Lobo

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No volví a reunirme con Lucas las siguientes tres semanas. 

De hecho, no volví a verlo merodear por los pasillos desde entonces.

Traté de convencerme de que tal vez su ausencia se debía simplemente a un capricho suyo, a no querer verme. Quizás la confesión de su crimen en el congelador lo hizo sentir incómodo e incapaz de compartir los detalles habituales de la semana conmigo.

Por lo que continúe con las listas yo sola en mi habitación, reflexionando cada vez que notaba algún cambio en la rutina a la que ya me había acostumbrado.


Miércoles 24 de Enero

El policía de melena rubia de la guardia matutina se reportó enfermo y fue sustituido por el moreno fornido.

A las 13:00 hrs, una gran nube cubrió el sol, pero no hubo lluvia.

No vi a Lucas por el pasillo.


Dejé la pluma en la cama y me recosté frustrada después de escribir la nota sobre Lucas en la pequeña libreta roja.

¿Por qué me afectaba tanto que desapareciera tan de repente? 

"Quizá porque él fue quien me convenció de ayudarle en primer lugar, guiándome hasta el faro en una salida estúpida y arriesgada por la playa", pensé en respuesta, mientras acomodaba la suave almohada en mi cabeza y acariciaba el borde blanco de tela que la cubría.

—Me voy a volver loca en este lugar —pronuncié en voz alta.

Dándome cuenta de la cantidad de veces que había estado hablando sola entre esas cuatro paredes desde que llegué a St James.

La habitación estaba casi sumida en la oscuridad de la noche, a excepción de la pequeña lámpara sobre mi escritorio, que permanecía encendida. En ciertos momentos, la luz solía fluctuar y parpadear, haciendo que la cálida iluminación amarilla desapareciera por fracciones de segundos, pero bastaba con ajustar un poco el cable para que volviera a funcionar con normalidad.

Miré la nota en mi libreta nuevamente y presté atención a la fecha. Nos encontrábamos casi en Febrero y sentía que aún estábamos lejos de poder escaparnos en unos meses por la seguridad del edificio. 

Debía redoblar mis esfuerzos o arriesgarme a prolongar mi tiempo aquí por una búsqueda de tesoro aparentemente trivial.

Con esta idea en mente, me puse de pie y me abrigué con la sudadera de algodón naranja del armario. Salí sin hacer mucho ruido y caminé por el pasillo en dirección a las duchas. Sin embargo, al pasar frente a la habitación de Olivia, escuché su risa resonar fuertemente desde el hueco de luz que se filtraba debajo de la puerta.

Me acerqué y, sin poder evitarlo, pegué la oreja a la puerta.
Me quedé unos segundos ahí, imaginando si estaría con alguien dentro, tal vez con Annie, y la fuerte risa podría haber sido provocada por alguno de sus agrios chistes de mal gusto.

De pronto, escuché pasos acercándose y di un salto hacia atrás. 

La puerta se abrió de golpe, revelando a Olivia bañada en sudor, vistiendo su deportivo negro con su pantalón de algodón naranja colgando peligrosamente bajo sus caderas.

—Escuché algo y me pare de golpe —traté de excusarme al instante, sintiéndome torpe.

Su mirada irradiaba seguridad y una sonrisa asomó en sus labios mientras tomaba mi brazo para llevarme a su habitación. Y una vez dentro, con mejor iluminación, pude notar gotas de sudor en su frente.

ARABELLA: La herencia de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora