1. Realidad

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Harry viajaba en su escoba seguido de Draco, ambos vestidos con las túnicas negras propias de los mortifagos. Iban a gran velocidad y el resto de personas que los seguían se quedaban cada vez más atrás.

Una carcajada eufórica salió de Harry cuando lo noto. El cabello cada vez más largo le revoloteaba sobre los ojos, pero no le importo, se inclino un poco más sobre su escoba para aumentar la velocidad, Draco hizo lo mismo aunque por más que se esforzará no podía mantener el ritmo de la Saeta de Fuego, debió haber cambiado de escoba cuando tuvo oportunidad. Cómo estaban las cosas ahora dudaba que pudiera.

Podría pedírsela a Harry claro, y el estaría más que dispuesto a comprarla pero no quería depender de el más de lo necesario. A demás cada vez eran menos los locales abiertos en el callejón Diagon. La conseguiría la próxima vez que fueran a saquear. Una de las ventajas de pertenecer a los malos era que nadie te cuestionaba por las dudosas decisiones que tomabas.

Finalmente el contorno de la mansión surgió en la noche. Cómo cada vez que llegaban, la respiración de Draco se aceleró y sus palmas empezaron a sudar debajo de los guantes. Solo Harry conocía de su ansiedad aunque Draco trataba de ocultarla lo más posible, incluso a él.

Recordaba como habían sido recibidos en la mansión. Habían llegado solo un par de noches después de que despertara. Harry le pidió que se quedara, que se recuperará pero Draco no había querido. Después Harry trato de convercerlo para esperar unas semanas antes de que ambos se fueran. Incluso Regulus había intentado hablar con él, pero Draco sabía que entre más tiempo se quedarán Harry se convencería cada vez más de que podía hacerlo solo y finalmente se iría por su cuenta.

Parecía no haber nadie en la mansión cuando llegaron por primera vez, cruzaron la puerta como si lo hicieran diariamente. Al parecer la magia de sangre de la familia Malfoy era más poderosa que cualquier hechizo maléfico que evitara que cualquier indeseable entrara. Cruzaron el jardín, ninguna parvada de pavo reales albinos los recibió. Por fin habían acabado con ellos. Por fuera la mansión seguía siendo magnífica aunque un poco descuidada, por dentro se había convertido en una pocilga, estaba sucia, con muebles rotos por doquier, olía a humedad y madera podrida. Atravesaron el salón sin nadie con quien cruzarse, ambos tenían miedo de hablar e iban alertas. Draco tocó el codo de Harry para indicarle por dónde seguir, fueron hacia el estudio, anteriormente era ahí donde Voldemort se reunía con sus más cercanos mortifagos.

Entraron y fueron recibidos por un rayo rojo que Harry con sus reflejos de buscador, pudo detener antes de que tocará a alguno de los dos. El sonido de una risa desquiciada los envolvió.

-Miren a quien tenemos aqui, al bebé Potter y mi sobrino traidor. ¿Vienen a matarnos a todos? -otra risa, Harry dió un paso minúsculo por delante de Draco para protegerlo de su tía. Sabía lo traicionera e impredecible que era. Su aspecto era más desaliñado que nunca y había algo errático en su postura, como si por fin la locura la hubiera envuelto. Aún tenía el rostro oculto tras las sombras por lo que no podía ver su expresión.

-Venimos a unirnos a ustedes.

-Concluí mi misión tia Bella -dijo Draco saliendo por detrás de Harry, su voz era suave, como quien le habla a un gatito para que no lo ataque -.Traje a Potter, tal y como el Señor Tenebroso quería.

-Eres la puta de Potter, más bien. Y estoy segura que eso NO era lo que quería el Señor Tenebroso.

-Me parece que yo decidiré lo que quiero o no, Bella -Voldemort había surgido de entre las sombras. Draco le diría después a Harry que ahí había un pasadizo secreto oculto en la pared, pero en el momento fue impresionante.

El corazón de ambos se aceleró. Todo dependía de ese minúsculo segundo, por un momento Harry deseo no haber ido. Había puesto a Draco en peligro de muerte y después de Ginny... No, debía concentrarse. Aún podrían salir de ahí victoriosos.

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