CAPITULO 007LISANDRO MARTÍNEZ
Me detuve en la acera situado frente al edificio del señor Romero y miré la alta estructura. Era intimidante y exudante riqueza, con ese diseño de hormigón y cristales tintados que se alzaba sobre la ciudad, y me recordaba el hombre que vivía en su interior. Frio, remoto e inalcanzable. Me estremecí un instante mientras contemplaba el edificio y me pregunté qué hacía yo en aquel lugar.
Estaba situado a diez minutos de la residencia y había llegado a tiempo. La visita a Laura no había sido agradable. Estaba molesta e irritada, y se había negado a comer o hablar conmigo, de manera que me había marchado pronto. Me sentí decepcionado. Se había portado muy bien durante toda semana y esperaba que ese día la tónica fuera la misma. Que pudiera hablar con ella tal como acostumbrábamos a hacer, pero no ha sido así. en cambio, solo había conseguido que la frustración empeorara mí ya estresante y extraño día. Me había marchado de la residencia de ancianos alicaído y sin saber el motivo por el que el señor Romero quería verme.
El señor Romero.
Ya me tenía confundido por el hecho de pedirme que fuera a verlo a su casa esa tarde. Su comportamiento durante el resto del día había demostrado ser igual de extraño. Cuando regreso de su reunión, me pidió otro café y una media luna.
¡Me lo pidió!
No lo exigió, no masculló, ni cerró de un portazo. Al contrario, se detuvo delante de mi mesa y me pidió con educación el almuerzo. Incluso me dio las gracias. Otra vez. No salió de su despacho durante el resto del día, hasta que llegó la hora de marcharse a casa, momento en el que se detuvo delante de mi mesa y me preguntó si tenía su tarjeta de visita. Murmuré un *Sí* como respuesta, él asintió con la cabeza y se fue, sin dar el menor portazo.
Me tenía intrigadísimo, hecho un manojo de nervios y con un nudo en la boca del estómago. No sabía qué pintaba yo en su casa, ni por qué me quería allí.
Tomé una bocanada de aire para tranquilizarme. Solo había una forma de averiguarlo. Cuadré los hombros y crucé la calle.
Cuando el señor Romero abrió la puerta, intenté no mirarlo fijamente. Nunca lo había visto con un atuendo tan informal. El traje gris hecho a medida y la prístina camisa blanca que solía llevar desaparecido. En cambio, llevaba una camiseta de manga larga y unos vaqueros, e iba descalzo.
Por algún motivo sentí la tentación de reír entre dientes cuando vi que tenía los dedos de los pies tan largos, pero contuve la extraña reacción. Me invitó a pasar con un gesto y se apartó de la puerta para que pudiera hacerlo. Sostuvo mi abrigo y después nos miramos en silencio. Nunca lo había visto tan incomodo. Se llevó una mano a la nuca y carraspeó.
"Estoy cenando, ¿Le gustaría acompañarme?"
"No me apetece." Mentí moría de hambre.
Él hizo una mueca.
"Lo dudo."
"¿Cómo dice?"
"Está demasiado delgado. Necesita comer más."
Antes de que pudiera replicar, me aferró el brazo por el codo y me condujo hasta la barra separaba la cocina del salón.
"Siéntese." Me ordenó al tiempo que señalaba los taburetes altos y de asiento tapizado.
Consciente de que lo mejor era no discutir con él, me senté. Mientras él se adentraba en la cocina, eché un vistazo por el amplio y enorme espacio. Suelos de madera oscura, dos enormes sofás de cuero de color marrón chocolate y paredes blancas que enfatizaban la amplitud de la estancia. Las paredes estaban desnudas, salvo por un gigantesco televisar situado sobre la chimenea. No había fotos ni recuerdos personales. Hasta los muebles parecían desnudos. No había cojines ni mantas por ninguna parte.

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Acuerdo de Matrimonio
FanfictionCristian no tiene mas remedio que recurir a su insufrible asistente para proponerle el plan mas descabellado se su vida que pondra su mundo de cabezas. Esta es una adaptacion, todos los derechos corresponden a su autora original. CutixLicha Posible...