XIV

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Angelina

Leo manejó dos horas para llegar a su casa, en un inicio Gemma intentó establecer una conversación pero no puse de mi parte para ello, lloré casi todo el camino hasta que pude controlar todo obligándome a no seguir.
El abogado explicó que podría ver a mis hermanos cada semana, mi fin de semana podría ser de ellos, el resto de la semana tenía que quedarme con Leo y su esposa. No me agradaba, hasta Nate lo dijo, era una bruja.
El auto se estacionó frente a una casa enorme, tenía un jardín lindo y una fuente en el centro de este, obviamente discutí con todas las personas posibles pero no conseguí nada.
Al tener completa custodia decidía absolutamente todo, desde el cambio de escuela hasta que iba a comer. Ni siquiera pude despedirme de Nan, afortunadamente Theo estaba en la entrada junto a Amelie. Todo el progreso que habíamos formado con el tiempo ahora se desvanecía.

—Bienvenida, Ange— Leopoldo abrió la puerta, extendiéndome su mano. Sin tomarla bajé del auto, caminando a la cajuela para tomar uno de los baúles, tirando un poco de el para bajarlo pero en eso llegó un hombre.

—Yo me encargo, señorita, lo llevaremos a su habitación— habló el plural, haciéndole seña a otro.

—Gracias— musité recorriéndome, observando a Gemma ahora —¿Puedo ir a mi habitación? Estoy cansada.

—Es casi la hora de la cena, cariño, puedes descansar después de esta.

—No tengo hambre— respondí llegando a las escaleras.

—Vas a cenar, no está a discusión— Leopoldo se deshizo de su abrigo —Vamos, te daremos un recorrido.

—No lo quiero, quiero descansar. Estoy cansada— repetí observándolo.

—No es momento de discutir, Angelina, obedece.

—¿Para esto me trajiste? Estaba muy bien con Nate y Sam, solo llegaste para joder las cosas. Ya ni siquiera tengo algo con el duque y son mis decisiones meterme en problemas, no de ellos.

—Te traje porque no son capaces de cuidarte como se debe, entra a la casa.

—¿No son capaces? ¿Se te olvida que intentaste hacer? Tú no eres capaz de cuidarme.

Su postura se relajó un instante —Lo que hicimos estuvo muy mal...no debimos dudar así de ti, mucho menos intentar forzarte a eso. En realidad lo sentimos, Ange, te debemos una disculpa enorme.

Subí un escalón, observándolo sin pronunciar palabra alguna, entré a la casa inspeccionándola con atención. Todo estaba impecable.

—Iniciemos por acá— Gemma llevó sus manos a mis hombros, guiándome a un pasillo.
Su casa era más grande que la mía, pero no tenía nada en similar, aquí no había calidez, ni siquiera un poco.
Me mostró la biblioteca, el jardín, la cocina, la estancia, la sala, la oficina de Leo y finalmente el comedor.
Todo estaba listo para la cena.

Tomé asiento cuando un chico recorrió la silla, después de darle las gracias dejé la servilleta entre mis piernas, recostándome en el respaldo. No tenía ni un poco de hambre.

—Tu uniforme está en el armario, la escuela está cerca de aquí y es buena, casi tan buena como la anterior.

Asentí levemente, recibiendo la entrada que fue una ensalada.
Tenía que empezar de cero otra vez, nueva escuela, sin conocer a nadie, sin tener idea de nada. No me ilusionaba ni un poco.

Tomé el tenedor, tomando un trozo de pepino, llevándolo a mi boca. Ya encontraría la manera de zafarme de esto.

—No sabía que el duque y tú habían dejado todo.

𝓓𝓮𝓼𝓬𝓸𝓷𝓸𝓬𝓲𝓭𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora