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CAPITULO 006














LISANDRO MARTÍNEZ














"No lo entiendo." Murmuré por teléfono mientras intentaba mantener la calma. "No he recibido ninguna notificación acerca de la subida."

"Lo sé, Joven Martínez. Recibimos la orden hace dos días, por ese motivo lo llamo para comunicarle al cambio."

Tragué saliva para deshacer el nudo que tenía en la garganta. Doscientos euros más al mes. Tenía que pagar Doscientos euros más."

"¿Me ha oído, Joven?"
"He dicho que la nuevas tarifas se aplicarán desde el día uno."

Miré el calendario. Faltaban dos semanas.

"Pero ¿Es legal siquiera?"

La mujer al otro lado del teléfono suspiro, compadeciéndose de mí.

"Es una residencia privada, Joven Martínez. Una de la mejores de la ciudad, pero se rige por sus propias reglas. Hay otros sitios a los que podía trasladar a su tía, residencias controladas por el gobierno con cuotas fijas."

"No." Dije de inmediato. "No quiero hacerlo. Está muy bien cuidada e integra."

"Nuestro personal es el mejor. Hay otras habitaciones, semiprivadas, a las que podría trasladarla."

Me froté la cabeza, frustrado. Esas habitaciones no tenían vistas al jardín, ni espacio para los caballetes y los libros de arte de Laura. Se sentiría desdichada y perdida. Tenía que mantenerla en su habitación privada, costase lo que costase.

El señor Romero entró en ese momento y me miró fijamente. Titubeé antes de decir nada más, sin saber si se iba a detener, pero siguió andando, entro en su despacho y cerró la puerta despacio con un clic apenas audible. No me saludó, aunque tampoco salía hacerlo, a menos que fuera para gritarme o soltar algún regaño, así que supuse que la extraña llamada que me había obligado a hacer lo había satisfecho.

"¿Joven Martínez?"

"Discúlpame. Estoy en el trabajo y mi jefe acaba de llegar."

"¿Tiene alguna pregunta más?"
Quería decirles a gritos: ¡Sí! ¿Cómo diablos se supone que voy a conseguir otros cuatrocientos euros más?, pero sabía que era inútil. La mujer trabajaba en el departamento de contabilidad, no tomaba las decisiones.

"Ahora mismo no."

"Tiene nuestro número."

"Sí, gracias." Colgué, ellos, desde luego, tenían el mío.

Clavé la vista en la mesa con la mente hecha un torbellino de ideas. Me pagaban bien en A.F.A. Inc. Yo era uno de los asistentes personales mejor pagados porque trabajaba a las órdenes del señor Romero."

Era horroroso trabajar para él y el desprecio con que me trataba también era más que evidente. Sin embargo, lo hacía porque así conseguía dinero entras, que invertía en totalidad en el cuidado de Laura.

Acaricie con la yema del dedo el desgastado contorno del protector de la mesa. Ya vivía en el sitio más barato que había encontrado. Me cortaba el pelo yo mismo, compraba la ropa de segunda mano y mi dieta consistía en fideos instantáneos y en mucho dulce de leche barato y mermelada. No gastaba dinero en nada y aprovechaba cualquier oportunidad para ahorrar.

El café era gratis en la oficina y siempre había muffins y galletas. La empresa me pagaba el móvil y, cuando hacía buen tiempo, iba al trabajo andando para ahorrarme el billete de autobús. Muy de vez en cuando, usaba la cocina que había en la residencia de ancianos para preparar galletas con los internos y llevaba algunas al trabajo. Era una forma silenciosa de compensar todo lo que me llevaba.

Acuerdo de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora