Caseta, Comunicación y Astronauta

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- Aquí Alpha 313 en posición. Nos disponemos a aterrizar. 

Soy el teniente Michael Duff, de Ohio. Un hijo de un granjero desaparecido y una madre drogadicta. A los 18 salí de mi casa para llegar a ser lo que soy hoy: astronauta. Llevo 20 años en distintas misiones interestelares por toda la galaxia, y hoy, es mi primera incursión en un planeta habitado. El planeta Xion es uno de los últimos lugares descubiertos donde se ha encontrado vida. No se sabe nada aún, ni su fauna, ni flora, ni siquiera su superficie.

- Alpha 313, les habla el general Jerry Mcginn desde el puesto de mando de la NASA. ¿Cuál es su posición?

- Nos encontramos en mitad de una jungla de color violeta. Los árboles emiten un ronroneo, como si estuviesen murmurando. Aún no hemos encontrado fauna. La tierra está empantanada, pero es firme. A nuestra derecha se encuentra un rio de agua roja. Procedemos a seguir el río por si encontramos algún asentamiento. Cambio.

El calor que emitía la jungla era sofocante, sin embargo, la atmósfera era apta para nuestros cuerpos, que podían respirar sin necesidad de los trajes. A medida que seguíamos el rio, comenzamos a ver pequeños insectos, similares a los terrestres, pero con colores muy vivos y que emitían el mismo ronroneo que los árboles, solo que algo más agudo.

A mitad de camino, Henry dio el alto. 

- Habla el capitán Henry Johnstone. Hemos avistado una cabaña de madera en uno de los lados del río. No se ven habitantes ni embarcaciones. Esperamos órdenes.

- Proceded con cautela. Si ven el más mínimo riesgo, volved a la nave.

- Recibido. Cambio y corto.

La cabaña no presentaba signos de destrucción, ni siquiera parecía que estuviese abandonada. Henry y yo entramos los primeros. La sala principal estaba totalmente a oscuras. Mery nos iluminó con su linterna y pudimos ver lo que era un salón familiar. En el centro de la sala se encontraba una gran mesa de suelo, adornada con una flor, marchita, pero con un gran color azul. Debajo de la mesa se encontraba una alfombra de color naranja, decorada con motivos geométricos. Al fondo había tres arcos que conducían a otras salas, pero estaban demasiado oscuras como para adentrarse sin luz. Me acerqué a examinar la flor y esta emitía el mismo ronroneo que los árboles, pero mucho más débil. Pasados unos segundos, el ronroneo cesó.

Mery entro a la sala de la izquierda y se encontró lo que sería la cocina. Una sala con utensilios muy rudimentarios y un recipiente de metal donde intuimos que sería la zona del fuego. Todo estaba muy limpio. En la sala de la derecha estaba el almacén, con objetos bastante peculiares: una red muy simple, un arpón hecho con huesos, unos remos hechos de cañas y un arco con su carcaj.

- General, nos encontramos en el interior de la cabaña. En este planeta habitan seres inteligentes. Parece una casa familiar, pero no hay restos de ellos, procedemos...

En ese mismo momento, comencé a escuchar el mismo ronroneo en la sala del centro.

- Mery, dame la linterna, rápido.

Iluminé la sala y todos nos quedamos en shock. En ella se encontraba una criatura, mitad humana, mitad árbol, desvanecida en el suelo. A su lado había otra criatura más pequeña, que sostenía en una mano a un bebé y en la otra un pequeño arpón. Rápidamente, Joe, el más novato del escuadrón, sacó el arma, pero yo me interpuse en su camino.

- ¿Qué coño haces Joe? Está claro que está intentado defender a su familia. Baja el arma.

Joe estaba muy nervioso, de hecho, llevaba nervioso desde que bajamos de la nave. Típico de los novatos. La madre parecía muerta, ya que no escucha el sonido característico de ese planeta que si escuchaba en las otras dos criaturas. Me agaché y les tendí la mano. El joven arbóreo se acercó, me tocó y comenzó a soltar un sonido agudo, parecido a un llanto.

- Aquí Michel Duff, hemos encontrado dos criaturas nativas vivas. Su madre está muerta y ellos asustados y sin comida. ¿Qué hacemos?

El silencio era palpable durante el tiempo que el cuartel se pensaba qué decisión tomar.

- Llevadlos a la nave, examinarlos y si es viable, traerlos a la Tierra, quizás encontremos pistas de por qué este planeta era tan importante para los sacerdotes del Templo de Sinaí.

Cogí de la mano al muchacho y nos dirigimos de nuevo a la nave. Antes de salir de la zona de la caseta, el joven cogió su arpón y dibujó unos signos en la tierra mojada. 

"Lo hemos conseguido mamá, volvemos a casa"

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