(008).La balada de Lucy Gray Baird

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| The Ballad of Lucy Gray Baird | capitulo ocho |

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The Ballad of Lucy Gray Baird | capitulo ocho |

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Cornelia se despertó con el sudor cubriendo su rostro, el primer pensamiento que vino a su mente fue Lucy Gray en la arena.

— ¡Cornelia! ¡Dios mío! — Un par de brazos envolvieron el cuerpo enfermo de Cornelia. Tigris, su prima, tomó su rostro con ambas manos. — Nos tenías tan preocupados.

Cornelia la miró confundida. — ¿Los tenía? — Detrás de Tigris se pudo visualizar a Sejanus sentado encorvado en el sillón — Lucy Gray me ha salvado.

Tigris sonrió con cariño a su prima — Lo sé, está claro que se preocupan el uno por el otro — Tigris miró a su alrededor, las camillas estaban ocupadas por las personas que habían sido heridas. — Coriolanus estaba muy preocupado por ti.

— Sí, apuesto — Se burló Cornelia. Tigris y Sejanus informaron a Cornelia sobre los rebeldes y las bombas. Habían tres mentores hospitalizados: Cornelia, Androcles Anderson y Gaius Breen, que tenían asignados a los tributos del Distrito 9. Sus dos compañeros de clase estaban en estado crítico. Gaius había perdido ambas piernas, y casi todos los demás, ya fueran mentores, tributos o agentes de la paz, habían necesitado atención médica. Felix, hijo del presidente tambien fue victima de las bombas.

Cornelia solo fue herida en la pierna y tal vez la herida dejaría una cojera permanente, pero agradecía ser ella y no Lucy.

Lucy Gray Baird se encontraba bien, pero no por mucho tiempo, y Cornelia no tenía ni la menor idea de si los juegos continuarían a pesar del accidente de las bombas.

— ¿Cómo es que Coriolanus salió ileso? — Preguntó Cornelia con inseguridad. Por lo que sabía, su hermano era un imbécil torpe. Cornelia se lo habría imaginado debajo de los escombros, suplicando por ayuda y ardiendo en llamas. Sin embargo, el chico no se había presentado a visitarla.

Sejanus se encogió de hombros indiferente. — El chico gigantesco del doce, creo que lo protegió.

— ¿Han visto a Lucy Gray?

Tigris negó con la cabeza. — No han emitido las grabaciones del zoológico, pero debe estar bien. No fue mencionada en la lista de tributos muertos.

— Está bien, eso es bueno — Suspiró. Cornelia miró a Sejanus, notando el silencio — ¿Qué hay de Marcus? ¿Está él bien?

Y finalmente, Sejanus soltó la bomba al borde de las lágrimas. Marcus había escapado, lo que dejaba a un chico fuerte, desesperado y peligroso vagando por las calles de la ciudad. Una tapa de alcantarilla abierta indicaba que podría haberse metido en el Transportador, la red subterránea de vías y calzadas construida bajo el Capitolio, pero nadie estaba seguro.

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— ¡Lucy Gray Baird! — Lucretius Flickerman anunció a la audiencia. — ¡Ven aquí con esa guitarra, pájaro cantor!

Lucy Gray camino con confianza hacia Lucretius, el hombre sostenía una guitarra en sus manos, el diseño era un color blanco, alrededor de las cuerdas llevaba un hermoso diseños de flores bordado, parecia nueva y desde el clavijero colgaba una pequeña nota con letra pulcra y ordenada.

"Para mi querida Lucy Gray Baird,

Espero que te encuentres bien. No se me ha permitido visitarte, pero quiero que sepas que pienso en ti cada día. Me has salvado la vida, y como muestra de mi gratitud, te regalo la guitarra que solía pertenecer a mi madre. Confío en que estará en buenas manos contigo. Tu voz es un regalo divino en medio de toda la oscuridad del Capitolio. Por favor, úsala.

Saludos cordiales, Cornelia Snow"

Cornelia Snow. Lucy no la había visto desde las explosiones en la arena, y sinceramente, estaba demasiado preocupada por la chica. No había llorado mucho desde la muerte de su madre, pero ahora, con el obsequio que le había llegado, Lucy estaba segura de que Cornelia también ansiaba verla tanto como ella a Cornelia.

Lucy no lo admitiría demasiado pronto, pero había algo en Cornelia que aceleraba su corazón al verla. En lugar de sentir lombrices en el estómago cada vez que escuchaba sobre Billy Taupe, sentía mariposas y cosquilleos con Cornelia Snow. Y eso la estaba desesperando, pero también la había llevado a tomar una decisión: quería vivir para poder volver con Cornelia y expresarle su amor. Quería cantarle canciones en el lago del Distrito Doce, tal vez presentarle a su familia y dejarla unirse a Covey. Quería beber y bailar en el ajetreado Hobb con ella, y esperaba con todo su corazón que Cornelia sintiera lo mismo.

— Buenas noches, Capitolio. Distritos — habló por el micrófono. — Escribí esta canción sobre un niño de 12 y espero que la escuche.

— When I was a babe, I fell down in the holler. When I was a girl, I fell into your arms. We fell on hard times and we lost our bright color. You went to the dogs and I lived by my charms. — Lucy canto melódicamente. — It's sooner than later that I'm six feet under. It's sooner than later that you'll be alone. So who will you turn to tomorrow, I wonder. For when the bell rings, lover, you're on your own. I am the one who you let see you weeping. I know the soul that you struggle to save. Too bad I'm the bet that you lost in the reaping. Now what will you do when I go to my grave?

Lucy miro fijamente la camara y esperaba que Cornelia también la estuviera mirando.

— ¡Ding, ding, ding, ding! - Exclamó Flickerman, acercándose a su lado. — ¡Mira eso! Récord para la noche. El Capitolio definitivamente está mirando. La gente está enviando donaciones.

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Cornelia se encontraba actualmente en la jaula del zoológico, todo gracias a Lucy Gray Baird.

— ¡Lucy Gray! — Cornelia susurró desde la oscuridad, tratando de llamar la atención de la chica que estaba acurrucada contra sí misma para mantenerse caliente. — ¡Lucy Gray Baird! 

 Cornelia llamó un poco más fuerte y Lucy Gray se movió de su lugar en la roca, notando una figura esperando en la distancia. Lucy se apresuró a levantarse y caminar hacia Cornelia.

Cornelia sonrió al ver acercarse a la chica más baja. — ¡Lucy! ¡Lo que hiciste allí fue increíble! Estoy tan orgullosa...— Cornelia fue interrumpida por un par de suaves labios presionando contra los de ella. Luego de unos segundos de sorpresa, Cornelia le devolvió el beso, sin poder evitar poner todo su corazón y alma en el momento compartido. Las manos de Lucy encajaron perfectamente contra la mandíbula de Cornelia. Una lágrima se deslizó por la mejilla color oliva de Lucy, haciendo que Cornelia rompiera el beso y limpiara suavemente el rastro húmedo con su pañuelo.

—Encontraré una manera de ayudarte, Lucy Gray Baird.


SNOW ON THE BEACH,, Lucy Gray BairdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora