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CAPITULO 017











CRISTIAN ROMERO























Esperé en la cocina, paseándome de un lado para otro mientras me colocaba bien la corbata una y otra vez. El dichoso trapo no se aplastaba por más que lo intentara, como si me hubiera olvidado cómo hacer un nudo Windsor en condiciones. No se debía a los nervios. No tenía motivos para estar nervioso, Lisandro y yo simplemente íbamos a pronunciar unas palabras, a firmar un documento y a quitarnos de encima el requisito del matrimonio. Otra parte más de mi plan algo sencillo, sin significado alguno.

Le di otro tirón a la corbata de seda. ¿Por qué no se quedaba es su sitio, joder?

"Cristian, como le des más tirones, te vas a quedar sin ella. ¿Qué te ha hecho la pobre corbata?" alcé la vista, sobresaltado. Lisandro estaba en el vano de la puerta y parecía tan nervioso como yo, aunque estaba mucho más guapo.

"¡Vaya!"

Llevaba un traje sencillo de color blanco que le ceñía la estrecha cintura y remarcaba sus delgadas y redondeadas caderas. La parte superior era un saco cruzado y debajo una delgada blusa que dejaba a la vista cuello estilizado.

Llevaba el pelo sobre la frente de forma natural, le hacía ver increíblemente atractivo. El tono del traje le sentaba de maravilla, lo miré hacia abajo y nuevamente hacia arriba con aprobación, daba un aire elegante y hasta angelical.

Me acerque a él y le tome la mano para llevármela a los labios.

"Estas precioso." Lisandro bajó la mirada y después enderezó los hombros.

"Gracias."

"No, soy yo quien debe darte las gracias."

"¿Por qué?"

"¿Por donde quieres que empiece? En primer lugar, por haber aceptado este acuerdo. En segundo lugar, por ceñirte a tu palabra, aunque tengas todo el derecho del mundo a mandarme a la mierda." Extendí un brazo y me enrosqué un mechón de su pelo entorno a un dedo. Era suave y agradable al tacto, coloque el mechón tras su oreja en un gesto algo cariñoso. "Y, por último, por ser mejor persona que yo." Añadí con tal sinceridad.

Lisandro tenía los ojos brillantes.

"Es lo más bonito que me has dicho desde que nos conocemos."

"Lo sé, no he hecho un gran esfuerzo por dejar de ser un idiota, ¿Verdad?" enfrenté su mirada y me negué apartar la vista. "A partir de ahora lo intentaré con más ahínco."

Lo vi morderse el interior de un carrillo con fuerza.

"Oye, no hagas eso." reí entre dientes al tiempo que le acariciaba la cara con un dedo. "Nada de sangre el día de nuestra boda."

Esbozó una sonrisilla. Me incliné para recoger el regalo que le había comprado y le ofrecí el ramillete de flores.

"Son para ti."

"¡Cris!"

"He pensado que te gustarían." Dije, un tanto avergonzado.

Lisandro enterró la nariz en las flores.

"Me encantan." Frunció el ceño. "¿Y tú?"

"Me niego a llevar ramo." Sonreí de forma burlona con la intención de aligerar la seriedad del momento.

Él movió la cabeza mientras sonreía y se acerco a un cajón para buscar algo. Tras mirar el ramo, eligió una rosa que procedió a contar con cuidado y después me la coloco en el ojal de la solapa. Esos pequeños dedos obraron su magia y me colocaron la corbata en su lugar. Acto seguido, le dio unas palmaditas a la prenda de seda, satisfecho.

Acuerdo de MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora