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   Las hojas anaranjadas volaban con la brisa del viento, las pocas que estaban en el suelo crujían bajo sus pies al pisarlas. Ya no quedaba ni una sola hoja en los árboles, eso explicaba las rafagas heladas y bruscas. El invierno estaba a la vuelta de la esquina y se arrepintió de inmediato el no haber llevado una bufanda, y es que se había levantado tarde, no le había quedado casi tiempo y salió a carreras de los dormitorios.

   Por sus actos de irresponsabilidad ahora se encontraba expuesta, fingiendo que aquello no le afectaba, no era de esperarse a que sus compañeros la vieran de manera extraña al no poseer ninguna prenda que la cubriera del clima bajo.

   Para su mala suerte, el director había indicado que daría una charla en la última hora, así que tendría que esperar un poco más para llegar a refugiarse en su cama.

   Cada segundo que pasaba la hacía tensar los hombros, miró a sus costados en busca de Shinsou, pero lo que encontró fue a un Bakugō sumergido en su bufanda, al parecer molesto. Solo unos minutos más y la charla dio por terminada cuando les ordenaron que hicieran una fila para salir en orden.

   Soltó un suspiro desganado al encontrarse ya en la salida, agarró con fuerza su mochila y empezó a caminar en dirección a su residencia. Daba zancadas grandes para llegar lo más pronto posible. Se estremeció al sentir una ráfaga de aire, su piel se erizó y fue un motivó más por el cual llegar rápido y meterse debajo de sus sábanas.

   Detuvo su caminar al fijarse en sus dos compañeros, ambos corrían mientras en sus manos poseían hojas secas que se lanzaban entre ellos (siendo en vano porque ninguna llegaba a tocar al contrario) Sus escandalosas risas solo hicieron que se quedará en su lugar, siendo espectadora de la diversión de ambos.

─¡Hey, Yamae!─ le grito uno de ellos entusiasmado ─¡Protegeme!

   El de cabellos azulados se colocó con agilidad detrás suyo, siendo ella la que recibió el impacto de las hojas en su rostro; esta vez si habían llegado a darle.

─¡Eres un tramposo! ¡No se vale que uses a Yamae como escudo!

   Una pequeña discusión surgió, uno pidiendo disculpas y el otro reprochando la injusticia cometida.

   Su vista estaba fija en el suelo rocoso, sus oídos eran los que realmente estaban captando lo que pasaba a su alrededor. Una nueva voz se unió a la conversación.

─¿Qué están haciendo? ¿Y porque Yamae sigue aquí en medio de tanto frío?─ Hitoshi miró al par de amigos, cruzándose de brazos al no recibir una respuesta.

   No dejó que articularan alguna palabra, simplemente tomó por los hombros a su amiga y la guió hasta los dormitorios.

─Estás helada ¿Acaso pensabas agarrar un resfriado?

   Negó y siguió caminando, estando en una burbuja de pensamientos que solo ella podía entender.

   Abrieron la puerta, pusieron un solo pie en la entrada cuando la voz autoritaria de Bakugō los hizo detenerse.

   El grupo del rubio se acercaba con emoción, Kaminari era el más entusiasmado de los cinco, solo basto que estuviera lo suficientemente cerca para lanzarse a sus brazos y estrujarla contra su pecho.

─¡Yamae chan! ¿Por qué estás tan fría? No te preocupes, mira─ sacó de su mochila una bufanda ─Yaoyorozu hizo una para todos, así que le pedí que hiciera una más para ti

   Enrosco la lana en su cuello, miró el color tan bonito que había escogido para ella; azul cielo. Una sonrisa quiso salir de sus labios, pero sin más se contuvo de hacerlo.

ᴄᴏɴᴇxɪᴏɴ | ʙᴀᴋᴜɢᴏ ᴋᴀᴛꜱᴜᴋɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora