Capítulo uno - Serena

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"Querido, Señor. Cuando llegue al cielo, por favor, déjame traer a mi hombre, cuando venga dime que lo dejarás entrar, padre dime si puedes, toda esa gracia, todo ese cuerpo, toda esa cara, me hace querer ir de fiesta, él es mi sol, me hace brillar, como diamantes".

"La forma en la que jugabas conmigo cuando éramos niños".

A mis ocho años de edad, lo conocí, él tenía trece, estaba entrando a su etapa de adolescente cuando visitó mi casa  por primera vez.

Me encontraba en el jardín de mi casa jugando a la casita con mis muñecas después de haber hecho la tarea, mis padres siempre me concedían todo lo que yo quería, cuando me fastidie de la pequeña casa donde solo cabían mis muñecas, pedí una casa donde cupieran todas y donde cupiera yo también.

Salí de la casita para ir a tomar un vaso de limonada que me habían dejado en el pequeño comedor de madera que teníamos en el jardín, dejé el vaso de cristal sobre la mesa de nuevo para disponerme a seguir jugando, pero mis padres me interrumpieron.

—Serena, ven cariño, te queremos presentar a alguien —me dice mi madre haciéndome una seña con la mano. —Voy, mamá —caminé en dirección a ellos, observando que venían acompañados de un niño pelinegro.

—Cariño, mira él es Max —señala mi padre con una sonrisa, el chico también sonríe.

—Hola —le saludo con entusiasmo, siempre he sido extrovertida en el buen sentido de la palabra.

—Hola —me dice un poco serio.

—Serena, Max se quedará con nosotros unos días, sus padres salieron de la ciudad ¿vale?

—Vale mamá, así tengo con quien jugar, que a veces me aburro mucho. —suelto una carcajada pequeña, a la cual Max se une.

Así fue nuestro primer "contacto" por así decirlo, desde ese día que mis padres dijeron que se quedaría en casa, ahora puedo decir que fue como si dijeran que se quedaría en mi corazón. Esos días para mi fueron fantásticos, solo por el hecho de tener alguien más que no fueran mis muñecas para jugar, pasábamos las tardes jugando, platicando, desde ahí se puede decir que nos hicimos inseparables.

Así fueron pasando los años, él y yo continuamos siendo amigos, cuando él entró a la preparatoria y yo a la secundaria, después cuando él entró a la universidad y yo a la preparatoria. Cuando cumplí mis dieciocho años me llevé a mi primer club, prácticamente hemos estado en la mayoría de las etapas de nuestras vidas. La primera y única novia que le conocí fue cuando él tenía medio año en el bachillerato, él tenía diecisiete y yo doce, me lo contó sin maldad, a lo único que yo le pude responder fue "vete de mi casa", ni siquiera supe por que lo corrí, solo mi boca así lo dijo. Él después trato de buscarme, puesto que como lo mencione anteriormente somos como hermanos por así decirlo, mejores amigos más bien. En toda esa relación que él tuvo, no lo quise ver, y él se resignó a mi rechazó, cuando él tampoco entendía el porqué de mi actitud. Cuándo terminó con ella, que ni siquiera supe ni quise saber porque, volvimos a hablar, cuando yo ya tenía casi catorce y él casi diecinueve.

Jamás tuve novio, y ningún hombre llamó mi atención, tuve varias declaraciones a lo largo de mis estudios, pero nunca quise nada con nadie. La noche que salí al club con Max por mi primer cumpleaños siendo "legal" me di cuenta de lo que sentía por él desde que tenía ocho años, él fue mi primera ilusión de niña pequeña, el primer hombre que llamó mi atención, y es él único hombre al que he amado con todo el corazón, hasta hoy que tengo veintiséis años y el treinta y uno.

Las cosas jamás se dieron como yo hubiera querido, desde que me di cuenta o más bien me admití a mi misma que amaba a Max, rogué y supliqué a Dios cada noche para que él me viera como mujer y me amará como yo lo hago, lo cual siempre fue un rotundo fracaso, dos veces quise robarle un beso, jamás lo conseguí.

Dear, Lord. -El hombre de mis sueños +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora