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Los gritos se mezclaban con la lluvia, danzando en armonía, mientras ambas corrían desesperadas con un bebé en brazos, en busca de auxilio.

A lo lejos el Tivi sentado en el pequeño bar escuchó el griterío, antes de ser tomado por los hombros con desesperación, siendo Fabiana quien realizó esta acción, desesperada por salvar a su pequeño hijo.

—¿Donde está la Emma?— preguntó preocupado al no ver a la pequeña de rizos con ellos.

—Se la lleva Segundo a la salita, arranca pelotudo— contestó su novia exaltada y preocupada, nublada de todo juicio.

Al llegar atendieron al pequeño niño mientras los tres adultos esperaban impacientemente los resultados de cómo se encontraba Carlos.

Unos minutos después Tévez llegó al lugar con una pequeña niña de un año dormida en brazos, acurrucandola en su pecho, Trina al verla se la quitó de las manos procurando que no se despierte.

—¿Qué pasó?— preguntó con aire de preocupación en su voz.

—Estabamos tomando mate en la cama— contestó Adriana sollozando siendo abrazada por su pareja.

— pero ¿Son pelotudas? Cómo van a tomar mate en la cama?!—Su enojo se hacía notar y cada vez elevaba más el tono de su voz.
  
—Estabamos tomando mate y el nene quizo tocar la pava y se le calló el agua encima— explicó brevemente con la nena en brazos, empezando a despertarse.

Al abrir los ojos comenzó a llorar al sentir la tención que emanaba en el ambiente, además de la conexión inexplicable que sentía con su hermano, estaban unidos como imanes. Ella podía sentir que estaba sufriendo.

Fabiana no estaba dispuesta para callar el llanto de su hija debido a la ira y preocupación que sentía así que rápidamente se la devolvió a Segundo, quien la arrullo entre sus brazos hasta conseguir que se tranquilizara.

Unas horas más tarde ahora era Adriana quien tenía a Emma en brazos. Ya era la mañana y tanto Tivi como segundo tuvieron que irse, dejando a ambas hermanas en espera de noticias.

—Usted es la mamá de Carlos?—preguntó una enfermera hacía Chila despertandola de su ensoñación.

—No, soy la tía, ¿por qué?.

—No por nada, esque ya se despertó ¿Querés pasar a verlo? Yo te tengo a la beba.

Pensó en despertarla a su hermana pero de verdad moría por ver a su pequeño sobrino, así que aceptó de inmediato y pasó a la bebé a los brazos de la médica.

Al ver al bebé una lágrima silenciosa se escapó de su ojo, él estaba bien, estaba ahí... Estaba vivo. Lo peor ya había pasado. Una sonrisa salió de sus labios mientras acariciaba el brazito del pequeño.

Tomó a la niña en brazos de vuelta y se dirigió hacia afuera.

Al salir de la sala su hermana ya despierta la esperaba sentada en el suelo con una expresión neutra en su rostro.

—¿Te los podes llevar vos? No tengo plata para nada en estos momentos, yo se que vos los querés Chila, es un favor que te estoy pidiendo.

—No los quiero Fabiana, los amo con todo mí corazón, si necesitas que los cuide yo no tengo problema—contestó con seguridad absoluta en su voz, recibiendo un asentimiento de parte de su hermana. Pronto se levantó y se fue sin mirar atrás. Como siempre...

Momentos más tarde Segundo llegó para llevarlos a todos a su casa, saludo a su mujer y tomó a Emma en brazos, siendo bien recibido por esta abrazándolo del cuello, mientras Adriana alzaba a Carlos. Los cuatro se dirigieron su hogar.

En el camino el Chito y el Tivi se los encontraron y pronto los saludaron, diciendo que había festejo por la vuelta de Carlos a casa.

Una pequeña celebración fue llebada a cabo. Todos estaban ahí, excepto una persona.

Adriana se dirigió a sacar la basura cuando la vio abajo de las escaleras, escondida cual fantasma.

—¿Por qué no viniste? Te estábamos esperando ¿Querés pasar ahora?

—¿Los vas a cuidar?

—Si. Como hijos, si.

—Y segundo que dice?

—No sé, viste que por ahí parece que no le pasa nada, pero cuando estábamos ahí lo agarré llorando, me dijo que si al Carlos o a la Emma les pasa algo se muere— contesto, ganándose una carcajada por parte de su hermana.

—Me voy— se puso la capucha y se fue, sin mirar atrás.

Adriana no estaba segura de si la decisión de Fabiana iba a durar mucho, si cambiaba de parecer y quería llevárselos se moría, pero de algo estaba segura. Mientras ella viviera a los niños no les iba a faltar ni pasar nada.






𝐀𝐍𝐆𝐄𝐋//ᵈᵃⁿⁱˡᵒ ˢᵃ̃ⁿᶜʰᵉᶻ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora