Epílogo.

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Siete años después:

— Mamá mira Carlos no me quiere dar mi muñeca — me dice mi pequeña hija Ester . Hacía cinco años que había llegado a nuestra vida, ella y Carlos mi otro hijo que ya tenía siete años casi ocho eran definitivamente una bendición.

— Carlos por favor devuélveme la muñeca a tu hermana — le digo mientras estoy en la cocina cortando unas frutas.

— Pero mamá ella me rompió mi cometa — dice refunfuñando .

— Cariño seguro fue sin querer ¿porqué no despiertas a tu padre que se quedó dormido en el sofá y le pides que te ayude a hacer otro? — mi pequeño enseguida asiente y tras devolverle la muñeca a su hermana se va corriendo en dirección a la sala .

Carlitos nuestro hijo era un niño precioso, era casi idéntico a su padre , solo que en vez de tener el pelo castaño lo tenía negro como el mío y además sacó el carácter mío ya que era un poquito gruñón, al contrario de su hermana Ester que era muy alegre como su padre . Mi pequeña salió con el pelo un chin más claro que el de su hermano y sus ojos negros como los míos. A Carlitos le encantaba jugar al fútbol con su padre sin embargo a Ester le encantaba pasar el tiempo conmigo.

Hoy era 8 de mayo, se cumplía un aniversario más de Carlos y yo estar juntos. Mi marido había llegado a ser uno de los empresarios más prestigiosos del país , yo era una talentosa diseñadora , mi amigo Rubio continúo trabajando con nosotros y convivía felizmente con su esposa Anna . Amanda se había ido de nuestra empresa hace años atrás , escuché que se había casado en Roma con un empresario italiano. A Nataly nunca más la hemos visto. Mis padres y mis suegros siempre estaban apoyándonos en todo y nuestros hijos no salían de encima de sus abuelos que no paraban de hacerle regalos y de llevárselos a pasear .
Hace siete años atrás Carlos y yo nos habíamos casado, recuerdo como pasamos nuestra luna de miel en París como siempre soñé .

El Ferrari se deslizó por las calles empedradas de París, dejando atrás el bullicio del aeropuerto. Estaba aún aturdida por el viaje, me aferré al brazo de Carlos, mientras sus dedos se entrelazaban con los míos. A través de la ventanilla, París desfilaba como un sueño: la Torre Eiffel, imponente y majestuosa, iluminada por miles de luces; el Sena, con sus reflejos de luna, murmurando un canto a la noche; las calles adoquinadas, llenas de cafés y restaurantes, con el aroma a café recién hecho y a pan crujiente, seduciendo sus sentidos.
Cada rincón de la ciudad parecía respirarme el alma. Paseamos por los Jardines de Luxemburgo, sintiendo la brisa acariciar nuestros rostros, el aroma de las rosas llenándonos el corazón de paz. Subimos a Notre Dame, suspirando ante la grandiosidad de la catedral gótica y mientras Carlos me abrazaba con fuerza, yo le susurré : "Es como si estuviéramos en un cuento de hadas." El me besó intensamente.

En la noche, recorrimos las calles, el aire impregnado de la música de los acordeones callejeros y el sonido de las risas en los cafés. Bebímos vino tinto en una terraza, observando la ciudad que se extendía ante nosotros, con sus luces titilando como estrellas en la oscuridad. Cada momento juntos, fue como una página de un libro romántico, escrito con tinta de pasión y amor.

La luna de miel en París se convirtió en un viaje a través de la historia, el arte y el amor. Un recuerdo imborrable en nuestras vidas, un tesoro que guardamos en nuestro corazón. El hotel era un sueño hecho realidad, la recepción, adornada con flores frescas y candelabros de cristal, emanaba una calidez acogedora. Subimos por una escalera de caracol de madera oscura, con barandillas de hierro forjado, hasta llegar a la habitación.

La habitación, decorada en tonos pastel y con muebles modernos, tenía un balcón con vistas a la ciudad. La cama, con sábanas de lino blanco y almohadas mullidas, invitaba a amarnos durante toda la noche. La luz tenue de las lámparas de araña creaba un ambiente íntimo y romántico.

Entre El Amor Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora