Capítulo diez - Max

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Estoy completamente seguro de que Serena responderá a mi llamado con ese paquete, obedeciendo cuando Bob llegue por ella a las 8 de la noche y la recoja en la casa, sé que estará lista y preciosa para mí, con el lindo y caliente vestido que le he comprado, muero de ansias por verla.

Está tarde he pensado en decirle las cosas y ponerle las cartas sobre la mesa, pero a decir verdad ni siquiera sé cómo abordar el tema con ella, no sé cómo hacerle saber todas las cosas sucias que tiene mi retorcida mente para hacerle, pero me he decidido. Muero por tocarla de todas las maneras que existen en este mundo y de otras más que no creo que alguien más haya tocado a alguien, quiero hacerle saber cuánto la he deseado todo este tiempo fingiendo ni siquiera verla como una mujer, cuando para mí lo es todo. Lo peor es que ella de verdad cree que yo no la deseo, que no la amo como mujer, cree que para mí solo ha sido mi mejor amigo, y claro que lo es, pero desde hace varios años llevó, deseándola y tocándome cada que puedo para bajar las erecciones que forma en mí cada vez que llego a casa. Ella es tan inocente, tan pura, que me da mucho miedo que sepa mi oscuridad, que sepa todo lo que he imaginado hacerle, que quiero cumplir cada una de mis fantasías con ella, y con nadie más.

Ante todo, quiero dejarle claro que jamás, ni una sola mujer en este mundo, ha logrado excitarme como ella, a pesar de que jamás hemos tenido ningún encuentro sexual ella y yo, es lo que más me encanta, que no ha necesitado ni siquiera mostrar sus senos para llevarme al extasis. Sencillamente, no sé cómo logra hacerlo, no sé cómo me ha tenido así tanto tiempo, y se que será así por el resto de mi vida.


...


Pase el resto del día en asuntos de la oficina, de un lado a otro, tratando de no estar impaciente por la noche que nos espera a Serena y a mí.

—Agustín, ¿está todo listo verdad?

—Más que listo, ya relájate.

—Estoy muy, muy nervioso, no puedo creer que después de tantos años, le diré todo.

—Es que también estás como algo loco, debo admitirlo.

—Es lo que ella despierta en mí, Agustín.

—Vale...

—He tratado de saciar esto con otras mujeres en el pasado, pero jamás ha sido suficiente.

—Si lo hubiera sido, no estuvieras haciendo todo esto, para decírselo a ella.

Y es verdad, de haber conseguido apagar estos deseos oscuros con otra mujer, jamás dejaría que Serena conociera este lado de mí, jamás me permitiría tocarla como quiero tocarla y de ninguna otra manera, pero desde hace mucho tiempo no he podido, y ya no aguanto más con esto martirio que me esta carcomiendo por dentro cada vez que la veo, cada vez la deseo más.

—¿No crees qué es mucho todo lo qué organicé?

—Para una mujer, nunca es suficiente, ni demasiado, créeme Max.

—Tienes razón, además para mi mujer, nada será demasiado, es más, hasta creo que me quedo corto con todo lo que ella se merece.

Mi mujer...Claro que lo era, aunque yo mismo fingiera ante ella que no, y nunca ha sido mi intención hacerla sentir mal, pero es que todo esté tiempo ni yo mismo he logrado averiguar por qué siempre me escondí ante ella.

Desde que éramos pequeños no hacía más que buscar la protección de ella, ser quien siempre estuviera ahí para cualquier motivo, fuera felicidad o tristeza. Y así lo seguirá siendo, más hoy, más hoy que otro día de nuestras vidas.


...


Observé el reloj que llevaba en mi muñeca izquierda, las 7 de la noche, perfecto, para esta hora Bob ya tendría que estar recogiendo a Serena y en camino hacía acá, no puedo esperar a ver su cara para esta sorpresa que le tengo preparada.

Se que ella para este punto estará demasiado confundida, por como he actuado últimamente, pero no importa, eso es lo que me gusta, el cómo se sorprenderá ante todo esto.

Caminó por el yate y me posiciono frente a la mesa donde cenaremos, las velas están puestas, la comida saldrá cuando de la orden, las flores, y más que nada la noticia de que ya tiene donde poner su preciado nuevo negocio...

—Señor el auto con la Señorita Serena ha llegado.

Perfecto, asiento hacía el hombre que está trabajando hoy para esta cita, y le hago una seña de que se puede retirar a sus labores.

Me dirijo hacía la entrada del yate para esperarla y verla venir hacía mí, por el camino de flores blancas que he puesto en el caminito que tiene que atravesar antes de llegar aquí. La observó bajarse del auto donde Bob, la ayuda para que no se lastime, cierra la puerta trás ella y se queda quieta justo donde se ha bajado, admirando lo que está frente a ella, tiene una cara que no se puede creer lo que ve, le brillan sus ojos azules como el mar que tenemos alrededor, y yo solo me limito a sonreír, debo admitir que me sudan las manos de los nervios y de la calentura que ha comenzado a crecer en todo mi cuerpo al verla con el vestido que le he comprado, le queda a la perfección, y tengo que hacer un gran esfuerzo para que no se me caiga la baba de la boca, al ver como comienza a caminar hacía mí, meneando su cuerpo al caminar, sus ojos tratan de observar todo el panorama, se que está evitando mi contacto visual, y se que está nerviosa, tanto como yo, los segundos se hacen eternos para tenerla frente a mí, pero yo feliz de admirarla así se me fuera toda la vida en ello.

—Hola.

Me dice y se ruboriza al instante que posiciona por fin sus ojos hacía los míos, me relamo los labios antes de hablar, y le extiendo mi mano para que ella me de la suya.

—Hola.

La saludo igual que ella a mí como si no estuviéramos en este lugar rodeado de flores y el mar que nos espera.

—¿Qué es todo esto?

—Una sorpresa.

—¿Para mí?

—Se te ha hecho costumbre preguntar eso, ¿para quién más si no?

Los dos nos reímos al unísono ante mi pregunta, lo mismo había pasado el día de nuestra boda, al preguntar si todas las flores que estaban en la casa eran para ella.

—Lo siento, es que estoy maravillada.

—Lo sé, ven.

Le extiendo mi mano y ella la toma, cualquiera pensaría que somos una pareja sumamente enamorada, lo cual es verdad, pero el único detalle es que ella no sabe lo que yo siento, por el momento.

Avanzamos hacía la parte de enfrente del yate, que dejaba a la vista todo el mar ante nosotros, la luz de la luna y las estrellas.

—Todo esto...Es precioso.

Se ruboriza aún más al emitir esas palabras, pero yo lo único que puedo observar es a ella, cuando ella se queda admirando el mar. Lleva el cabello negro suelto y le cae por los hombros, en ligeras ondas de sirena, el vestido le queda de lo más perfecto, acentuando sus pequeñas curvas y aún más su culo.

—Como tú.

Suelto y me doy medía vuelta para no dejar que ella responda ante mi halago, no quiero estropear todo en estos momentos.

—Ven, vamos a cenar.


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¿Qué les está pareciendo la historia? ¿les gusta?

Nada más les recuerdo que él perfecto cuento de hadas, no será lo que parece ¿o si? 

¡No saquen conclusiones antes de tiempo! Todo muy bonito, pero ajá, nadie sabe lo que pueda pasar, jiji, besitos <3

Dear, Lord. -El hombre de mis sueños +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora