Dolovan

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Con las esposas apretadas en mi espalda y las manos aún manchadas con el líquido espeso de Finneas, ascendimos por las escaleras de caracol del vestíbulo que conducían al despacho de la directora en el segundo piso.

Los guardias manejaban mi cuerpo con hostilidad mientras nos dirigíamos al final de las escaleras. Allí se encontraba una imponente puerta doble de nogal oscuro, sobre un reluciente suelo de mármol blanco.

Ingresaron un código en las puertas y, tras unos segundos, se abrieron, revelando el interior privado de la oficina de la directora de St James.

Un candelabro dorado colgaba sobre mi cabeza, sostenido por un techo verde que se extendía por las cuatro paredes de la habitación, decoradas con retratos señalados como los antiguos directores de la institución.

Observé una pequeña fuente al lado del escritorio, donde asumí que la directora se sentaba. También noté un mueble con cajones en una esquina, junto a la fuente, y me percaté curiosa de que cada uno de los cajones tenía una cerradura inteligente.

Consciente de que probablemente me llevarían al faro, siguiendo el ejemplo de Lucas, y anticipando la gravedad de la situación, asumí que me dejarían en aislamiento durante al menos un par de semanas.

Finalmente, me sentaron en uno de los mullidos sillones negros frente al escritorio, y los guardias permanecieron en silencio por lo que pareció extenderse durante una larga hora, hasta que las puertas se abrieron de nuevo tras nosotros.

La alta figura de la directora avanzó de manera intimidante, recorriendo la habitación hasta situarse en la cabecera del otro lado del escritorio frente a mí. Agradeció a los guardias con un gesto de cabeza y estos abandonaron la habitación, dejándonos completamente solas.

—Finneas estará bien, en caso de que le preocupe.

—En realidad no —admití con seriedad, evitando fingir frente a esa mujer de mirada escalofriante. Sabía que no había nada que pudiera decir que me salvara del castigo que estaba a punto de recibir.

La directora inclinó la cabeza y se relamió los labios con una expresión burlona, semejante a la de un gato que está a punto de devorar a su presa. Recargó su cuello en sus muñecas, con los codos apoyados en la mesa, y me inspeccionó detenidamente, como si estuviera buscando alguna señal que pudiera salvar mi caso. Sin embargo, todo estaba en mi contra.
Mi ropa aún tenía manchas sobre el uniforme y mi cabello platinado estaba lo suficientemente alborotado como para inculparme de todo.

—Tu padre, Maximus Dolovan, es un hombre bastante indulgente, ¿no es así? — una pregunta comenzó a formarse en mis labios, pero ella la interrumpió de inmediato. —Vaya, defender a su hija a capa y espada es algo que solo el amor de un padre puede hacer. Sobre todo, si la persona frente a mí no tiene ninguna clase de salvación a su condición.

Era consciente de que se refería a la furia que llevaba dentro de mí, a esa parte que ella consideraba irreparable. La parte que no merecía ser salvada.
Sin embargo, una ligera duda surgió en mi interior, preguntándome si eso era lo único a lo que se refería.

—He llegado a un acuerdo con tu padre y, después de convencerme de lo beneficioso que podría ser una compensación para el instituto, hemos decidido darte otra oportunidad para redimirte y poder graduarte con el resto de tus compañeros —me quedé inmóvil al escuchar esas palabras. No podía creer que después de lo que había hecho, no hubiera un castigo adecuado. No encajaba con la imagen que se proyectaba en las pantallas fuera de esta isla. Era un lugar que se presentaba como carente de cualquier indulgencia, destinado a reformar a sus jóvenes problemáticos. 

Algo no cuadraba.

—Eso es todo, puedes irte. Y espero sinceramente no verte de nuevo en esta oficina, Arabella Dolovan.

Me levanté de mi asiento justo cuando los guardias reaparecieron por las puertas. 

Después de pasar un sensor por mis esposas, estas se liberaron de mis muñecas a la espalda. Y me dejaron ir, con un torbellino de preguntas dando vueltas en mi cabeza.

ARABELLA: La herencia de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora