XI

1.3K 64 13
                                    

Nathaniel.

Angelina.

—Fue un accidente.

Con una seña le ordené que entrara a la oficina, sus ojos me recorrieron con la intención de analizar algo.

Terminó por pasar, cerrando la puerta detrás de ella, tomó asiento en el sofá donde soltó un largo suspiro comenzando a juguetear con sus dedos.

—Se que estuvo mal pero es mi amigo, estar encerrada aquí sin poder hacer nada me va a volver loca.

—Loca ya estás— me levanté tomando rumbo a ella, llevando conmigo el botiquín.

—Es de familia, supongo.

Sonreí suavemente, sentándome a su lado, tomando sus manos para limpiar con un pañuelo los pequeños rasguños.

—Estoy bien— se alejó.

—Déjame— pedí tendiendo mi mano, tardó unos segundos en volver a extender las suyas. Con el algodón humedecido limpié las zonas cercanas a los rasguños —Deberían saber que no es juego hacer eso.

—Lo se— respondió apretando un poco su mano cuando rocé una de las pequeñas heridas.

Al terminar arroje el algodón a la basura, soltando sus manos las que llevó a su regazo. Levanté su mentón para buscar su mirada pero apenas sus ojos toparon con los míos volvió a desviarse.

Dejando el tema de lado, sobe su espalda, no sabía cómo actuar con ella.

—Ange— capté su atención —Perdóname, de verdad. Se que te hice daño y nada de lo que diga va a justificarlo— me relajé cuando me observó —No debí reaccionar de esa manera, mucho menos castigarte así de molesto, créeme que me arrepiento.

Se quedó callada, volviendo a juguetear con sus manos como distracción —¿Por qué estabas tan molesto? Se que no fue correcto comportarme así pero había algo más, siempre que te insulto reaccionas con más calma.

—Fue un día difícil, Ange, tenía demasiadas cosas encima.

—¿Qué cosas?

Sabía que no iba a quedar conforme hasta que no tuviera una respuesta, no me gustaba mentirle ni ocultarle cosas. Ya bastaba con el secreto que cargábamos todos.

—Comenzaron el trámite para pelear por tu custodia.

—¿Leo?

—Si...los abuelos lo están apoyando y no hay forma de comprobar lo que pasó, no tenemos ninguna prueba para que el juez lo considere.

—Algo podemos hacer, no se las pueden dar solo así, el negocio ya no va mal, ya entré al instituto, tengo a la institutriz esa...— mordió su labio —Lo siento.

—Descuida, a mi tampoco me agrada mucho.

—Ya me castigaste mucho, Nate, no la necesito. Ya se tocar piano, tejer, pintar, por favor quítamela.

—Ya lo veremos— iba a quitársela, en verdad no la necesitaba del todo —Pero si, tengo más oportunidad que él para ganar. El problema es la esposa.

—¿Leo tiene esposa?

—Si— hice un gesto torcido, era una bruja esa mujer —Esperemos que no te toque conocerla pronto.

—Nate...

—Dime, amor.

—¿Por qué no buscas a alguien? Eres un muy buen partido para cualquier mujer.

—A veces no es tan fácil.

—¿Estás enamorado de alguien?

—Justo ahora no.

𝓓𝓮𝓼𝓬𝓸𝓷𝓸𝓬𝓲𝓭𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora