Capítulo diecisiete - Max

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—No lo haré.

—Lárgate.

—¿A qué le temes, Serena?

—No le temo a nada, solo quiero que te vayas.

—No lo quieres,lo sé.

—Te crees tan sabelotodo.

—Me creo lo que soy, pero eso no tiene nada que ver, sé perfectamente que no quieres que me vaya, si no todo lo contrario, te conozco tan bien.

—El hecho de que esté enamorada de ti no significa nada.

—Pero es que yo también lo estoy, te lo dije ¿ya no lo recuerdas?

—Si...Pero

—Pero nada, no entiendo por qué ahora actúas así.

—¿Actuar como? Si el que me ignora después de lo que paso eres tú.

—Así que es eso...

—¿Qué?

—El porqué estás tan enojada.

Se me queda viendo y puedo ver como sus ojos se llenan de lágrimas, se separa aun mas de mi y me da la espalda. Nunca se como actuar en estas situaciones, nunca tuve que lidiar con estas cosas puesto que jamas me intereso con otras mujeres el estar bien, si se querían ir se iban, nadie las detenía, por este hecho no tenía nada de experiencia para arreglar las cosas de pareja.

Nos quedamos en silencio varios minutos, y en mi mente solo pasa el querer resolverlo, no se como, soy bastante idiota.

—Serena.

—No quiero hablar.

Suelto un suspiro y me paso la mano por el cabello y rasco un poco mi nuca en señal de idearme algo para que esto se solucione. Ella se encuentra acostada dándome la espalda, se logró tapar con su cobija, pero no se preocupó por ponerse de nuevo su bata, así que logro observar su hombro desnudo, me acerco a ella lentamente y acarició ligeramente con la yema de mis dedos su hombro, se sobresaltó un poco.

—No deberías de estar así. Solo déjame acostumbrarme ¿si?

—¿Acostumbrarte a qué? ¿a amarme?

—No quise decir eso.

—¿Entonces?

—Pasé tantos años ocultando esto que ahora no sé cómo reaccionar o actuar.

Y es que a decir verdad, ni siquiera es que le haya confesado todo, solo le dije sobre mis sentimientos pero aun no lo demás, y aun sigo con miedo de su reacción, por eso es que sigo poniendo mi barrera.

—¿Te es tan difícil?

—No, no lo es.

—Entonces solo ámame.

—Lo hago, muñeca, de verdad lo hago.

—Sigo sintiendo que no.

Eso me parte el corazón en pedacitos, como puede ser que mi actuar la haga sentir así cuando quiero que sea todo lo contrario, pero mis mismos miedos me hacen ser así, y sólo la lastimó.

—Te amo, mi mar.

"Mi mar", se que ella adora que la llame así, le puse ese apodo cuando tenía como 15 años por sus ojos color azul como el mar, y se que he sacado aunque sea una pequeña sonrisa, aunque no le esté viendo el rostro.

—Suena tan raro.

—¿El que?

—Escucharte decir "te amo".

—Me haces parecer como un ser sin sentimientos.

—La mayoría del tiempo lo eres.

—Para todos menos para ti.

No dice nada y se gira para quedar frente a frente, ahora ambos sentimos nuestras respiraciones en la cara del otro, ninguno dice ni una sola palabra, solo nos miramos, Serena me sonríe y se acurruca en mi pecho. Por mi cabeza pasan muchas cosas, pero por ahora solo quiero quedarme así por mucho tiempo.

Comienzo a sentir como su respiración se hace más pesada, señal de que se ha quedado dormida, le doy un pequeño beso en la cabeza y hago lo mismo.

...

A la mañana siguiente, los rayos del sol que entran por la ventana me despiertan, Serena sigue dormida, debe de ser como las 7 de la mañana. Me levanto cuidadosamente para no despertarla y salgo de la habitación para dirigirme a la mía.

Pasé un rato de la mañana haciendo mi rutina, fui al pequeño gimnasio que tenemos en casa para hacer algo de ejercicio matutino, me hacía falta sacar un poco de frustración y estrés, hice un poco de pesas y de nuevo me fui a mi cuarto para tomar una ducha.

Eran las 7:45 de mañana, estaba terminando de ponerme mi ropa, un traje azul marino, camisa blanca y corbata negra. Baje las escaleras y me encontré a mi esposa, "esposa"...Se siente tan bien decirlo.

—Buenos días.

—Buenos días.

Corresponde mi saludo y la veo apresurada preparando café, está cambiada al igual que yo, llevaba un pantalón de vestir negro y una blusa de manga larga color beige, accesorios dorados y un moño alto.
Demasiado preciosa diría yo.

—Pensé que seguías dormida.

—No, cuando me levanté ya no estabas en la cama, pero oí tu regadera supuse que estabas tomando una ducha, así que yo también lo hice.

—Te hubieras unido a mi.

—Qué oportunidad me acabo de perder, señor Max.
Suelta una risa, lo cual me hace reír a mi también.

—¿Café?

—Por favor, ¿A dónde vas?

—¿Olvidas que conseguiste donde poner mi florería?

Tengo que comenzar a moverme para abrirla lo más pronto posible.

—Cierto, ¿necesitas algo?

—Ya hiciste suficiente, pero gracias.

—Soy tu esposo, es normal que quiera ayudarte.

—Si, pero a veces siento que piensas que no puedo hacer algo yo sola.

—Serena...

—Perdón, perdón, estoy algo estresada, solo lo que quise decir es que sabes que siempre he sido muy independiente.

—Si pero no está demás decirte que cualquier cosa no dudes en decirlo.

Doy un trago a mi café el cual está delicioso, justo como me gusta. Me quedo viendo como Serena toma sus cosas ya que ha puesto su café en un termo color azul claro, está por salir, se acerca a darme un pico.

—Vuelvo más tarde.

Y sale de la casa con todas sus cosas, me da tanta felicidad verla así de entusiasmada. Pero yo también tengo que irme ya, si no se me hará tarde. Aunque sea el dueño, siempre me ha gustado ser puntual.

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Dear, Lord. -El hombre de mis sueños +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora