Desición

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Me llevaron de nuevo al colegio, en donde permanecí en mi habitación custodiada durante las dos semanas restantes de clases. No volví a saber de Olivia o de Lucas. Y tampoco intentaron llevarme de nuevo a la fuerza en la avioneta.
Mi padre finalmente comprendió que no podía obligarme a hacer nada fuera de esta isla, donde al menos aún existían algunos derechos humanos.

La mañana de "graduación" los alumnos formaban un círculo en el césped mientras la directora les brindaba palabras de aliento en medio de un discurso de felicitación. Y anunció que hablaría con cada uno de ellos en su oficina para entregarles su carta de salida.

Desde la ventana del comedor, observaba la escena bajo la mirada vigilante del guardia más imponente de todo el complejo, cuyos hombros eran tan anchos que parecía poder quedar atascado en una puerta convencional. Pero para su suerte, todas las puertas en el instituto eran de doble puerta, permitiéndose entrar sin dificultad a cualquier lugar.

Mis ojos recorrieron el rubio cabello de Erick, reflexionando sobre cómo se enteraría en unas pocas horas de todo lo que sucedía aquí, y sería obligado a firmar un contrato similar al de su media hermana. La repentina desaparición de Olivia y la mía lo había puesto alerta. Sin embargo, no se les había dado ninguna explicación al respecto.

Me preguntaba cómo reaccionaría Annie ante la revelación de su contrato de matrimonio; seguramente con, al menos, una fuerte maldición.


Finalmente, terminada la ceremonia, fui conducida de inmediato al vestíbulo con las escaleras de caracol, ascendiendo hasta la cima de la oficina de la directora.

La imponente puerta doble de nogal, de un tono claro y brillante, se abrió al introducir los guardias el código manual. Y una vez dentro, me condujeron hacia uno de los mullidos sillones negros de terciopelo, ubicado frente a un imponente escritorio.

Me deje envolver por el lujoso despacho y una media sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar la escena de mis puños impactando en Fineas, la misma escena que me había llevado a este lugar unas semanas atrás.

Los guardias se retiraron, otorgándome la momentánea libertad de su vigilancia. Por lo que me dirigí hacia la fuente detrás del escritorio, donde observé las siglas S.J.C. grabadas en la roca.
Mi atención se desvió hacia el texto en cursiva tallado justo debajo de las siglas. Y me acerqué para descifrar las pequeñas letras.

Finalmente, solté una risa amarga.

Retrocedí unos pasos y volví a sentarme en el sillón frente al escritorio, a esperar con la inquietante frase aún resonando en mi mente: "El agua hirviendo como símbolo de destrucción (Génesis 6-9), el agua helada como símbolo de limpieza (Éxodo 30:18)".

Al final, la temperatura del agua si tenía significado, uno confuso como todo aquello que tenía que ver con esta perturbadora secta, disfrazada de escuela.


Después de unos minutos, las puertas detrás de mí se abrieron de nuevo y entró el chico de la foto, aquel que estaba asociado con mi expediente y el contrato de matrimonio. Su mirada denotaba una obvia confusión al verme allí.

Sus rizos rojos caían sobre sus saltones ojos azules, que exploraron el despacho con curiosidad antes de detenerse al tomar asiento en el sillón junto al mío.

—¿Arabella? — preguntó con una expresión confundida.

 —¿Qué estás haciendo aquí?

Su tono entusiasta sugería que no tenía la menor idea de lo que estaba a punto de suceder, probablemente imaginando que estaba a punto de firmar su liberación para regresar a casa. Y antes de que pudiera explicarle nada, la puerta se abrió de nuevo, y la directora Vance ingresó elegantemente vestida con un saco blanco y su larga cabellera atada en una coleta alta. 

ARABELLA: La herencia de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora