Capitulo 2

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ELENA

—Y... ¿Qué tan enojado se encuentra mi padre? —pregunté sin mirar a James.

—Lo suficiente como para encerrarte en tu habitación de por vida —respondió él. Hice una mueca.

     Nos encontrábamos en la cima de una colina, la misma a la que solíamos subir de niños a contemplar la puesta de sol que, al igual que ahora, sucedía a nuestro alrededor. Después de terminar todas las manzanas que compré le pedí a James que diéramos un pequeño paseo por el pueblo, él dudó por unos instantes antes de aceptar y al terminar el paseo volví a pedirle que viniéramos aquí. Seguramente debe estar pensando en la infinidad de problemas que tendrá por no regresar al palacio pero, estoy dispuesta a asumir toda la culpa por esto.

— ¿Y en cuantos problemas estás tú por no llevarme al palacio inmediatamente? —volví a preguntar.

—Unos cuantos, en realidad, no lo sé —respondió simplemente.

—No te preocupes, asumiré la culpa de todo —sonreí y lo miré.

—Siempre lo haces ¿sabes?

—No negaras que funciona —guiñe un ojo en su dirección, causando una débil sonrisa en su rostro.

     Todos los meses, al menos una vez al mes, desde hace aproximadamente cinco años tiendo a escaparme del palacio para dar un paseo por el pueblo y todos los meses desde entonces los guardias reales organizan una elaborada búsqueda para encontrarme. Las primeras veces fue bastante fácil escapar, pero conforme el tiempo pasaba y todos en el palacio sabían de mi escape me fue mucho más difícil salir, por lo tanto tenía que planear mí huida desde unas semanas antes para que todo saliera perfecto.

—Estoy bastante seguro de que tu padre no me castiga solo por el hecho de que sabe que eres un caso perdido —bromeó James y me miro directo a los ojos, dándome una mejor vista a sus ojos color avellana miel.

—La razón por la que no te castiga es porque sabe que si lo hace, yo haré un gran escándalo —conteste con toda la seriedad que pude reunir.

     No bromeaba cuando le dije que haría un escándalo, James era el único amigo verdadero que tengo, tanto dentro del palacio como fuera de el, hemos sido amigos desde pequeños, su madre era la encargada de elaborar los vestidos de la reina, por lo tanto, cuando Marie —la madre de James— llegaba al palacio para tomar medidas a mi madre yo solía acompañarla con la única intención de poder jugar con James. Mi madre era consciente de mi lazo de amistad con él y ella no se oponía en lo más mínimo, de hecho, le alegraba bastante que tuviera alguien con quien hablar.

—Debemos regresar, esta apunto de anochecer —anunció y tiró de las riendas de su caballo para bajar la colina.

—De acuerdo —tiré de las riendas de Max para igualar su paso—. Quien llega al último asume la culpa del viaje —lo reté y sin esperar respuesta clavé mis talones en los costados de Max para que galopara más rápido.

     James no tardó en seguirme el paso pero por más que se esforzaba llevaba una gran distancia de ventaja, nos internamos en el bosque y antes de salir de el fui capaz de observar el imponente castillo de piedra en el que vivía, si yo fuera algún viajero perdido sin duda regresaría por donde vine y por nada del mundo me acercaría a la construcción frente a mí. Llegué al límite del bosque donde tuve que esperar a que los guardias vigilantes bajaran el puente levadizo que nos haría cruzar el rio que separaba el castillo del bosque.

     Para cuando James me alcanzó el puente iba a mitad de camino y cuando finalmente bajó nuestros caballos ya habían recuperado el aliento, cruzamos el puente tranquilamente y una vez dentro de la muralla que rodeaba el castillo nos dirigimos hacia las caballerizas donde me asegure de que Max tuviera comida y agua.

—Hiciste un gran trabajo, chico –acaricie el suave cuello de Max y deje que comiera tranquilamente.

—Hora de enfrentar las consecuencias de tus actos —miré en dirección a James, a pesar de su tono serio, una sonrisa asomaba su rostro.

—Vamos.

     Ambos nos internamos en el castillo y cada vez que un guardia o algún sirviente me veía pasar se inclinaban haciendo una reverencia y murmurando «su alteza» yo simplemente inclinaba mi cabeza en un gesto de saludo y seguía caminando. Llegamos finalmente después de recorrer varios pasillos al cuarto del trono, unas enormes puertas eran flanqueadas por dos guardias armados que al vernos nos saludaron con una inclinación de cabeza y abrieron las puertas para dejarnos entrar.

—Tu primero —se burló James. Lo fulmine con la mirada

     Entramos a la enorme sala. El piso era de mármol blanco, una alfombra roja marcaba el camino desde la puerta hasta el trono; a lado de la alfombra se encontraban unos pilares también de mármol, como si fueran unos guardias hechos de piedra, los pilares se extendían hasta el techo de la habitación perdiéndose en la oscuridad del mismo. En cada esquina de la habitación se hallaban unos guardias, los cuales se escondían en las sombras para evitar ser detectados.

     Del techo, colgaban múltiples arañas de cristal, sujetadas con una cadena de color dorado, la pared que se encontraba a mi izquierda contenía varias ventanas con vitrales, las cuales proyectaban luces multicolores en el suelo gracias a la luz del sol que se reflejaba en ellas.

     Y finalmente, hasta el fondo de la habitación, se encontraba el trono real, detrás de este unas cortinas de terciopelo rojo cubrían toda una pared de la sala y eran sujetadas con cintas entretejidas de color dorado, las cortinas también colgaban del techo. El trono era de madera con un asiento y respaldo acolchado de un color rojo, sus patas fueron pintadas de color dorado y era lo suficientemente grande como para que dos personas se sentaran cómodamente en el y –para mi mala suerte— mi padre se encontraba en el.

La Heredera al TronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora