Capítulo trece - Max

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Apreció el rostro de Serena, en toda la extensión de la palabra, desde su cabello perfectamente negro, su piel, como porcelana, con alguna que otra señal de acné, sus cejas tupidas, sus ojos azules que son protegidos por sus largas y gruesas pestañas, su nariz que arruga cada que se rié y se pone roja cada que llora, su boca carnosa que protege su dentadura tan única, ya que amo verla enseñar los dientes cuando ríe. Todo en ella para mí es perfecto y encaja con la mujer más hermosa que mis ojos han visto en esta y en otras vidas si es que ya he tenido otra vida.

Ella también se me ha quedado viendo, pero cuando poso mi mirada en sus ojos, vuelve a la tarjeta que le he dado donde le doy la noticia de que tendrá su florería, finge el estar apreciandola, y sus ojos están llenos de lágrimas, mientras se pasa una de sus manos por el ojo, para quitar unas cuantas lágrimas.

—¿Era lo que esperabas?

Me inclinó hacía ella y sustituyó su mano por la mía para limpiar sus ojos y acariciarle la mejilla.

—Es mucho más, aún no lo puedo creer.

—Me ha costado, pero me alegra haber podido conseguir tú lugar.

—De verdad, gracias.

—Nunca tendrás que agradecerme por nada...

—¿Por qué?

—Porque eres mi...

—No. ¿Por qué ocultaste tanto tiempo esto?

—¿Qué?

—Lo que sentías por mí...

Me ha dejado callado, ahora no sé qué responder, no puedo solo decir "tenía miedo que cuando sepas mis deseos, te alejes de mí" ¿no verdad? ¿o si? ¡Claro que no! No había planeado está parte...

—Tenía miedo de arruinar nuestra amistad.

No pude inventarme otra cosa, más que eso, a decir verdad creo que sone lo bastante creíble.

—¿Arruinar nuestra amistad? Ese cuanto te lo creería si yo no sintiera lo mismo por ti y tú lo supieras, la que debió de tener miedo fui yo, pero mira.

O creo que no sone creíble.

—No tenemos porque hablar de esto, lo importante es que ambos estemos bien.

—Tienes razón, aunque aún no lo puedo creer.

—¿Quieres que te pellizque?

—Se que no es un sueño, Max.

—Pero te quiero pellizcar aún así.

Me acerqué aún más a ella, dándole besos por sus mejillas. La ayudé a que dejará todo sobre la mesa, pero al hacerlo derramé la copa que estaba sobre la mesa sobre el vestido de Serena, que inoportuno ¿verdad?

Comenzó a secarse lo que pudo con una servilleta de tela, para que absorbiera un poco y no quedara tan manchado el vestido.

—Espera, espera vamos a ayudarte, vamos al baño que hay aquí.

—Vale.

Nos dirigimos hacía el baño que se encontraba dentro del yate, para intentar quitarle la mancha, lo cual creo que no se podría.

Serena y yo nos adentramos al baño y mientras ella esperaba viendo la mancha en el vestido frente al espejo, yo me encontraba agachado buscando en la parte de abajo del mueble, alguna toalla o algo.

Me di por vencido, y me levanté quedando exactamente detrás de ella que aún se observaba en el espejo, no pude evitar y le di un beso en el cuello, sentí como su piel se erizo por completo, y le acaricie las caderas, mientras me apegaba más ella y le plantaba besos en el cuello, ella miraba todo por el reflejo frente a nosotros, y yo también. Su respiración empezó a entrecortarse mientras yo comenzaba a darle besos más largos en el cuello y su nuca, lamiendo un poco lentamente...

Dear, Lord. -El hombre de mis sueños +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora