Mago, Plan y Guante

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En la ciudad de Oktolún, la delincuencia y el robo era el pan de cada día. Las calles, dejadas y mugrientas, emanaban un olor a putrefacción mezclada con la desesperación de la población. El Señor Oscuro gobernaba todo el Imperio con puño de hierro y oprimía a todos los ciudadanos de los suburbios para beneficiar a la nobleza. La desigualdad era tal que la nobleza además controlaba la magia, cosa que los lisios, ciudadanos de la perfieria, no podían poseer. Durante décadas, el Señor Oscuro ha estado gobernando sin ver peligrar su trono.

En las calles más recónditas de Berem, un barrio pobre de Oktulún, nacía Tris, una joven con la mitad del pelo dorada y la otra mitad plateada, de ojos color carmesí y de piel ceniza. Con el paso de los años, todos los vecinos miraban asombrados como Tris demostraba su agilidad y su inteligencia entre los saqueadores de la ciudad. A los 13 años fue cuando ocurrió el hecho que cambió la vida de Tris para siempre. 

La joven de pelo metálico se encontraba caminado rumbo a su choza cuando se topó con dos guardias recién ingresados al ejército. Ambos se miraron, cómplices, y agarraron a Tris del cuello para ahogarla. En un acto de desesperación, Tris soltó un chillido que sonó por todo el vecindario. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que se encontraba detrás de los guardias, y que uno de ellos todavía tenía la mano en alto. Astuta, Tris volvió a chillar, y apareció al final de la calle. Sonrió pícara y soltó otro chillido.

Con 22 años, Tris, o como le llamaban sus secuaces, Grito Veloz, era la lideresa de una banda de ladrones mercenarios. Se encargaban de robar aquello que sus clientes pedían, previo pago. Un día nublado, un hombre vestido con una túnica color azul y cuya identidad estaba escondida por una gran capucha llegó al cuartel de Tris. Aquel anciano, bajo la atenta mirada de los delincuentes que se encontraban en la sala, dejó una nota en la barra del bar y se marchó en silencio. Tris la abrió y comenzó a leerla en voz alta.

"Solicito los servicios de Grito Veloz para conseguir el Orbe del Olvido. Encontraréis el dinero debajo de una losa que se encuentra frente a la estatua del Señor Oscuro. 

Att: L."

Tris mandó a dos exploradores a recoger el botín, ya que no terminaba de fiarse de aquel misterioso hombre. Al cabo de un rato, los dos secuaces llegaron con dos sacos del tamaño de un melón llenos de monedas de oro. 3.000.000 de rublos. Era más de lo que la joven ladrona había soñado tener nunca.

Durante varios días, el cuartel fue un torbellino de personas moviéndose de aquí para allá, investigando acerca de aquel objeto y de su paradero. Planos de la ciudad tapaban las mesas deL gran salón, los mercenarios afilaban sus machetes y ponían a punto sus armas. Tris se veía con confianza, pero no podía evitar sentir algún escalofrío de inseguridad. Algo no encajaba.

El día del golpe llegó. El orbe se encontraba en la mansión de uno de los principales exportadores de objetos mágicos del Imperio: Lufus Marionis. La casa era un palacete de color azulado con jardines laberínticos y estatuas de mármol que daban lugar a parecerse a la morada de Medusa. Las entradas estaban vigiladas por magos con hechizos defensivos y en su interior se encontraban los magos más habilidosos de la ciudad. Era un golpe complicado.

Tris mandó a dos sombríos -secuaces expertos en camuflaje y sigilo- a realizar un primer rastreo de la mansión. Después, varios soldados abatieron a los dos magos que se encontraban en una entrada secundaria de los jardines. Tris y sus dos secuaces de confianza entraron en el palacete, escoltados por los sombríos. Esquivaron a guardias y demás seguridad de Lufus y llegaron a un pasillo donde se encontraba una gran sala con un atril decorado con un cojín y un objeto misterioso encima: el Orbe del Olvido. El tesoro estaba cerca, pero a Tris no le encajaba un detalle muy superficial: los guardias llevaban armas en sus cinturones. Todo estaba demasiado tranquilo, casi como si no le importase a Lufus que alguien pudiese robar su objeto más preciado.

Grey, uno de sus secuaces y el más impulsivo de ellos, corrió hacia el orbe para ser el primero en conseguir el tesoro. Tris intentó agarrarlo para que esperase pero Grey fue más rápido, por lo que obligó a la joven ladrona a seguirlo hasta la sala. Una vez dentro, las puertas se cerraron y los ladrones pudieron ver en una esquina un hombre vestido con una túnica azul. "Era una trampa", pensó Tris.

El hombre se quitó la capucha y reveló su rostro anciano y enfermizo.

-Hola Tris, creo que es el momento de que dejes de jugar a los ladrones. Permíteme presentarme, soy Lufus Marionis, cardenal del Señor Oscuro. Ya maté a tus padres por rebelarse contra él, pero lograron salvarte a ti. Esta vez no cometeré el mismo error. 

La rabia de la joven era tal que sus rostro tomó un tono rojizo y tenía los puños tan apretados que comenzaron a sangrar. Los secuaces se lanzaron contra aquel hombre pero dos guardias los abatieron rápidamente. Tris, en un acto desesperado, corrió hacia el orbe para cogerlo y huir, esquivando a los magos y sus armas. Cuando Tris consiguió llegar hasta el ansiado objeto, gritó para poder transportarse a cualquier otro lugar, pero esta vez no ocurrió nada. De repente, Tris comenzó a sentirse somnolienta, sin fuerzas, hasta que cayó desplomada al suelo.

Pasados unos minutos, Tris se despertó y a su lado se encontraba Lufus, tranquilo y sonriente. 

- ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¿Qué ha pasado? - preguntó confusa.

- Hola hija, tranquila, estoy aquí contigo. Todo está bien. - respondió Lufus, con una falsa sonrisa, mientras le quitaba con un guante el orbe a la joven.

Tris miró al anciano y sonrió también.


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