...Quiebre...

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Yong y Nuru estaban en el cuarto de la princesa, evidentemente afectados por la perdida de Varian y preocupados por el estado de Hugo. El rubio era fuerte, sí, pero una perdida así no era cualquier cosa. 

Tal y como Elinor se los había dicho al enterarse del deceso de Varian y la situación de Hugo: “Uno siempre enloquece un poco al perder a un ser querido”

Y aquella frase no podía definir mejor el estado del rubio.
Ni Yong ni Nuri lo habían ido a ver desde que les pidió un tiempo a solas, pero el hecho de que el cuarto en el que estaba estuviera tan silencioso y tranquilo era suficiente para decirles a ambos que el chico definitivamente no la estaba pasando bien, para nada.

— ¿Crees que sea buena idea idea ir a ver cómo está? — El asiático proveniente del reino de fuego acariciaba a un cabizbajo Ruddiger para tratar de reconfortarlo un poco — Ya han pasado seis horas...

— Sabes cómo es Hugo — Nuru por su parte hojeaba de forma distraída un libro tratando de distraerse de su dolor un poco — Puede que no le guste mucho vernos...

A Yong pareció no gustarle la idea.

— Pero estar ahí, solo en ese cuarto sin ningún consuelo... Varian no habría querido que...

Su voz se quebró.
“Varian”. Decir ese nombré dolía ahora.

El chico entonces lloró sin poder evitarlo. Estar sin el alquimista que los había unido a todos provocaba que el ambiente se volviera triste y pesado.
Era injusto, Yong lo había llegado a ver cómo el hermano mayor que siempre había deseado tener y ahora no estaba ahí.

— Hey, tranquilo... — La princesa entonces dejó el libro para abrazar a su amigo, dejando salir un par de lágrimas — A él tampoco le habría gustado verte llorar...

— Y menos le habría gustado que dejaramos a Hugo solo en esa situación...

Yong entonces caminó hacía la puerta del cuarto seguido de Ruddiger, antes de detenerse al escuchar la voz de Nuru hablar por lo bajo.

— Bueno... Siendo justos en parte se lo merece... Él fue quién...

— Se que no te cae del todo bien... Pero no hay necesidad de ser tan cruel.

Con eso el menor del grupo salió del cuarto junto al mapache, dejando a la princesa consternada.
Claro, Yong mentiría si dijera que no estaba ligeramente molesto con el rubio por ser quién provocó todo, pero había sido un accidente, lo sabía.
Además si él ya se sentía devastado ante la perdida de Varian... sencillamente no se imaginaba cómo debía estar Hugo.

Mientras avanzaba hacía su destino pensó en la conexión que el ex-ladrón tenía con Varian. Vamos, los había visto pelear, los había visto ir confiando en el otro poco a poco... Además la forma en la que ambos se miraban era única.

“Yong... Si Varian me odia y decide que no quiere verme después de esto... Cuídalo bien, ¿si?”

Esas palabras no venían de alguien que solo pensaba en usar a las personas y ya. No.
Hugo realmente amaba al chico y... Seguramente debería estar devastado.

Cuándo finalmente llegó a la puerta dónde el ojiverde estaba, tocando la puerta un par de veces con cautela, espero con todas sus fuerzas que aquello saliera bien.

La respuesta del mayor llegó un par de segundos después, temblorosa y débil.

—¿Varian?...

Dios, esto iba a ser difícil.

— No, lo siento... — Yong casi podía ver la expresión de decepción del rubio a través de la puerta antes de abrirla y entrar al cuarto, sonriendo nerviosamente — Soy solo yo.

Hugo seguía sobre la cama, observando sin mucho interés la ventana a su lado mientras Olivia hacía toda clase de piruetas y saltos para tratar de llamar su atención.
Ni siquiera movió la cabeza para observar a Yong cuando entró.

— Ohh, hola ...

El experto en pirotecnia podía sentir la decepción en aquellas palabras como si fuese algo palpable, haciéndolo sentir aún peor.

— Hola... ¿Cómo te sientes?...

— Estoy bien... — El ojiverde finalmente giró su cabeza para mirar al menos. Sonriendo muy, muy ligeramente. — Sobre lo de hace rato... Lo siento... No debí hablarles así.

Yong sonrió esperanzado al oír eso. Era un progreso, por pequeño que fuera.

— Nah, descuida, todo bien. — Aseguró, tomando asiento en la cama a un lado de Hugo — Es decir, después de habernos traicionado y todo eso creo que ya nada de lo que hagas puede afectarme.

Para su sorpresa, el ojiverde rió un poco. Fue una risa sin ganas y llena de tristeza, pero una risa al fin y al cabo.

— Buen punto... — La relativa sonrisa del rubio se esfumó cuando vió al mapache saltar a la cama. Lo observó fijamente durante algunos segundos, completamente inmóvil y callado, antes de que todo su cuerpo se estremeciera. —¿Ru-Ruddiger?... Si tú estás aquí quiere decir que...  ¡Varian! ¡Tiene que estar cerca! ¡Necesito verlo!...

El menor tuvo que calmarlo y contenerlo para que regresara a la cama.
Aunque claro, decirlo era más fácil que hacerlo. Lo cierto es que nunca había visto a Hugo tan alterado, era como si por un momento hubiera olvidado todo conscientemente todo lo que había pasado.
Y fue aterrador.

— Hugo... él ya no está, ¿recuerdas?...

— Pero... Pero yo... El mapache... él...

Las lágrimas volvieron a recorrer las mejillas del exconvicto cuándo volvió a ser consciente de la situación, antes de caer en cuenta de la mirada preocupada de Yong.
Por dios, ¿que estaba haciendo?

— ¿Cuándo puedo irme de aquí?...

— Oye, la caída fue muy seria, necesitarás varias semanas de recuperación...

— No creo poder aguantar así más de dos días, tal vez tres ... — El rubio tomó los lentes de Varian entre sus manos de nuevo. Pensándolo en lo estúpido que había sido, en cómo todo podía haberse evitado si... — Yong...Fue mi culpa... Yo provoqué que....

Su voz se quebró en llanto mientras intentaba contenerse, buscar un modo coherente de hablar y explicarse. Pero era como si su mente se negara a funcionar bien en ese momento, como si toda la astucia y el ingenio que alguna vez lo habían caracterizado se hubieran esfumado de golpe.

— ...Soy un idiota...

El menor trató de calmarlo y reconfortarlo un poco, pero fue inútil. Sencillamente él no tenía la habilidad de Varian para entender al rubio y decir las palabras correctas.
Eso era algo exclusivo de él.

Por lo que después de unos minutos de intentarlo decidió que quizás lo mejor sería dejarlo a solas de nuevo para que despejara su mente, no sin antes abrir la ventana para permitir que algo de aire fresco entrara y con suerte Hugo se sintiera un poco mejor así.

Pero el rubio lo detestaba.
Era como si el canto de los pájaros afuera de la ventana taladrara su cabeza, las luces dolían, las sábanas picaban, su cabello le molestaba.

“¡Demonios, Hugo! ¡Controlate! ¿Crees que alguien va a venir a levantarte del suelo? Ahora arriba... Te he visto aguantar cosas peores antes...”

—No hay nada peor que esto, mamá... No para mí...

El ojiverde trató de respirar profundamente para calmarse, tratando de pensar con claridad para poder decidir lo que haría después.

Y entonces lo oyó.

—Oye, dicen que hablar solo es el primer síntoma de esquizofrenia.

—¿V...Va-Varian?...

— Hola, tontito...

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