𝔠𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 𝟝𝟡: 𝘔𝘢𝘳𝘶

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Won Bin bajó del techo de la casa rodante y se reunió con su hermano; Anton lo siguió, sabiendo que se avecinaba una pelea entre los hermanos.

―Tu novio sabe nuestro secreto, ¿verdad? ―preguntó Maru.

Won Bin le sostuvo la mirada a su hermano, pero no respondió.

―Sí ―dijo Anton, decidiendo intervenir―, pero no se lo contaré a...

―Debería matarte ―lo interrumpió Maru. Anton tragó saliva―. He asesinado a la mayoría de las personas que han descubierto la verdad.

―No te atrevas a lastimar a Anton ―bramó Won Bin, encontrando por fin su voz―. No permitiré que te acerques a él.

―¿Qué harás para detenerme? ―inquirió Maru burlonamente―. ¿Pelearás contra mí? ¿Serías capaz de matar a tu propio hermano para salvar la vida de un chico a quien apenas conoces? ¿De verdad te has convertido en ese tipo de persona?

―¿Y tú? ¿Serías capaz de matar a tu propio hermano para cumplir con las estúpidas reglas que tú mismo has creado? ―contraatacó Won Bin. Maru prefirió no responder―. No me hagas decidir entre Anton y tú, Jae Jun ―le suplicó Won Bin, cambiando bruscamente de tono de voz―. Ustedes son las personas más importantes para mí en este momento.

―No sabía que yo también era importante ―replicó Maru―. ¡Está claro que no pensaste en mí cuando decidiste contarle todo a este idiota!

―¡Confío en Anton! Lo amo y confío en él. Por fin conseguí confiar en alguien que no eres tú, Maru. ¿Por qué no puedes alegrarte por mí? ¿Por qué no puedes apoyarme?

―¿Alegrarme por ti? ―exclamó Maru, atónito―. ¡Me traicionaste! Hemos vivido tantas cosas juntos, Won Bin. ¡Pero apareció este chico y olvidaste de inmediato con quién estaba tu lealtad!

―Estás equivocado. Todavía tienes mi lealtad, siempre la tendrás, pero ahora también hay otras personas en mi vida.

Jae Jun negó con la cabeza e hizo una mueca de frustración, como si aún no pudiera creer lo que estaba sucediendo.

―Éramos nosotros contra el mundo. ¡Sólo nosotros! Sólo podíamos confiar el uno en el otro..., pero, después de esto..., jamás volveré a confiar en ti.

Las palabras de Maru se clavaron como flechas en el pecho de Won Bin.

―Maru... ―dijo Won Bin, sollozando―. Estás exagerando. Por favor, escúchame. Déjame contarte la historia...

Jae Jun se acercó a Won Bin, le arrancó el collar que llevaba alrededor del cuello y lo pisoteó con todas sus fuerzas.

―Puse un rastreador en tu collar para encontrarte si alguien te secuestraba ―le explicó―, pero ya no será necesario. No quiero volver a ver tu cara. Eres una decepción.

Won Bin empezó a llorar con más fuerza. Anton lo abrazó por la espalda para reconfortarlo. El chico quería discutir con Maru, pero sabía que Won Bin no resistiría más tensión.

―¿Sabes qué estuve haciendo mientras tú te divertías jugando a ser un idol? ―gritó Maru―. ¡Estaba buscando la forma de volver a casa!

Maru esperaba que su revelación causara algún impacto en su hermano, pero no fue así. Won Bin ni siquiera se inmutó; se limitó a secarse las lágrimas y mirarlo con infinito desconsuelo.

―Este planeta es mi hogar, Maru ―afirmó Won Bin―. He conocido buenas personas aquí. Si consiguieras calmarte, podría presentarte a mis amigos.

―Amigos... ―masculló Maru, incrédulo―. Los alienígenas no tenemos amigos. ¿Sabes lo que tus supuestos amigos serían capaces de hacer por dinero? ¡Te venderían a cualquier grupo de científicos inescrupulosos para que pudieran hacerte picadillo en una maldita sala de operaciones!

Won Bin negó con la cabeza, horrorizado.

―Nunca haría algo así ―repuso Anton con firmeza. Cuando se dio cuenta que Won Bin temblaba entre sus brazos, decidió hacerse cargo de la situación―. Jae Jun ―dijo, alzando la voz―, vete de aquí. Vete y no regreses.

―Anton, no ―suplicó Won Bin―. Es mi hermano.

Pero Anton fingió no haberlo escuchado.

―Largo de aquí, Jae Jun ―repitió Anton.

Inmediatamente, Maru se dio la vuelta y avanzó a paso lento hacia la oscuridad del bosque.

―Maru... ―susurró Won Bin.




Jae Jun se internó entre los árboles y caminó durante un buen rato, hasta que se detuvo a orillas del lago.

La orden de Anton había sido imprecisa. Sólo le había dicho que se alejara del campamento, pero no cuánta distancia debería poner de por medio.

Jae Jun cerró los ojos y una lágrima se deslizó por su mejilla. No quería llorar, pero no pudo contenerse. 

La resplandeciente lágrima cayó al suelo, desintegrando la hierba y produciendo una pequeña columna de humo. Cuando Jae Jun abrió los ojos y vio la tierra chamuscada, se sintió como un monstruo. 

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