XV

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Angelina

Cristina.

—¿Cristina qué?

—No lo sé...pero es importante, Talia.

Con cierta duda asomó su cabeza hacia afuera —Tienes 15 minutos.

—Muchas gracias.

Comencé a buscar en los expedientes el nombre de esa chica, en mi fin de semana con Nate y Sam charlamos de muchas cosas. Una de ellas es que tenía punto menos al no tener esposa, no podía darme una "madre" o una figura materna como supuestamente debería de hacerlo Gemma.

Había varios expedientes con ese nombre, pero pocos de ellos se acercaban a las fechas.
Fui revisando cada uno hasta topar con las características que Sam había dicho.
Chica de familia rica, un hermano mayor que asistió a esta escuela al igual que ambos padres, además no tenía fecha de terminación. Se había ido, justo como lo dijo Sam.

Arranqué la primera hoja guardándola en un bolsillo de la falda, al menos tenía una dirección.

—¿Talia?— susurré junto a la puerta, esperando a que la abriera.

Cuando así fue salí de la oficina quedando a su lado, necesitaba mandarle una carta a Leopoldo o a Gemma informando que tenía un trabajo con ella, eso no era mentira y se los había mencionado antes. Pero buscaría la manera para investigar a esta chica, alguna respuesta debía de existir.

—Una cosa más...necesito hacer esto, en verdad lo necesito. Puedo hacer el trabajo yo sola y mañana te doy tu parte.

—¿Cómo crees, Ange? Nos dividimos las cosas, tú selecciona los primeros cinco temas y yo los otros.

—Gracias, Talia.

—No hay de qué...¿Necesitas que te lleve?

—¿Puedes hacerlo?

—Claro que si ¿Tienes la dirección?

—Si, es esta— le mostré la hoja.

—No está muy lejos, llegarás rápido.

—Voy a pagarte esto, te lo prometo.

—Descuida...se ve que lo necesitas, solo espero que encuentres lo que tanto buscas.

Sonreí siguiéndola hasta su auto que nos llevó a la casa de la familia Astor. Nerviosa abrí la puerta sin esperar al chofer, esto podría definir muchas cosas.

—Nos vemos mañana, gracias de nuevo.

—Nos vemos mañana, Ange.

Al bajar del auto este tomó su camino habitual. Tomando una bocanada de aire toqué la puerta, esperando tener una respuesta positiva.

—Buenas tardes ¿Puedo ayudarla?

—Si...— observé a la mujer rubia de ojos azules, tal vez era su madre o algo así, no llevaba ropa de empleada —Busco a Cristina Astor.

Las cejas de la mujer se alzaron con sorpresa —¿A Cristina?

—Si ¿Sabe dónde puedo encontrarla?

—Hace muchos años se fue de aquí, jovencita...

—¿Sabe a dónde?

—¿Para que la necesita?

—Es un tema personal.

—Entonces no puedo ayudarla.

Ver cómo comenzaba a cerrar la puerta me alarmó —Soy Angelina Van Windsor— suspiré aliviada cuando paró, volviendo a salir.

𝓓𝓮𝓼𝓬𝓸𝓷𝓸𝓬𝓲𝓭𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora