Prólogo

15 1 4
                                    


Desde los cielos, divisados al principio como aves comunes, los dragones llevaron su vuelo lo suficientemente bajo como para que aquellos que juraban su inexistencia se atragantaran con sus propias patrañas y se dieran cuenta de su error

Los habitantes de la gran aldea en extensión se quedaron paralizados ante tal espectáculo, temerosos de lo que esos animales desconocidos podrían hacerles

Desde cada lado de la gran comunidad, dos jóvenes observaron a las místicas criaturas con algo más que temor y pánico en los ojos.

Admiración, eso era aquello que llenaba las miradas de esos adolescentes tan distintos pero iguales. Aquellos dos adolescentes cuyos destinos y los de sus familias cambiarían gracias a esos seres tan extravagantes que surcaban los cielos como si les pertenecieran

Un dragón encendió la triste fogata en el medio de la aldea, sin lastimar a nadie en realidad, y ambos se miraron a través de las llamas, jurándose a sí mismos que domarían a una de esas bestias antes que su contrario

Y así, con aquellas promesas silenciosas, nació una rivalidad que iba más allá de ellos, hasta llegar a las bestias que aguardaban por ambos como fieles corceles

Los reyes de los Dragones y la Piedra EsmeraldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora