⛸️Capítulo 4⛸️

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Cara a cara

Aedus

La chica al verme se desmayó, no lo entiendo. ¿Por qué sentí algo familiar al verla? Sus ojos, sus hermosos ojos azules oscuros me hicieron sentir nervioso. No lo sé, sentí esa extraña necesidad de correr y sostenerla en mis brazos, pero me quedé quieto. Dejé que el pelirrojo la acostara en el sofá grande, mi madre fue en busca de un poco de alcohol.

La morena me miró, sus ojos claros están rojos.

—¡¿Por qué no la recuerdas?! —fruncí el ceño por su grito.

El señor de ojos azules oscuros se acercó a mi, no me moví. Sentí algo familiar al verlo, ¿por qué? Lo miré con expresión fría, él solo está pálido, hasta que negó.

—Vuelves después de la muerte, y no recuerdas al amor de tu vida, Aedus Barker —se me apretó el pecho al escucharlo.

—No es culpa de Aedus, Reece —Lauren se puso a mi lado. Él hombre la ignoró.

Se llama Reece, es el señor Morgan. Nuestro vecino, mi madre me explicó algunas cosas al igual que Cole.

Me alejé de ellos y caminé hacía donde está la chica, mamá hizo que oliera alcohol. Me quedé mirándola unos segundos, hasta que, lentamente fue abriendo sus hermosos ojos oscuros. Todos se alejaron, solo me quedé yo a su lado. Ella ladeó la cabeza, trató de levantarse apoyándose sobre sus codos. Sus ojos conectaron con los míos.

Algo se me vino a la mente.

Mack.

¿Así se llama? ¿Por qué se me vino ese nombre a la mente? Me duele mucho la cabeza, no sé por qué. Me levanté, soltando una maldición.

La chica se levantó con ayuda de la mujer mayor de ojos azules claros, algo en ella me hizo sentir familiar.

Maldita sea.

¡¿Qué me pasa con esas personas que acaban de llegar?! 

—Esto..., tiene que ser un sueño —me giré para poder verla.

Me quedé quieto, cuando comenzó a caminar hacía mi, él corazón me late con fuerza. Sus mejillas se empapan de lágrimas, su rostro es muy pálido. Su nariz está roja, se ve tierna así. Su cabello es largo, le llega por los codos y está de un marrón claro.

Todo quedó en silencio, ella alzó su mano, la llevó a mi rostro. Sentí una corriente por todo mi cuerpo cuando su mano tocó mi piel, es fría. Tragué grueso con fuerza, mi mirada bajó a sus labios rosados.

—Mi... Aedus —susurró con la voz entrecortada.

Levanté una ceja.

—Yo no soy tuyo, ni de nadie — dicté con frialdad, a ella pareció dolerle. Porque sus ojos se cristalizaron más.

¿Por qué tiene que llorar? ¿Por qué odio verla llorar?

—¿No... me recuerdas? —negué por su pregunta —. Soy yo, soy Mackenzie. Como siempre te ha gustado llamarme, Mack. ¿No recuerdas? —volví a negar.

—No sé quién eres, chica —fue lo que dije.

Tomé su muñeca y aparté su mano de mi rostro, es muy pequeña. Ella negó.

—Tienes que recordarme, por favor. Soy Mack, maldita sea —volví a negar —. Tienes que hacerlo...

—No puedo — aclaré.

Ella sollozó.

—¿Tan rápido olvidaste todo lo que vivimos...? —la miré, interesado.

—Kenzie —mi mamá se acercó, ella la miró —, es peligroso obligarlo a que recuerde, hija...

Always stayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora