⛸Prefacio⛸

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Todos los niños disfrutan de la fiesta de Cole que está muy feliz con su disfraz de pirata, la otra niña de ojos grandes y azules oscuros sonrió al tomar un trozo de pastel de fresa. Ella ladeó la cabeza mirando todo su alrededor lleno de niños divirtiéndose en el trampolín, se dio cuenta que falta otro chico.

Arrugó el entrecejo al no verlo y suspiró, cubrió el pedazo de pastel con una servilleta y empezó a caminar al otro lado del jardín de los Barker.

—¡Kenzie! —se giro hacía Cole que la miró confundido —. ¿A dónde vas?

—Voy a..., le llevaré un pedazo de pastel a Nana —mintió ella y él asintió.

—Vale, pero no te tardes. Ya ha oscurecido y acuérdate que nuestro jardín es muy grande —ella asintió varias veces.

—De acuerdo, ¡luego nos vemos! —se dio la vuelta y empezó a caminar.

Por alguna razón, ella sabía a qué parte del jardín de los Barker ir. Había ido una tres veces a ese lugar y le encanta demasiado.

Su vestido de princesa se llenó un poco de tierra pero no se detuvo, siguió caminando un tanto nerviosa.

Cuando llegó, se detuvo unos segundos viendo al chico que se encuentra sentado en el columpio, mirando el cielo. Él va vestido de espía todo de negro y, eso a ella le agradó de alguna manera.

—Esperemos no nos corra, Kenzie —se dijo a si misma y luego sacudió la cabeza. Tomó varias bocanas de aire y avanzó hacía él, que aún no se ha percatado de su existencia.

—¿Qué quieres ahora, mocosa? —ella se detuvo bruscamente a su lado y sus mejillas se tornaron rojas de la vergüenza.

Él chico no la mira, tiene sus ojos clavados en el cielo.

—¿Cómo sabías que era yo? —le preguntó bajito, mirando el trozo de pastel en sus manos.

—Porque lo sé y ya —masculló y Kenzie se sintió una boba.

Pasó unos minutos en silencio, donde solo se escucha la brisa golpear, Kenzie no sabe qué hacer. Se ha quedado paralizada al lado del chico pelinegro sin saber qué decir.

«Piensa, piensa » se alentó así misma.

Por más que buscara las palabras, no salían nada de su boca. Se mantuvo callada con la nariz arrugada. Odia cuando él don antipático la deja callada y no puede encontrar las palabras. Eso la frustra.

—Yo solo... quería traerte pastel, Aedus  —habló por fin Kenzie, él se quedó por unos instantes perplejo y luego la miró.

—¿Qué? —fue lo único que dijo Aedus.

Kenzie se encogió de hombros.

—No estabas cuando picaron el pastel y decidí traerte un poco, pero veo que solo te estoy estorbando. Lo siento mucho —se dio la vuelta con los ojos llorosos y empezó a caminar con el trozo de pastel en sus manos, sintiéndose mal consigo misma.

—Mocosa —se detuvo, abruptamente —, puedes quedarte —se giró con la vista nublosa y lo miró sin comprender. Él ahora está de pie.

—¿No te molesto? —inquirió ella, Aedus tensó la mandíbula y luego asintió. Eso hizo sonreí a Kenzie —. Vale —volvió a caminar hacía él y le extendió el trozo de pastel, lo tomó y ella suspiró aliviada, porque había pensado que se lo rechazaría.

—¿Quieres hacer algo? —le frunció el ceño a Aedus que dejó el plato de plástico con el trozo de pastel en el columpio.

—¿Cómo qué? —le preguntó ceñuda. Se encogió de hombros —. ¿Podemos bailar mi canción favorita? —juntó sus manos mirándolo, entusiasmada. Aedus parece ahora arrepentido de haber dicho ello.

—No —Kenzie lo miró con mala cara.

—Vamos, te lo pido, ¿si? Siempre he querido bailarla con alguien.

—Pues hazlo con Cole.

—Él no le gusta esa canción.

—A mi tampoco.

—Ni siquiera sabes cuál es.

Aedus suspiró, ahora derrotado.

—De acuerdo —aceptó —, pero solo serán unos segundos —ella aplaudió y pegó varios brinquitos.

—¡Gracias, gracias!

Él tomó su celular del columpio y Kenzie le dijo el nombre de la canción, Aedus hizo una mueca y ella rodó los ojos.

Cuando la melodía empezó a sonar, el pelinegro dejó de nuevo su celular en el columpio y soltó un largo suspiro.

En cambio Kenzie que está un poco nerviosa y, a la vez muy emocionada de poder bailar su canción favorita.

Aedus se acercó a ella con cautela sin querer hacer algo que la pueda incomodar, Kenzie tomó sus manos frías y él se tensó por completo.

—Solo baila don antipático y olvídate de todo —le susurró ella, él tragó saliva.

Entones, Aedus le hizo caso. Se dejó llevar por la melodía de la canción y complació a Kenzie bailando con ella, manteniendo un poco la distancia entre ellos. A Kenzie le dio igual, porque ya está acostumbrada a que él se aleje de ella siempre.

Sus ojos conectaron y Kenzie le sonrió ampliamente, lo que nunca se esperó fue que él le diera una pequeña sonrisa que, la dejó perpleja por unos segundos.

Aedus sabía que esa noche podía ser la última vez que iba a poder ver sus hermosos ojos azules oscuros. Se iría dentro de una semana.

Cuando la canción terminó, ambos siguieron mirándose en silencio. Las estrellas brillan más y eso hace que Kenzie vea un cierto brillo en los ojos esmeraldas de Aedus.

—Te voy a extrañar, mocosa tonta —susurró bajo.

Kenzie frunció el ceño.

—¿Eh? —él parpadeó varias veces, dándose cuenta de lo que acaba de confesarle.

—Yo te voy a extrañar...

—¡Kenzie!

Aedus se alejó por el llamado de la Nana de Kenzie.

—Me tengo que ir, ¡nos vemos! —se puso de puntitas y le dio un corto beso en la mejilla. Aedus se quedó helado sin moverse y sin poder decir nada —. Muchas gracias por el baile y come el pastel, don antipático —le dijo y después corrió de nuevo hacía donde están los demás invitados.

Vio a su Nana que suspiró aliviada al verla.

—Dios, niña. Me había asustado —murmuró, tomando la mano de Kenzie que se encogió de hombros.

—Lo siento, es que quería estar sola unos segundos —su Nana se detuvo y la miró, se agachó frente a ella, observándola.

—¿Está todo bien? —le preguntó, preocupada.

—Nana, ¿en el amor se sufre? —inquirió de repente Kenzie, la mujer parpadeó varias veces al escucharla —. Es que... me causa curiosidad.

Ella sonrió.

—Lo entiendo, mi niña —acomodó el cabello de ella y la miró a los ojos —. Escucha esto, Kenzie —la pequeña asintió varias veces —. Siempre sufriremos en el amor. No todo es color de rosa, mi niña. Hay amores que no son perfectos, pero eso no quiere decir que sean malos.

Kenzie se quedó con el ceño fruncido, preguntándose a si misma si sufrirá en el amor.

Always stayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora