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Albert no podía dejar el pueblo sin supervisión, ya que los monstruos están atacando constantemente, el principe Albert dejó a cargo al segundo caballero, Loid Haste para proteger el reino mientras él sale a encargarse de entregar el libro a Claris, sabe que yendo solo es más probable que sea atacado y nadie pueda ayudarlo pero era un riesgo que tomaría si quiere que toda esta matanza termine de una vez por todas. Mientras montaba su caballo, Loid se le acerca.

-es peligroso ir solo, señor- Pronuncia Loid con preocupación

-estaré bien. Tú protege el pueblo en mi ausencia, intentaré no durar muchos días lejos...

-tenga mucho cuidado, Principe Albert-

El mencionado asiente y se va en su caballo, al estar en los adentros del bosque prohibido, aparecieron tres bestias los cuales rodearon a Albert mientras le gruñían, la primera bestia se le abalanzó haciendo que Albert se lanzara del caballo y comenzara a defenderse para no morir antes de completar su misión, que es entregar el libro.


Alvarist ya había salido de las fronteras del reino elfo, se encontraba por el mismo río en dónde encontró al principe Azhir y a la señorita Almería Claris antes, siguió el camino del río cuesta arriba hasta llegar a la cascada que se encuentra dentro del bosque prohibido, ya se estaba oscureciendo, decidió descansar un rato allí.

Encendió una pequeña fogata, las noches comenzaban a ser más frías por la temporada de invierno. La elfina estuvo a punto de irse cuando unos ruidos la hicieron colocarse en alerta, con sus agudos oídos escuchaba unas pisadas, algo torpes y lentas. Jadeos constantes como si le faltara el aire, sacó su daga de plata y sigilosamente se acercó en dirección a dónde provenían los paso, esperó a que se acercara un poco más y luego sorprendió al enemigo lanzándose encima logrando derribar al contrario notando al fin que era un simple humano que está muy herido.

Llevaba puesto una armadura magullada, la elfa deduce que fué por alguna pelea que lo ha dejado tan mal herido -¿Estás bien?...

El hombre jadeaba, exhausto y herido.

El haber peleado solo contra esas tres bestias lo dejó agotado, sin fuerzas y muy mal herido, fué un milagro que saliera con vida. -....No.... No lo estoy...ugh...- la elfa observaba detenidamente al hombre.

Tocó suavemente sus heridas y mientras conjuraba un hechizo de sanación inspeccionó con la vista al hombre más detallamente pero la oscuridad no ayudaba y la pequeña claridad que daba el hechizo no era suficiente. Después de terminar de conjurar, ayudó al hombre a levantarse y llevarlo cerca de la fogata, le intrigaba saber porqué estaba él solo tan adentro del bosque prohibido.

-¿Por qué un simple humano se atrevió a entrar en este bosque tan peligroso?-

Albert observó detenidamente a la mujer, orejas puntiagudas, piel blanca como porcelana y ojos verdosos.

-una elfo- pensó Albert.
-busco...tu pueblo....Claris... Está con ustedes...



Claris observaba a Azhir con sorpresa ante su pedido, saber que deben compartir habitación, ya que el cambia formas no quiere apartarse de su lado, ya le era bastante vergonzoso. Y ahora él quería que durmieran juntos en su cama-nido, Claris quería estar a su lado pero temía a qué Azhir no pueda controlarse.

El cambia formas notó la inquietud de la joven, sonrío al ver cómo arrugaba la frente y la duda afloraba en su rostro, no pudo evitar reír con faena dejando una Claris confundida.

-¿En qué estas pensando? Solo quiero tenerte cerca, no pretendo hacerte nada que no quieras-

Claris observaba esos rojizos ojos que brillaban con un amor tan puro, llenos de felicidad. La joven acunó el rostro de Azhir entre sus manos y le dió un cálido beso, dejando al joven sorprendido y aún más enamorado de Almería Claris.

El Último Cambia Formas DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora