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   Navidad era dentro de pocas horas, su clase estaba emocionada, tanto así que empezaron los arreglos desde temprano.

   Para su mala suerte no pudo ayudar en nada, cada que intentaba agarrar algún adorno, este mismo era arrebatado de sus manos con la excusa de: "Nosotros lo hacemos".

   Los comentaros pasivo-agresivo que le lanzaban algunos compañeros la hacian sentir incómoda, lo más curioso era que dejaban de tratarla de esa manera cuando estaba Shinsou presente. Era todo irreal que prefería mantenerse en silencio que buscar un conflicto innecesario.

   Vio desde el pasillo como la mayor parte de su clase reía y se sonreían con amabilidad y cariño, sintiéndose totalmente ajena a ello. Suspiró resignada antes de subir a su habitación. Debía despejar su mente y que mejor envolviendo los pocos obsequios que había hecho.

   Los había hecho con varías semanas de anticipación para asegurarse de que cada persona tuviera su muñeco. Su gesto tal vez no signifique nada para algunos, pero hacerlos pensando en esas personas que la tratan bien hacen que tenga un valor más allá de lo material.

   Las horas se le pasaron volando, le sorprendía lo rápido que pasaba el tiempo cuando hacía algo que le gustaba. Pasó su tarde envolviendo y haciendo otras cosas para despejarse.

   Se preocupó cuando vio la hora. Eran las 10 de la noche y saber que no ayudó con la cena le generó culpa. No tardó en bajar, rezando para que sus compañeros no se molestaran.

   Dobló la esquina hacía la sala, detuvo sus pasos de inmediato cuando se percató de que todos se encontraban sentados en los muebles, intercambiando palabras y gestos amigables. Solo le basto girar un poco su cabeza para fijarse en la mesa llena de comida y aperitivos para degustar a media noche.

   Otra vez ese nudo en la garganta, recordandole que esa navidad no sería la excepción a como habían sido las anteriores.

   Tuvo una leve esperanza de que hubiese sido diferente, pero como era de esperarse, no lo fue. Tal vez por eso esta ocasión había dolido más que las anteriores, porque pensó que al estar rodeada de gente lograría ilumar su débil corazón y escudarlo de aquellos recuerdos dolorosos.

   Había sido ilusa, a pesar de saber que los humanos no son lo suficientemente realistas, porque quieren ir por la vida idealizando todo y a todos sabiendo que nada es lo que parece. . . Aún así, ella decidió creer una última vez.

   No podía esperar nada de nadie.

   Un suspiro casi ahogado salió de sus labios, como una queja silenciosa, un suspiro tan ligero que nadie pensaría que estaba a punto de romperse si se quedaba un segundo más ahí.

   Sus pasos automáticos la llevaron hasta el ascensor nuevamente, oyendo las voces de sus compañeros como fuertes zumbidos que dismunian con cada pizada que daba. No le sorprendió que de un momento a otro una pequeña lágrima resbalara por su mejilla.

   ¿Cuándo había sido la última vez qué había llorado? No lo recordaba. . .

   En su memoria carecían recuerdos como lo eran la última vez que pudo permitirse ser débil. Pero aquellas imágenes de sufrimiento que pasó por durante años jamás logró encerrarlos. Eran una señal de que no importara a donde vaya, su pasado siempre iba a estar ahí, recordandole el monstruo repugnante que podía llegar a ser.

   Esos fragmentos de vida, siempre van a estar ahí. Comiendole la cabeza con preguntas que la llegaban a agobiar.

   ¿Por qué tuvo que tener un quirk? ¿Por qué su madre era así? ¿Por qué no pudo vivir una vida normal? ¿Por qué ella? ¿Por qué tuvo que estar viva?

ᴄᴏɴᴇxɪᴏɴ | ʙᴀᴋᴜɢᴏ ᴋᴀᴛꜱᴜᴋɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora