logró engancharlo, ambos comenzamos a trepar el gran mural, después de varios minutos por fin llegamos a una de las grandes ventanas, saque una de las llaves que los hombres de Nicolás lograron sacar del apartamento de Edgar esta mañana, quite el seguro a la ventana y logramos entrar.

—Iré por allí, nos encontramos en el ascensor.—Susurro Esteban, yo asentí.

Ambos nos separamos, cada uno tomó su camino, sigilosamente abría puerta y ventanas, buscando alguna pista o atajó para llevar a Edgar fácilmente.

En eso vi alguien entra a la habitación donde estaban, rápidamente me tiré al piso y me arrastré como serpiente, llegando hasta una gran mesa de madera blanca, donde me escondí.

—Donde te dijo que estaban las llaves.—Hablo un de los hombres de Edgar, o por lo menos eso supongo yo.

—Dijo que las llaves desaparecieron de su casa, es raro.—Respondió otro hombre.

—Es ridículo, no se deja cuidar, y todos nuestros compañeros dicen que sospechan que alguien atenta con su vida.—Hablo nuevamente el hombre de antes.

—Por lo menos si algo le pasa, está Héctor para seguir con el negocio familiar.

—Como sea, tenemos que irnos, pronto comenzará a llegar los invitados.—Ambos salieron del lugar.

Al ya no escuchar ruidos salí de la habitación, aún buscando nuestro objetivo, sin darme cuenta había llegado al ascensor.

—Lo encontraste.—Pregunto mi hermano acercándose a mi.

—No.—Respondí.

—Bajemos.—Ordeno, yo asentí.

Ambos entramos al ascensor, bajando al siguiente piso, sin contar quién nos esperaba en el piso cinco.

—Emma?—Hablamos ambos al mismo tiempo, al las puertas abrirse.

—Chicos...—Venía acompañada de dos escoltas.

Rogar || TOM KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora