Capítulo doce - Serena

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Las lágrimas se resbalaban por mis mejillas y no dejaban de salir de mis ojos, probablemente el rímel ya estaba estropeado, gracias a Dios había colocado una máscara a prueba de agua.

¿Qué era todo esto? ¿una broma? ¿está carta? ¿Max estaba declarándome su amor? No lograba entender absolutamente nada, mis cachetes estaban completamente calientes de lo ruborizada que ahora me encontraba frente a él, y moqueando. Sorbí mi nariz, y alcancé una servilleta mientras con la otra mano sostenía la carta que Max había escrito para mí. Parpadeó unas cuantas veces rápidamente, para poder ver si no era una ilusión óptica o algo así, no lo era. Gracias a Dios. No logró entender porque fingió todo esto de no querer casarse, él rechazó años atrás, nada tenía sentido, tenía tantas preguntas y muy pocas respuestas.

—Dime algo, Serena...

—¿Es una broma?

—No lo es.

—¿Entonces qué significa todo esto?

—La carta lo dice.

—¿Todo esto es verdad? Dímelo, Max porque si esto es una broma, te juro que jamás te lo perdonaría y...

Oh. Oh. No pude terminar mi frase, porque los carnosos labios de Max ya estaban sobre los míos, con su boca abrió la mía para introducir de a poco su lengua, extrañaba su sabor, aunque solo lo había probado una vez el día de nuestra boda, pero lo extrañaba. El beso era profundo y se estaba haciendo demasiado largo, lo cual no me desagrada, él está hincado sobre una de sus rodillas frente a mí abalanzado besándome mientras yo estoy sentada. Siento que me besa tierno pero desesperado, como si hubiera resistido las ganas de besarme toda su vida. Y yo sentía como millones de mariposas recorren no solo mi estómago si no todo mi cuerpo, mi cabeza da vueltas que hasta siento que en cualquier momento me voy a desmayar.

—¿Y bien?

—Quiero otro.

Le digo y así lo hace, pero esta vez más lento e intenso, su lengua recorre y baila junto con la mía, sintiendo toda su saliva y él la mía, es lo más rico que he probado nunca.

—Espera.

—¿Qué?

—Ven, hay más sorpresas.

¿Más? Pero yo ya me sentía como en un cuento de hadas. Me llevó de la mano hacía la cabina donde se maneja el yate, y lo encendió, hizo una seña para dar a entender que avanzaremos por el mar.

—¿Pasearemos?

—Así es, esta noche está cubierta de estrellas y esa luna no se debe desaprovechar ¿no crees?

—Cierto.

—Bien. Ven aquí.

Hago caso a su instrucción, y se hace un poco a un lado del volante para dejarme pasar, me pongo frente a él y él se vuelve a posicionar como si estuviera conduciendo pero yo estoy frente a él.

—Tú me conducirás a donde tú quieras.

Me dice, soltando el volante y poniendo sus grandes manos en mi cadera, descansándolas ahí, tomó el volante asustada.

—Vamos a una velocidad muy ligera, no pasa nada, solo conduce ¿vale?

Me susurra en el oído y yo casi me desmayó al sentir su aliento tan cerca y su voz. Seguimos avanzando, dejando ver la hermosa vista de Atlanta, todos los edificios y las luces en ellos, es una vista maravillosa, y con el mar y las ligeras olas que se forman en él, definitivamente está es una vista de película de Hollywood, mi vista se dirige hacía la luna que esta brillante, grande y gorda que hasta parece que Max pagó por ello, tenía mucho que no veía una luna tan bonita.

Dear, Lord. -El hombre de mis sueños +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora