Iluminación

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Desperté en un pequeño cuarto blanco. La única compañía era una cama estrecha sobre la que yacía recostada, y un inodoro en la esquina.
Intenté incorporarme, pero un dolor punzante en la nuca me detuvo en seco.

Mi intento de llevarme las manos a la cabeza reveló que estaba esposada con el mismo dispositivo blanco de huella inteligente que recordaba de mi llegada a la isla.
Con cada movimiento, las pulsaciones en mi nuca se volvían más molestas, pero a pesar del dolor, me puse de pie para examinar el lugar. Cuatro paredes blancas, iluminadas por un bombillo de luz blanca, dándole al cuarto un aire clínico y siniestro.

"Lucas", "Olivia".

Mis pensamientos se dirigieron instantáneamente hacia mis amigos mientras corría hacia la puerta, gritando en busca de ayuda. Sin embargo, mis gritos fueron en vano, pues nadie acudió al llamado.

Un sabor metálico en mi boca me alertó, y al pasar la lengua por mis labios, supe que la sangre se deslizaba por mi barbilla. Recordé el violento encuentro con el guardia, y una punzada de migraña empezó a martillar mi frente nuevamente.

Instintivamente, me arrojé al suelo, presionando mi cabeza con ambas palmas en un intento inútil de mitigar el dolor. Acaricié mis sienes, buscando alivio, y tras unos minutos de inútil masaje cerebral, me levanté, cambiando mi enfoque.
Me repetí a mí misma —El dolor fortalece al campeón—. Recordando las mismas palabras de mi entrenador en el ring, cuando sentía que ya no podía dar mas de mí en una pelea.

Mis gritos resonaron nuevamente, pero el silencio persistió. Por lo que me senté en el borde de la estrecha cama, imaginando lo peor tanto para mí como para mis amigos.

La ausencia de sonidos del exterior me llenó de angustia. Y finalmente, tras lo que pareció una eternidad, la puerta se abrió.

La directora entró, flanqueada por dos guardias. Su mirada se encontró con la mía, y con un gesto, indicó a los guardias que aguardaran afuera. 

La puerta se cerró con un sonido sordo, dejándonos completamente a solas.

—¿Dónde están Olivia y Lucas? —pregunté con urgencia, apretando los dientes.

Una sonrisa retorcida se dibujó en los labios de la directora, mientras acariciaba su larga trenza con un aire tenebroso.

—Eres más astuta de lo que imaginé. Desde que te vi rondando la fuente, supe que serías curiosa, pero no me esperaba que llegarías hasta aquí —murmuró, con sus ojos grises reflejando sutil asombro.

Aceptando que no obtendría información sobre la ubicación de mis amigos, reflexioné sobre las curiosas ideas que me habían llevado hasta ese lugar, concluyendo con la imagen de la fuente que había visto en el primer piso del faro.

—La fuente significa redención, ¿cierto?

La directora pareció sorprendida por mi afirmación. Y antes de que pudiera preguntar algo, la interrumpí apresuradamente.

—La fuente de la sección naranja tiene grabadas las siglas S.J.C. Pensé que era por Saint James College, pero la roca del faro tenía grabado en el borde "Saint Jesus Christ" —añadí furiosa, con un mechón de cabello cayendo sobre mi frente sin que pudiera apartarlo. Pues ni siquiera intenté quitarlo, las esposas no me lo permitirían.

Mi abuela era muy religiosa, y sabía lo que el agua significaba para su religión. 

Me había hablado de ella cada domingo que estuvo con nosotros, mientras repasaba conmigo la lectura dominical del día. Por eso me había llamado tanto la atención la fuente, porque la resultó ser un recuerdo arraigado en mi subconsciente, advirtiéndome sobre algo.

ARABELLA: La herencia de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora