Capitulo 11

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ELENA

Las semanas siguientes transcurrieron en una lenta rutina. Los rumores del pueblo se intensificaban cada día, cada uno de aquellos rumores no eran más que mentiras contadas por estafadores que buscaban ganar algún tipo de recompensa económica, diciendo que lograrían atrapar al delincuente. La gente al estar tan asustada llegaba a creerles, resultaba bastante frustrante.

     Sin embargo, la persona que más sufría por aquellos rumores, era James. No existía día en que no hablaran de él y su falta de responsabilidad hacia el pueblo. Varias veces intenté hablar con él, decirle que los ignorara y que continuara con su vida, lamentablemente, cada vez que iba a buscarlo lo encontraba con Emma, o no lo veía en absoluto.

     Desde mi encuentro con él en las caballerizas —después de ver como Emma corría directo a sus brazos— no he cruzado palabra alguna con él. Las últimas semanas, pase todo mi tiempo en múltiples tareas y actividades, como mis lecciones con la señora Mc Curten o los paseos con Anthony, los cuales dejaban poco tiempo para mí.

     Aún así, él tampoco ha venido en mi búsqueda, lo cual, me hace pensar que realmente decidió cambiarme por Emma. Emma. A quien apenas conoce de unas cuantas semanas. Es como si todos los años que lleváramos de conocernos, simplemente ya no importaran. No lo entendía, quería... no, necesitaba saber por qué decidió apartarme de su vida así sin más. Resultaba irónico, el decir que lo extrañaba, pues él siempre ha estado ahí para mi, sin importar la situación, sabía que podía contar con él cuando los demás me fallaban. Pero esta era la cruda verdad. Ahora, él ya no se encontraba conmigo y... lo necesitaba, más de lo que quería admitir.

     Durante estas semanas me he dado cuenta de lo esencial que él era para mí. Su ausencia estaba presente todo el día, como algún tipo de fantasma que rondara a mí alrededor recordándome constantemente su pérdida. Es por ello que —sin ser capaz de soportar un minuto más aquella fantasmagórica sensación— fui en su búsqueda después de terminar las lecciones de la tarde. Hoy era su día libre y es muy probable que se encuentre en su pequeña casa.

«Siempre y cuando no salga con Emma» susurró mi inconsciente. 

Me detuve.

     No. Me negaba a que eso sucediera. Era egoísta y lo sabía. Pero, James ha sido mi amigo durante más tiempo que el de ella. Sería injusto, que de un momento a otro, él terminara con nuestra amistad por culpa de una chica.

«A menos que en realidad nunca te considerara su amiga» murmuró nuevamente mi inconsciente.

     Apreté mis manos hasta formarlas puños. Él realmente no sería capaz de fingir tal cosa, no lo creía posible y no lo haría nunca. Lo conocía, James no es el tipo de persona que bromea con las relaciones, ya sea de amistad o de algo más. Decidida a terminar de una vez por todas con aquellas dudas, apresuré el paso hasta su casa. Mi determinación por encontrarlo y exigir respuestas aumentó considerablemente.

     Caminaba tan deprisa, que me volví ajena a mí alrededor. Supongo, que debí aprender de la última vez que caminé de la misma forma, a observar lo que me rodea, lamentablemente, no lo hice. Y para cuando finalmente decidí disminuir mi velocidad era demasiado tarde, choqué contra algo o alguien justo cuando salía a los jardines. Aquel desconocido evitó que cayera al suelo sujetándome por la cintura y ayudándome a recobrar el equilibrio.

—Cuidado, princesa. No querrá terminar herida —habló el extraño. Levante mi vista para responderle, pero cualquier agradecimiento murió en mi boca al ver a quien tenía delante de mis ojos.

—Príncipe, Anthony —retrocedí un par de pasos —. ¿Debo preguntar que hace por aquí?

—Daba un paseo, sus jardines son maravillosos. No me canso de verlos —sonrió, pero era una sonrisa falsa.

—Me alegro de que le gusten tanto —repliqué —. ¿Puedo preguntarle algo, su alteza?

—Lo que sea, mi lady —evité hacer una mueca.

— ¿Ha visto al capitán Wescott? Me temo que no lo encuentro —intenté que mi tono no delatara lo mucho que me molestaba recurrir a él.

— El capitán Wescott —pensó por un momento, sujetando su barbilla con los dedos —. Sí, me parece haberlo visto en su pequeña casa de piedra —dijo —Si mal no recuerdo, antes de encontrarme con usted, princesa, vi a una chica en su puerta.

«Una chica... ¿Será Emma?»

—Muchas gracias, su alteza —dejé que un leve tono sarcástico se filtrara en mis palabras —. No lo molestaré más y dejaré que disfrute del jardín.

     Antes de que decidiera decir algo más, pase por su lado y caminé rápidamente en dirección a la casa de James. Al final, no me equivoqué. Se hallaba en casa, desafortunadamente, no estaría solo. No me importaba. Hoy, hablaría con él. Así tuviera que correr a Emma por la fuerza. Llegué frente a la puerta de James y levanté mi mano dispuesta a tocar, pero uno segundos antes de hacerlo, dudé.

     Escuché risas en el interior de la casa, risas femeninas. Seguidas de la risa grave de James, aquella que sólo escuchaba cuando no pasaba su tiempo siendo un soldado. Por alguna extraña razón, aquello me molestó bastante. Sin detenerme a pensar, toqué la puerta con mis nudillos. Una, dos, tres veces. Lentamente bajé mi mano y esperé.

     La puerta se abrió, revelando a un sonriente James. Al verme, su sonrisa se esfumó y una expresión de asombro cruzó su rostro.

—Princesa —murmuró, completamente asombrado. Apreté fuertemente mis dientes y me abstuve de gritarle. Hoy me reconciliaría con él, no era momento de empeorar la situación.

—Hola, James —saludé, cuidando que mi voz sonara alegre —. ¿Puedo pasar? —pregunté inocentemente.

—Yo... —dudó por unos segundos, dando un rápido vistazo al interior de la casa. Sabía lo que pensaba. ¿Dejar fuera a la princesa de Azelleb? Si, claro. Mi entrada estaba asegurada —. Por supuesto —dicho esto, retrocedió un paso para dejarme pasar. Yo lo hice sin vacilar.

—Princesa, Elena —susurró Emma en cuanto me vio e inmediatamente se inclinó en una reverencia. Me sentí muy tentada a pedirle que se quedara de esa forma.

—Puedes levantarte, no es necesario que lo hagas.

—Por supuesto, su alteza —rápidamente se enderezó y bajó la vista al suelo. Se sentía incómoda. Eso era notorio a simple vista.

James se acercó silenciosamente hasta donde estábamos.

—Emma, ¿podrías dejarnos a solas un momento? —pidió él en voz suave. Emma asintió, para salir rápidamente por la puerta principal, no sin antes hacer una nueva reverencia.

     En cuanto Emma salió por la puerta, el silencio cayó sobre nosotros. No era para nada un silencio agradable, aquel que siempre me rodeaba cuando James y yo no teníamos absolutamente nada que decir, pero sabíamos que el otro se encontraba a lado. Estando de espaldas a él, lo escuché moverse por la habitación y sentarse en una silla. Di media vuelta lentamente, casi como si tuviera miedo de lo que encontraría a mis espaldas.

     Efectivamente, se encontraba sentado en una silla. Observaba el suelo en vez de mirarme a los ojos. Sin saber muy bien que hacer a continuación, tomé asiento sobre su cama. Por unos minutos me dediqué a mirar el suelo fijamente, después reuní el valor suficiente para hablar. Vine hasta aquí para eso, para reconciliarnos, para saber que nuestra amistad no estaba perdida. No pensaba renunciar ahora.

     Inhalé profundamente, pensé en lo que le diría y en que no dejaría la habitación hasta estar segura de que él aún era mi amigo. Levanté mi vista en su dirección. Seguía contemplando el suelo. Abrí y cerré mi boca un par de veces, no muy segura de cómo empezar.

«Sólo hazlo, no importa lo que le digas, si realmente le importas escuchara hasta lo más absurdo»

     Con este pensamiento, me dije que todo saldría bien. Inhalé nuevamente, abrí mi boca y finalmente, hablé. 

La Heredera al TronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora