Capítulo dieciséis - Max

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—¿No vas a responder?

Me sigo quedando callado, no sé qué responderle, siento que cualquier respuesta puede ser incorrecta, y no quiero cagarla más de lo que ya lo he hecho.

—Solo quería ver si estabas despierta.

Digo lo primero que se me viene a la mente, ella suelta una risita incrédula.

—Mientes.

—No lo hago.

—Si lo haces.

—Que no.

—Que si.

—Podemos estar así toda la noche, si es lo que quieres, estoy diciendo la verdad.

—Sé que no lo haces, pero está bien.

—Dime qué haces despierta.

—Te lo dire, hasta que tu me digas que haces entrando asi a mi habitación.

—Y dale con lo mismo.

—Entonces no preguntes.

—Qué genio tienes.

—Siempre.

Nos quedamos callados, el silencio de la noche nos acoge a ambos, y solo nos quedamos viendo el uno al otro. Pienso en decirle la verdad, pero no me sale, no se como abordar el tema, además que creo que no sería muy bonito decirle, desde que vives en mi casa, todas las noches te observo dormir, ahora que lo pienso, es algo enfermo de mi parte pero no me importa.

—¿Te vas a quedar ahí parado?

—Si.

—Vale.

Oh. Pensé que me invitaría a su cama.

—Solo ¿vale?

—¿Qué quieres que te diga?

—Nada.

—Vale, pero la del genio soy yo.

—Es correcto.

Pone los ojos en blanco y se cruza de brazos.

—¿Qué?

Suelto en seco, y caminó un poco hacia su cama.

—Quédate ahí.

Me señala justo donde estoy parado con su dedo índice, y se vuelve a cruzar de brazos, arqueo la ceja, ¿porque no quiere que me acerque?

—¿Qué pasa si me acerco?

—Nada, pero quiero que te quedes ahí.

—¿Y si no?

—Te lo advierto, quédate ahí.

Esa advertencia lo único que me provoca es acercarme hasta posicionarme frente a ella, y así lo hago, avanzó los poco pasos que nos separaban y terminó parado justo enfrente de ella mientras ella sigue sentada en la cama sin decir ni una palabra más. Le acarició el brazo y siento como su cuerpo se eriza ante mi tacto, señal de que le gusta y está nerviosa.

—¿Quieres que me vaya de tu habitación?

Se queda callada.

—Dime y así lo haré, Serena.

—No.

Es lo único que sale de sus labios, yo tampoco se que decir, lo único que se me ocurre es dejar de acariciarle el brazo y tomar su cara con ambas manos para acercarme a sus labios y juntarlos con los míos en un beso.

—Dije que te quedaras donde estabas.

—¿Entonces por qué me correspondes el beso si no quieres?

La dejó callada y vuelvo a unir nuestros labios, pero esta vez el beso se hace más intenso ya que abro paso con mi lengua a hacer contacto con la suya. Me incorporo junto con ella a su cama, acelerando el beso y bajando mi mano hacia su cintura para acariciarla y apretarla, ella suelta un gemido en respuesta lo cual me hace estremecer.

—Te deseo tanto, maldita sea.

Le digo cuando logro separarme un poco de ella, y no la dejo responder ya que continuó besándola y acariciándola. Le quito la bata negra que tenía puesta y me quedo observando sus senos, perfectamente apetitosos, no dudo ni un segundo y atrapó uno de los senos con mi boca, lo saboreo con mi lengua y hago que ella suelte varios gemidos pequeños, mi erección crece aún más, y eso hace que me apegue aún más a ella para que la sienta en su vientre. Separo mi boca de su seno para de nuevo besarla, ahora solo la tengo abajo de mi en calzones, lo cual me hace querer arrancar con la boca y comerme su coño, Serena se separa de mi.

—Max, ¿qué es todo esto?

Me deja callado. De nuevo. Se a que se refiere, puesto que de nuevo la ignore toda la tarde, solo que esta vez acababa esa misma noche de confesarle mis sentimientos, era obvio su cuestionamiento.

—No se de que hablas.

—Entonces lárgate de mi habitación.

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Ushhhhhh momento de tensión.
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Dear, Lord. -El hombre de mis sueños +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora