CAPITULO 019CRISTIAN ROMERO
Después de la conversación con Lisandro, no sabia muy bien qué hacer, sus palabras se repetían sin cesar en mi mente y hacían que me cuestionara las verdades a las que me había aferrado durante todos esos años. Me sentía exhausto y debía ponerle fin al torbellino de mis pensamientos, de modo que me cambié y me fui al gimnasio. Tras una rutina agotadora y exigente, me duché y subí directo al despacho.
Pensaba que Lisandro me buscaría con la intención de continuar con la conversación, algo que quería evitar, pero estaba ocupado en la cocina y no siquiera me miró cunado pasé por delante.
En mi mesa me esperaban un plato con sanguches y todo lo necesario para cebar unos mates. Miré las cosas un instante y después, tras encogerme de hombros, me zambullí en los documentos que había llevado a casa. No volví a verlo hasta primera hora de noche.
"La cena está lista si tienes hambre." Alce la vista y entrecerré los ojos.
"Cristian, necesitas luz." Atravesó la estancia y encendió el flexo de mi mesa mientras meneaba la cabeza. "Y quizás una gafas, me he dado cuenta de que te acercas mucho las cosas para poder leer."
Baje la vista, consciente de que lo que decía era cierto.
"Te pediré cita." Se ofreció al tiempo que sonreía. "Dudo mucho que ese deber recaiga en los hombros de tu asistente personal."
Me vi obligado a reír entre dientes mientras ponía los ojos en blanco. El viernes, cuando le presente la lista a Richarlison de sus obligaciones, el me sorprendió con otra lista de su propia cosecha. Los asistentes personales de Aimar Ing. Eran una especie totalmente distinta de lo que habitaba las oficinas de A.F.A. Inc.
Su deber era el de ofrecerme apoyo, organización y, en alguna ocasión, llevarme el almuerzo, pero no estaba allí para hacerme café, para tostarme un bagel ni para recoger mis ropa de la tintorería. Decir que me puso en mi sitio sería quedarse corto. Tuvo la amabilidad de indicarme dónde se encontraba la enorme sala de descanso del personal, de enseñarme a usar la maquina del café, y de señalarme dónde estaban los bagel y el resto de la comida que Lionel se encargaba de que siempre estuviera disponibles para sus empleados.
Lisandro se fue muerto de risa cuando le conté la historia.
"¡No tiene gracia!" le grite en aquel momento.
"Desde luego que la tiene." Replicó con sequedad desde el otro extremo del pasillo.
Debía admitir que estaba en lo cierto. No iba a morirme si tenía que levantarme para ir en busca de un café era una buena manera de estirar las piernas. De todas formas, tenía la impresión de que Richarlison me prepararía un café con poca espuma y el que so de untar brillaría por su ausencia en el Sanguche, como a mí me gustaban.
"Por Dios, me estoy haciendo viejo." Refunfuñe. "Gafas para leer." Él se echó a reír.
"Sí, estas muy mayor a tus 31 años. Te pasará nada. Estoy seguro de que conseguirás que te sienten bien." Enarqué las cejas mientras lo miraba.
"¿Ah, ¿sí? ¿Me estás diciendo que estaré todavía más bueno con gafas?"
"Yo no he dicho nada. Es mejor no alimentar tu ego. La cena está en la cocina, si te apetece."
Resoplé mientras apagaba la luz y lo seguí hasta la cocina, un poco receloso. Algunos de los recuerdos más nítidos de mi infancia eran los constantes desavenencias entres mis padre. Mi madre era como un perro con un hueso, incapaz de ceder un ápice. Insistía en repetirle siempre lo mismo a mi padre, hasta que al final acababa estallando. Me preocupaba que Lisandro intentara retomar la conversación anterior, pero no lo hizo. En cambio, me enseño una muestra de color mientras comíamos.

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Acuerdo de Matrimonio
FanfictionCristian no tiene mas remedio que recurir a su insufrible asistente para proponerle el plan mas descabellado se su vida que pondra su mundo de cabezas. Esta es una adaptacion, todos los derechos corresponden a su autora original. CutixLicha Posible...