Capitulo 1

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8 AÑOS DESPUÉS

Clap clap clap

Era el único sonido que escuchaba a mi alrededor, causado por las patas de mi caballo. Todo salió a la perfección. Los guardias no tuvieron ni la más mínima oportunidad de detenerme. Pero ahora no podía parar, debía seguir y perderles el rastro, si me atrapaban, las consecuencias no serian lindas.

     Una vez que me aseguré de que nadie me seguía, disminuí la velocidad hasta llegar a un lento trote, tardarían en encontrarme, o al menos eso espero.

—Bien hecho, chico –dije y palmee un costado del cuello de mi caballo—. No lograron alcanzarnos

     Mi caballo resopló, lo cual interprete como una respuesta a mi elogio. Continuamos a través del bosque con total tranquilidad, para este momento los guardias debieron regresar al palacio, donde se reorganizaran en patrullas para buscarme, eso me deja con una gran ventaja de tiempo.

     Mi objetivo era claro: Llegar al pueblo. Y para lograrlo debía atravesar el bosque que rodea al castillo, el cual, para mi buena suerte, conocía mejor que ningún otro. Finalmente, después de varios minutos logre ver a la distancia el final del bosque. Detuve a mi caballo y bajé de el.

—Hora de entrar –dije y cubrí mi cara con la capucha de mi capa.

     Tome las riendas de Max —mi caballo— y caminé lo poco que faltaba hacía la luz. Al llegar, el paisaje del pueblo se apoderó de mí, me quede unos minutos observando, completamente inmóvil y seguiría así de no ser por los resoplidos de Max.

—Esta bien, esta bien. Iremos –dije ante su insistencia.

     Entramos en el pueblo e intente mezclarme con los demás. No era la primera vez que lo hacía, así que sabía como son las cosas aquí. La ropa era esencial en el proceso, debía usar algo que no fuera tan llamativo como para revelar quién era yo; la capa ayudaba bastante para que no vieran mi rostro, eso y que Max no usara ninguna otra cosa más que una silla de montar desgastada, eran los elementos principales para pasar desapercibida.

     Recorrimos el pueblo, observando, pero nunca preguntando a nadie, esa era otra cosa que aprendí con los años, si hablas tu voz te delata. Llegamos al mercado, que se encontraba en la plaza principal del pueblo. Me detuve cerca de un puesto de fruta donde compré algunas manzanas para Max, siempre manteniendo un perfil bajo.

— ¿Quiere probar estas naranjas, señorita? –preguntó la vendedora. Negué con la cabeza y me alejé del puesto no sin antes pagar.

     Salí de la plaza y busqué un lugar donde no hubiera tanta gente, al final encontré un pequeño espacio entre algunas de las casas del pueblo, parecía como otra plaza, de forma circular, con piso de piedra y unas cuantas bancas, igual de piedra alrededor del perímetro; donde sólo habían tres personas, dos de las cuales parecían tener una discusión en voz baja. Las ignoré y me senté en una de las bancas.

—Bien, aquí tienes tu recompensa —saqué unas cuantas manzanas de la bolsa y se las entregué a Max—. Tal como prometí.

Él no esperó a que sacara todas las manzanas antes de comer la primera. Realmente le gustaban

—Ahora sólo queda esperar.

     El final de este viaje era predecible, naturalmente, los guardias me encontrarían y me llevarían al castillo, eso o me encadenarían y me obligarían a regresar, lo cual no era muy probable. Mis predicciones eran correctas, no paso mucho tiempo antes de que escuchara ruidos de cascos de caballos cerca. Observé la pequeña plaza, sólo habían dos salidas, y mi experiencia me decía que obstruirían ambas, así que me quede sentada esperando a que llegaran.

—Fue divertido ¿eh amigo? –dije y unos segundos después el lugar donde estaba se llenó de guardias.

     Las personas que minutos antes se encontraban aquí huyeron lo más rápido posible al ver a las tropas reales, los dos que discutían olvidaron sus diferencias y salieron juntos por una de las salidas, dejándome completamente sola. Max, al oír el ruido olvidó sus manzanas y optó por una actitud defensiva, se colocó lo más cerca de mí y esperó inmóvil.

     Por un momento sólo se escuchaba el ruido de los caballos y jinetes al detenerse, después hubo silencio y finalmente uno de los muchos guardias bajo de su caballo para acercarse a mí.

—Estas en grandes problemas, señorita —retiró mi capucha dejando mi rostro al descubierto. Lo miré directamente a los ojos. Sonreí.

—Hola, James. También me da gusto verte

     James sonrió, aquella sonrisa que sólo usaba cuando ambos compartíamos algún secreto. Y el secreto de esta vez era... que en realidad no estaba metida en ningún problema.

—La tenemos, es hora de que regrese al castillo —anunció a su tropa—. Yo me encargaré de llevarla.

— ¿Esta seguro, capitán?—preguntó uno de los guardias mirando alternativamente entre James y yo.

—Muy seguro, a menos que alguien quiera contradecirme —observó a todos y cada uno de sus soldados. Si yo fuera ellos huiría en la dirección contraria.

—No, señor. Era sólo... no, no es nada —finalizó el soldado y evitó su mirada.

—Bien, los veré en el palacio. Avisen a los vigilantes que llegaremos lo antes posible.

— ¡Si, señor! –gritaron todos en coro antes de tomar las riendas de sus caballos y salir por donde vinieron.

—Bueno –dije, una vez que nos quedamos solos—. ¿Quieres una manzana?

     James se giró para verme, observó el lugar en la banca como analizando si debería sentarse o no. Palmee el lugar a mi lado e inmediatamente él se sentó, su postura era completamente rígida así que golpeé juguetonamente su hombro con el mío, lo cual hizo que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro y su postura se relajó un poco.

—No voy a morderte ¿sabes? Y tampoco tengo la peste negra, sólo por si querías saber –bromeé

—Nunca se sabe, puede que la tengas y ahora me contagies –reí, cuando James no actúa como un soldado del ejército, es increíble como amigo.

—Entonces ¿Vas a llevarme de vuelta al palacio? ¿Ahora o más tarde? –pregunté, mientras recargaba mi cabeza sobre su hombro.

—Voy a regresarte si, pero –dijo y tomó una manzana de la bolsa—, eso puede esperar

     Esta vez, sonreí yo. James puede ser el capitán del ejército real, y por lo tanto debe cumplir con su deber, incluso si eso significa llevarme de vuelta al lugar del que escapé principalmente, pero también es mi amigo y es por eso que no me llevará a menos que yo se lo pida.

—En ese caso —levanté mi cabeza y tomé la manzana que él estaba comiendo—. Creo que debes darme un poco –dije y mordí un pedazo de la fruta.

     James sonrío y en vez de reprocharme algo se limitó a tomar de nuevo su manzana y morderla mientras yo disfrutaba de este momento de paz...

La Heredera al TronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora