Capitulo 13

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ELENA

Con el regreso de James en mi vida, sentí que todo volvía a ser perfecto. Realmente, estos últimos días sin él fueron unos de los más difíciles y tristes que he vivido. Ahora ya no debo preocuparme, estoy segura de que, después de lo sucedido, él y yo estaremos mejor que nunca. Esta tarde, después de mis lecciones con la señora Mc Curten, me encuentro al lado del príncipe Anthony, al parecer, hoy no tenía ninguna reunión a la cual asistir, ni mujeres que conquistar, por lo tanto, me vi atrapada entre mis obligaciones de anfitriona.

—Cada día que paso en su reino, me parece más interesante que el día anterior —comentó el príncipe.

—Me alegro de que así sea, su alteza —respondí, tratando de evitar el tono indiferente de mi voz.

—Oh, por favor, llámame Anthony —pidió —. No es necesaria la formalidad entre nosotros.

—Lo intentaré... su alteza —dije.

Anthony sonrió.

—Dígame, princesa, ¿su amigo capitán no nos acompaña esta vez?

—No, él se encuentra ocupado con las responsabilidades del pueblo.

—Debe ser difícil, el tener a toda la gente del pueblo observando cada movimiento que haces.

     De ser cualquier otra persona, me detendría y le diría ciertas cosas que probablemente no serían muy amigables. Lamentablemente, se trataba del príncipe Anthony y lo último que necesitaba era que mi padre me reprendiera por enfrentar al príncipe. Así que, en vez de decirle que no era asunto suyo, me limité a encogerme de hombros y seguir caminando.

     Ciertamente, era difícil —para James— tener todas las miradas sobre él, y pese a no mostrar lo mucho que le afectaba la situación, lo hacía. Aunque, sin duda, la responsabilidad más pesada era la que le dio mi padre. Desde hace varios días atrás, le ordenó aumentar la vigilancia, tanto en el palacio como en el reino, además de mantenerse alerta por cualquier sospechoso que hubiera. Por supuesto, no lo dijo de manera amable. Ahora, no sólo el pueblo cuestiona sus decisiones, sino también el mismo rey.

—Últimamente, las personas del pueblo se sienten inseguras, no las culpo —habló nuevamente, completamente ajeno al incómodo silencio entre nosotros momentos atrás.

Conteniendo mi frustración, dije:

— ¿Intenta usted decir algo, su alteza? —pregunté.

—Simplemente, princesa, quiero que se mantenga alerta —se detuvo para observarme con sus ojos azules de una manera que no sabría descifrar —. Nunca se sabe cuándo puede ocurrir un nuevo incidente.

     Sin decir más, reanudó su andar de manera tranquila. No entendía a que se refería, aunque algo en mi interior me decía que no era nada bueno.

                                                                                       ************

Esa misma tarde —después de finalmente alejarme del príncipe Anthony— fui en busca de James. Sus actividades como capitán habían terminado, por lo tanto disfrutaba de un poco de tiempo libre antes de la cena. Ambos cabalgamos hasta el lugar secreto, pensé que deberíamos ponerle un nombre, lamentablemente, ni a James, ni a mí se nos ocurría alguno.

     Decidimos regresar después atardecer. Los últimos rayos rojizos del sol iluminaban nuestro camino de vuelta al palacio, a nuestro alrededor se escuchaba los cantos de las aves, así como el leve crujido de las ramas a nuestro paso. Resultaba agradable y tranquilizador. El bosque siempre me ha parecido una especie de refugio, un lugar en el que puedo estar tranquilamente sin preocupaciones. Existe tanta belleza en el bosque que rodea al reino que, en ocasiones, me resulta muy difícil el no visitarlo todos los días

—Que te parece el prado —dijo James —. Es corto y fácil.

— ¿En serio? ¿No se te ocurrió otro mejor? —reí.

—Al menos pensé en algo —me observó de reojo —. Tú no has aportado nada.

—Oh, lo siento, señor intelectual —esta vez no me moleste en ocultar mi sarcasmo —. Lamento no ser tan creativa como usted.

—No te burles —una leve sonrisa asomó su rostro.

—Me gusta —dije —. Se llamará el prado a falta de mejores sugerencias —declaré.

—Estupendo —sonrió ampliamente y yo lo imité.

     No existía circunstancia o razón alguna que arruinara este momento, me sentía completamente tranquila. A lado de James, no existía ningún problema, ni presión o responsabilidad de casarme antes de lo que yo esperaba, únicamente existía el silencio y la paz absoluta... Hasta que lo vimos.

     Nos hallábamos casi en el límite del bosque con el pueblo cuando James detuvo su caballo, yo lo imité. Lo miré con una interrogante en los ojos, pero él llevó su dedo índice a sus labios indicándome que debía guardar silencio. Nos quedamos completamente inmóviles, ninguno decía nada, a pesar de mi intenso deseo por saber lo que llevó a James a actuar de esta manera me quedé callada.

     Sabía por experiencia que, cuando él se comportaba de esta manera, era por algo significativo. Inconscientemente, llevé una mano al arco que colgaba a un costado de Max. En nuestro camino de regreso al palacio, el cielo había oscurecido, nos encontrábamos rodeados de una oscuridad total en la cual era difícil distinguir nada, salvo la sombra de los árboles gracias a unos débiles rayos de luna que se colaban entre las hojas.

     No noté que todo el bosque quedó en silencio hasta que el único sonido que reconocí fue el de una rama al romperse bajo el peso de alguien, alguien que no era ni James, ni yo. El sonido se produjo a nuestra derecha, tanto James como yo, giramos la cabeza en esa dirección. Nada. Pasados unos minutos el sonido volvió a repetirse, aguzando bien el oído y observando con detenimiento el bosque a nuestro alrededor, finalmente lo encontramos.

     No se trataba de un animal —como yo creía— era una persona, vestida completamente de negro. En cuanto la divisamos, James jaló las riendas de su caballo para perseguirlo. La quietud y tranquilidad terminó. La persona desconocida, al escuchar el ruido giró en nuestra dirección, al ver a James, corrió olvidando por completo el sigilo. No me detuve a pensar, antes de seguir a James.

     Creí, por tan sólo unos cuantos segundos que lograríamos alcanzar al sospechoso. Lamentablemente, después de recorrer un par de metros, tanto James como yo, observamos como aquel encapuchado subía a un caballo color azabache para alejarse a paso veloz de nosotros.

     Lo seguimos. Abandonamos la espesura del bosque para internarnos en el pueblo. El sujeto corría veloz, montado en su caballo, esquivando obstáculos y girando entre las calles, intentando perdernos el rastro. Seguramente, a estas alturas los habitantes del pueblo ya habrán escuchado la persecución y deberán estar preguntándose lo sucedido. El sospechoso llevaba cierta ventaja de distancia, no lograríamos alcanzarlo. Estaba por internarse nuevamente en el bosque y si conseguía escapar, nunca lo atraparíamos.

     Rápidamente, detuve a Max y sin perder un segundo, tomé mi arco y una flecha del carcaj que llevaba a mi espalda. El intruso se alejaba a gran velocidad. Apunté en su dirección, no quería matarlo, simplemente herirlo lo suficiente para lograr que se detuviera. Inhalé profundamente y soltando lentamente el aliento, disparé. 


La Heredera al TronoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora