-Dígame, doctor Lahm. ¿Qué pasó aquel día en su casa?
-Bueno, no es algo que me guste recordar, pero se le explicaré al detalle.
>>Me desperté de mi siesta diaria en torno a las 7:00 p.m. lo cual ya era muy tarde. Era invierno, por lo que a esa hora ya había anochecido. Para mí, era otro día más: una mañana dura de trabajo, un descanso y un rato libre donde podía estar con el móvil viendo mis redes sociales o algún meme. Pero aquella tarde se apoderó de mí una sensación de incomodidad que no había experimentado nunca. Como si alguien me observara.
>>No le hice mucho caso a esta sensación, ya que, por lo general, era muy paranoico. Cogí mi disfraz de payaso, debido a que antes del incidente trabajaba de animador cómico y lo puse a lavar. Lo extraño fue que me pareció ver una silueta al fondo del lavadero, algo que reptaba sigilosamente. Al acercarme vi que no había nada. Empecé a sugestionarme y a estar alerta en todo momento. Mis músculos estaban en constante tensión y mi cerebro se estaba achicharrando con tanta especulación sobre qué podría ser. Dejé mi locura en una esquina y me fui a mi habitación.
>>A las 4 a.m. sonó un ruido muy fuerte, proveniente del sótano de mi casa. Yo ya era reacio de por sí de bajar allí, ya que en mi casa se cometió un crimen unos días antes ahí abajo. Al principio no quise hacerle caso, pero mi pulso aumentaba, mezcla del miedo y de la intriga. Unos segundos más tarde se escuchó otro ruido, como si un objeto metálico hubiese caído al suelo. Presa del pánico, agarré el primer objeto contundente que tenía en la habitación y me dispuse a bajar al infierno.
>>La casa estaba extremadamente silenciosa aquella noche. El viento se había resguardado entre las montañas y los árboles parecían pétreos. Ni siquiera se escuchaba algún gato maullar o un coche pasar por mi calle. La puerta del sótano, extrañamente, estaba entreabierta. Bajé los escalones del sótano con una lentitud imperceptible, aunque estos crujían, aun así, y recogí la linterna que guardábamos en la entrada. La luz era débil, culpa del paso del tiempo y del inicio de corrosión de las pilas.
>>Al principio no veía nada, pero con el halo y la adaptación a la oscuridad, empecé a distinguir las siluetas. Recorrí cuidadosamente la habitación, sorteando cajas y estanterías llenas de cachivaches inútiles que a mi madre le gustaba almacenar. En ese momento la eché de menos. Fue la víctima en ese crimen que he mencionado antes. Nunca encontraron su cuerpo y buscan a mi padre como posible culpable, pero nadie sabe dónde está.
>>Cuando me encontraba en el fondo del sótano, la puerta se cerró de un portazo. Del susto, salté, y caí en una trampilla que había en una esquina. No era muy profunda, pero el problema no fue la altura, sino lo que había dentro. Un esqueleto con ropa que me era familiar. Era mi madre. Me tapé la boca con un brazo y solté un grito sordo.
>>Salí de esa trampilla lo más rápido que pude y cuando miré al frente quedé paralizado. Un charco de sangre y un hilo de esta cayendo desde el techo. Alcé la cabeza lentamente y pude vislumbrar una silueta de un ser peludo, con una cola larga y fina. Cuando lo enfoqué con mi linterna, vi que era una gran rata, con matices de humano, sosteniendo con su boca un cadáver. La luz la incomodó y soltó a su presa, que cayó al suelo como un saco. Era mi padre. Acto seguido se abalanzó sobre mí, soltando un chillido agudo y atronador, pero pude esquivarlo. Salí corriendo, subiendo los escalones de dos en dos, pero la puerta estaba atascada. La rata gigante comenzó a subir la escalera, de manera intimidante, sabedora que me tenía acorralado. Volvió a lanzarse sobre mí, pero me hice a un lado y el mutante se estrelló contra la puerta, destruyéndola. Esa fue mi oportunidad de escapar, pero esa rata me agarró con una de sus patas la pierna, y arrastrándome contra ella. Comenzó a morderme, amputándome una de mis piernas, pero, por suerte, al lado de la puerta destrozada había un fragmento de madera astillado, que contenía una punta afilada. Le clave la astilla en el ojo a es ser y me soltó.
>>Cojo y desangrado, pude salir de la casa y, para sorpresa mía, vi que la rata no salía de esta. Era como si guardara la casa de intrusos. Ahí fue cuando me desmayé. Lo siguiente que recuero es despertarme en el hospital, sin una pierna y lleno de cables.
-Gracias, señor Lahm. Comenzaremos la investigación en su casa para establecer los hechos. Este señor está loco - susurró a su compañero entre risas.
-Lleve cuidado teniente Fürth. Un animal herido es mil veces más peligroso.
Al cabo de unos días, oí en las noticias la desaparición de tres agentes de la policía en mi casa. Nadie me creyó, y este fue el principio del fin.
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Relatos de la fortuna
RastgeleEn este libro relataré pequeñas historias que la suerte e inspiración me permita mostrar. #relatodedado