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El baño estaba lleno de vapor.

Vapor cálido, denso y aromático. Era casi difícil respirar y era todavía más difícil ver más allá del borde de la tina de porcelana.

Lucifer se hundió un poco más en el agua, dejando que el agua caliente le enrojeciera la piel y ayudara a disipar el dolor en la cadera y las piernas.

Ya no tenía la flexibilidad de hace veinte años... Ya no tenía muchas cosas de hace veinte años.

Se rió un poco de sí mismo al pensar en ello.

No era raro escuchar que algunos omegas tenían crisis de la edad a medida que envejecían. Todo a su alrededor les hacía pensar que ser viejo estaba mal, que había que hacer todo lo posible por evitarlo.

Lucifer había temido por años el día en el que se vería al espejo y el reflejo le devolvería una imagen decrépita y fea.

¿No era por eso que se había aferrado a la filosofía más estúpida de todas...?

Vivir rápido. Vivir todo... Morir sin arrepentimientos.

Recargó la cabeza en el borde de la tina, mirando la luz de la lámpara de cristal en el techo. Puso sus manos en su vientre.

Al menos una cosa era igual que hace veinte años.

La incertidumbre no dejaba de ser aterradora.

Tal vez no eran las mismas circunstancias pero el miedo se sentía muy familiar.

No era su padre su mayor temor sino Charlie.

¿Qué iba a decirle? ¿Cómo explicarle? No quería seguir mintiéndole pero casi se sentía como un deber. Había cerrado la boca durante tanto tiempo que ahora hablar sería desastroso. No quería perderla. Su vida solo había tenido sentido cuando la sostuvo entre sus brazos la primera vez.

— ¿Papá...? — Lucifer se sobresaltó al escuchar su voz desde afuera — ¿Estás bien? Llevas mucho tiempo ahí... Dime que no estás desmayado...

—Estoy bien — respondió y la escuchó suspirar con alivio.

—Vale — hubo una pausa pequeña —. Voy a salir esta noche con Vaggie y Angel... Tal vez me quede con Vaggie. Vamos a planear tu despedida de soltero — las palabras pretendían sonar emocionadas pero se notaba el esfuerzo que Charlie estaba poniendo en no mostrar su incomodidad. Lucifer hizo un gesto.

—Está bien. Avísame cuando estés con Maggie.

Resultaba conveniente que Charlie fuera a ausentarse. Al menos así podría procesar con mayor facilidad el absoluto acto de mierda que tenía que montar para que Adam no fuera a armar un escándalo que terminara dejándolo en la miseria.

Le había pedido a Alastor alguna otra opción. Otro plan.

Pero Adam no la ponía fácil.

El tipo era inmune a las pastillas para dormir, por ello tenía unas ojeras oscuras y permanentes bajo los ojos todo el tiempo.

Tenía una tolerancia bastante alta al alcohol y Lucifer no iba a arriesgarse a darle un mal golpe en la cabeza.

Lo último que quería era lidiar con un cadáver.

Unas náuseas muy desagradables lo invadieron y negó con la cabeza para intentar reprimir las ganas de vomitar. Definitivamente envidiaba a su yo de hace veinte años. A ese Lucifer no le molestaría meterse en la cama con alguien que apenas toleraba solamente para salirse con la suya aunque fue imposible no ver el patrón que se estaba repitiendo.

Si tuviera una moneda por cada vez que tener sexo con Adam terminaba con un bebé en brazos... tendría dos. No mucho, pero ya era raro que sucediera dos veces.

𝗕𝗹𝗼𝗼𝗱𝗹𝗶𝗻𝗲 𝗦𝗲𝗰𝗿𝗲𝘁𝘀 • 𝗥𝗮𝗱𝗶𝗼𝗔𝗽𝗽𝗹𝗲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora