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Charlie podría reconocer el papel en cualquier parte.

Era uno especial, uno que su padre usaba exclusivamente para su correspondencia personal, uno que despertaba curiosidad y emoción. Ella solamente los había visto sin usar en el escritorio de su padre, formando una pila pequeña pero ordenada de hojas de buen gramaje para aguantar tinta sin manchas y que también conservaban el aroma a zarzamoras, vetiver y pachuli durante días y hasta meses, según Lucifer.
Esta vez, sin embargo, las hojas no estaban como ella solía verlas, no. Estaban dobladas, atadas todas juntas y guardadas en un sobre amarillento. Un sobre que seguramente debía haber estado oculto de no ser porque ella era buena en lo suyo. Y lo suyo, en ese preciso momento, había sido limpiar la biblioteca a fondo, a falta de otra cosa que hacer.

No había sido culpa suya. Charlotte Morningstar no era ninguna chismosa, para nada. Ella respetaba la privacidad... Pero siempre había sido muy curiosa, a pesar del dicho popular, y le gustaba siempre un buen misterio. Y Lucifer estaba lleno de ellos.
Así que, cuando el doble fondo del cajón en el escritorio se reveló al ella abrirlo de par en par... Lo natural fue investigar su contenido.

Había solamente unas cuantas fotos mal reveladas, demasiado luminosas para discernir nada realmente. Atrás tenían cosas escritas pero estaban tachadas con pluma hasta el punto de ser ininteligibles. También había un encendedor vacío de color dorado que tenía grabado el dibujo de una serpiente enroscada alrededor de una manzana...

Y el gran sobre con esas cartas, por supuesto.

Charlie las sacó con cuidado. Eran seis. Todas organizadas por fecha y que tenían dos meses de espaciado entre cada una. Su corazón se aceleró unos segundos y sentía una emoción extraña en la base del estómago.

Tomó la primera y la desdobló con cuidado. Un leve olor a zarzamoras le llegó a la nariz.

Sé que no te gustan los clichés... Pero no se me ocurre otra forma de llegar a ti.
Por favor respóndeme. Podemos hablarlo. Te extraño. Te necesito.

Charlie curvó las cejas un poco. Las palabras estaban ahogadas en tristeza y nostalgia. Tomó la siguiente carta y las súplicas eran parecidas. La tercera era ya simple y pura desesperación y en la cuarta el tono cambiaba radicalmente.

¿No podrías, al menos, dar la cara? Sabes bien que esto es un asunto de los dos. No me estás dejando opciones. Al menos da señales de vida. Al menos déjame saber si de verdad te interesa...

Finalmente las últimas dos cartas eran breves. La quinta hablaba de compromiso y matrimonio.

Si te soy honesto no estoy seguro de esto pero... ella es buena conmigo. Ella entiende lo que necesito y sabe que hago lo que hago porque ya no soy solo yo. Lilith me acepta a pesar de que esta carga no es suya. Ella entiende de responsabilidades. Ella me hizo una promesa y va a cumplirla. Ella no es como tú.

Y la última carta...
Charlie sintió un hueco en el estómago, como si le hubieran dado un puñetazo que la dejaba sin aire. Sus dedos se habían puesto fríos a medida que leía las palabras.
Se sobresaltó cuando su teléfono empezó a vibrar.
Dejó la carta sobre el escritorio para poder responder los mensajes.
Un par de Vaggie, otros de Angel. Querían reunirse en el bar del centro para hablar. Ponerse al día.
Empezó a teclear una respuesta negativa pero dudó antes de presionar la tecla para enviar. Tal vez... Podría obtener un consejo más útil que las sugerencias que su mente, llena de pánico, estaba dándole a gritos. Era mejor que ceder al impulso de caer en la espiral de la locura que era sobrepensar y que inevitablemente terminaría con ella en un fuerte episodio depresivo que preocuparía a todos.
Suspiró y borró su respuesta antes de escribir nuevamente, aceptando la invitación.

𝗕𝗹𝗼𝗼𝗱𝗹𝗶𝗻𝗲 𝗦𝗲𝗰𝗿𝗲𝘁𝘀 • 𝗥𝗮𝗱𝗶𝗼𝗔𝗽𝗽𝗹𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora